Neruda desahuciado

24 4 1
                                    

Yo también puedo, Pablo, escribir los versos más tristes.
Mi noche no está estrellada y son iguales todos mis días.
Me alejé del firmamento y enmudecí para no aturdirte,
no me parezco a mis sueños, solo a la melancolía.

Y sí, estoy como ausente, ya sin voz, distante y callada,
mis versos tampoco te tocan ni mi boca hoy te inquieta.
No quisiera te aturdiera la canción desesperada,
ni que la esperada te sonara a solo rabieta.

No me parezco a todo eso que ostenté en algún momento;
a la cantora de risa torcida, la culona de nariz aguileña.
Y no me gusta cuando callo como si hubiera muerto,
ni me parezco a al alma tuya, tranquila, ruidosa, risueña.

No tengo hoy una sonrisa para que no sea cierto,
tampoco el omóplato erguido ni el contorno perfecto.
Tomas con la luz moribunda, con urgencia, apurado,
loco incurable, mi cuerpo políticamente incorrecto.

Y también puedo, Pablo, escribir veinte poemas
de no amor. Así, triviales. Sin matices ni sentido,
como yo, somnolientos. Y escribirlos sin que me oigas
y, sin haber perdido algo, sentirlo todo perdido.

Pero prefiero escribir, Pablo, tragos, percusión, villeros.
Decir la palabra alegría, la de Garrik, claro, y escribir,
abstraída, la palabra risa con desarmonía y desamor, pero,
grande y fuerte y firme siempre, siempre sonreír.

También puedo llamarte amigo, soporte, roca, muro,
mi largo amor saturado, mi vaso de agua fresca,
no hubiese querido nunca que mi cuerpo blanco
te sepa tanto a vacío, ni que mi alma te entristezca.

Pero recuerdo, Pablo, el de poeta un poco, el de loco mucho,
que envejezco entre tus brazos y quiero latir con tu calma.
Quiero sentirme en tu pecho tranquila como tu aliento,
cómoda como tu siesta, hermosa como tu alma.

PoesíaWhere stories live. Discover now