Pasito 13

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—Hay un chico que nos gustaría que conocieras. —dijo la madre de Danielle.

La pelinegra, que hasta hace unos segundos estaba cenando tranquilamente, se atragantó ante la repentina sugerencia.

—¿Qué?

—Sí, es el hijo de un socio —intervino ahora su padre.

—No me interesa lo que sea que planeen.

—Pero Danielle, aún ni sabes quién es —protestó la mujer.

—No es no.

—Está bien, solo era una sugerencia —su padre dejó morir el tema—Por cierto, ¿ya pensaste si aceptarás el regreso del intercambio? —le recordó.

—Aún no sé, me gusta aquí —jugueteó con el tenedor.

—Que te guste no es lo mismo que ver un futuro aquí —dijo su madre desaprobando la opinión.

—Pero aquí hay muchas universidades buenas. —sugirió su padre, y su mamá le dio una mala mirada.

—Sí, además, aquí están mis amigas y Haerin. —dijo emocionada, recordando las sonrisas de cada una, especialmente la de la castaña.

—¿Quién es Haerin, princesa? —preguntó su padre. Él conocía a las amigas de su hija, y no había ningúna con ese nombre.

—Es una nuevo amiga —respondió nerviosa.

—Bueno, princesa, piénsalo, y trae a ese nueva amiga aquí —dijo el padre.

—No, mejor vamos a un restaurante para conocerla.

Danielle no sabía si su mamá había sugerido eso para integrarse a la conversación, pero le dio un escalofrío la forma en que lo dijo.

—No creo que a ella le guste —pensó en voz alta. Haerin no se veía muy cómoda con mucha gente alrededor, y sus padres no eran precisamente discretos.

—¿Sabes que la investigaré, verdad? —dijo su progenitor.

—No, pa, no me gusta que hagas eso con mis amigas —se cruzó de brazos.

—Entonces, invítala a cenar, podría ser en el Jardín de las Rosas; venden una pasta exquisita —sugirió, o más bien, obligó a Danielle a tener que aceptar.

La pelinegra subió a su habitación y se encerró. No quería hablar con nadie en ese momento.

Fue que su nube gris se disipó cuando momentos más tarde su celular sonó.

Hola

—Umm, hola.

Soy Haerin .

Danielle, al escuchar ese nombre, se sentó en el escritorio al lado de su cama.

—Hola, cariño.

Hola, solo quería asegurarme de que fuera tu número.

—Sí, soy yo, Danielle.

Ya lo sé, cariño. ¿Qué estabas haciendo?

—Terminé de cenar e intercambié opiniones con mis padres.

Oh.

—Hablando de eso, ¿quieres ir a cenar conmigo y con ellos el próximo fin de semana?

—¿Tus padres?

—Sí, ya sé, sabes, olvídalo.

No, no, solo me tomó por sorpresa, pero allí estaré.

—Gracias, luego te doy los detalles. ¿Y tú qué haces?

Practicando mis clases de trompeta.

—¡Guau! Algún día tienes que tocar para mí.

Te lo prometo, cariño.

Y esas simples palabras hicieron que el corazón de Danielle se derritiera, soltando un grito silencioso de emoción.

bueno, me voy, mi maestra está por llegar.

—Adiós, cariño.

Adiós, cariño.

Con la emoción de tener un apodo tan bonito compartido con Haerin, la pelinegra olvidó un poco lo que en verdad la abrumaba.

No quería que su padre investigara a Haerin.

No era una buena idea.

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Cariño { daerin } Donde viven las historias. Descúbrelo ahora