Pasito 23

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—Pero papá—trató de replicar Danielle.

—Pero papá, nada, Marsh Danielle—intervino su madre.
—Mañana te darán el boleto de cambio, y nos iremos la semana que viene. Esto no está en discusión.— Luego, se levantó de la mesa.

Pequeñas lágrimas cayeron de los ojos de la pelinegra.

A veces, cuando encuentras la felicidad, se va tan rápido.

—Princesa, no llores—su padre se acercó para abrazarla.

—No, papá, a Haerin le gusto y mucho—el señor se separó.

—»No me quiero ir, quiero verla volver a caminar. No la quiero dejar sola.

—Supongo que algo se podrá hacer— el señor Marsh se puso de pie y salió rumbo a su despacho.

La pelinegra a menudo no entendía a sus padres. Estaban casados, pero parecían dos extraños. Su mamá era un cubo de hielo, literalmente.

Subió a su recámara, puso el seguro y se acostó con la esperanza de que mañana sería un día mejor.

.....

Fue peor de lo que esperaba.

Su madre había ido personalmente al colegio para asegurarse de que Danielle no modificara su papel de intercambio o convenciera al director de dejarla en Seúl por más tiempo.

—Señora Marsh, su hija tiene algunos problemas— habló el hombre de mediana edad.

—¿A qué se refiere?— preguntó .

—Está reprobada en dos materias, y España nos pide un promedio de 9.00. A la alumna Marsh le faltan tres décimas— el hombre entregó el papel.

Por primera vez, Danielle se sintió feliz de ir mal en el colegio. Aunque, si lo pensaba bien, eso le afectaría para buscar una universidad. Estudiaría más para mejorar su promedio.

La madre de la pelinegra no dijo nada y salió. Danielle se despidió del director en nombre de su progenitora y de ella.

—No puede ser— soltó su mamá una vez estuvieron en el automóvil.

—Te quedarás en Seúl con tu padre, lo lamento, hija—su madre lo dijo como si aquello fuera una triste noticia para la chica.

Estaba tan equivocada.

Llegaron a su hogar, y saludaron a su padre , que estaba tomando café con unos hombres que siempre a Danielle le habían dado miedo porque parecían policías.

Danielle fue a su habitación, se cambió de ropa, arregló un poco su cabello y bajó a esperar al chófer.

Minutos después, iba rumbo al hospital, nerviosa y feliz.

Ingresó al hospital,  y fue a recepción, donde saludó a la enfermera, que le dijo, como cada día, que Haerin estaba durmiendo.

Con sumo cuidado, abrió la puerta.

La castaña al escuchar el sonido de la perilla cerró los ojos y escondió el teléfono debajo de su almohada.

—Sí, está durmiendo—escuchó a Danielle murmurar.

El corazón de Haerin latía feliz.

La pelinegra tomó asiento en la silla frente a la camilla.

—¿Es un sueño o la chica más linda del universo me vino a ver?—habló segundos después.

—Tal vez, cariño—tomó la mano de la castaña. —Hola, Hae".

—Umm, hola, bonita—

Ante lo dicho Danielle se sonrojó.

—Te tengo una sorpresa— tomó ambas manos de Danielle.
—Pero primero, quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mí. El que vinieras cada día fue mi motivación.

Luego Haerin le pidió que se acercara y le dio un abrazo que transmitía aprecio, amor y cariño.

—Por ti no me he dado por vencida — dejó un pequeño beso cerca de los labios de Danielle.

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Cariño { daerin } Where stories live. Discover now