Mayo

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No quisiera dejar de quererte,
no a vos, hombre de fuego.
A vos quiero llevarte hasta mi muerte,
hasta la última risa y el último ruego.

Quisiera sentir de nuevo, ángel de bronce,
hombre temerario de miradas de soslayo,
amarte otra vez ¿te acordás de entonces?,
como entre aquel vendaval de mayo.

Pero siempre soy como las líneas del oeste:
primeras en encenderse, primeras en apagarse,
mato al sol que abandona el inmenso celeste,
y por mucho que se intente, ya no puede atajarse.

Miro fija tus ojos, ónix oscuro.
¡Tanta duda me declaman ellos!
Hice tuyo un sentimiento tan puro
que jaspea en tu faz esos rasgos bellos.

No es que goce con tu frío, no creas.
Es que busco cómo no dejar de amarte.
Te compongo a mi lado en mis noches de ideas,
pero al segundo te disuelven otras obras de arte.

No quisiera nunca dejar de amarte,
no a vos, hombre con alma de diamante.
Sólo abrazame y herime al mirarte
y así me reinvento esta pasión agonizante.

Y si me quiero ir, ensogame a tu lecho
y evocame cada instante que gocé de quererte.
Tal vez así, si me ceñís a tu pecho,
mi alma recuerde cómo pertenecerte.

PoesíaWhere stories live. Discover now