Burnout

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Me equivoqué al elegirte, Alter Ego.
Es lo único que me das a pensar.
Ahora te llevo en la memoria de mis manos,
impregnado en mi córtex cerebral.

Ahora no puedo desaprenderte.
Te llevo en cada pensamiento,
hasta te llevo en el vestido,
y en la forma de ver y auscultar.
Me cambiaste de nombre,
me construiste una nueva personalidad.

Ahora te vas conmigo hasta a la intimidad.
Hablás a mi oído, Alter Ego,
con términos fríos.
Me extorsionás,
me hacés creer que sin vos
ya no hay forma de ganarse la vida,
y mientras creo que gano vidas,
¡ilusa!, solo le gano tiempo a la muerte.
Tiempo que tengo un poco menos cada día.

Ya no te quiero, ya solo me lastimás.
Ya vos sos yo y yo soy mi Alter Ego.
Absorbiste mi esencia,
ahora soy un ser solo racional.

No eras un sueño alcanzable para pocos,
eras el mismo insomnio.
No eras vocación,
eras el yo más vulnerable
del mayor soñador,
del mejor artista.
No asegurabas nada,
siempre me echaste a la suerte.
Me hiciste ser sanadora,
sanadora herida
con herida de muerte.

Así, dejé de ver el sol,
la noche y la belleza.
Así olvidé cómo vivía,
inocente, pequeña, modesta.
Me maltrataron los jefes,
alguien dijo "la profesión
es solo de quien aguanta",
y aguanté, pero es suficiente.
Cultura del irrespeto
disfrazada de "jerarquías",
pedagogía de la humillación
de los acomplejados soberbios
supuestos dueños de su evolutiva ciencia,
absorbidos por su propio alter ego,
ignorantes de la verdadera grandeza.
Ya les escucho repetir
sus filosofías baratas:
"hay que ser severo para enseñar",
y se dejan poseer de ira,
y un poco mueren, y un poco matan,
y en secreto, pobres, dan risa.
¡Mírenles, jóvenes residentes!
Sepan decirles "aikido",
y sepan disculpar su urgencia
de vomitar su violencia verbal,
de escupir sus ínfulas de dios
creyéndose grandes sapientes,
sin ver que somos pequeños sirvientes
sin control real sobre nada... pura vanidad.
Y no permitan que nada negativo
pueda penetrar su halo positivo.

Me llenaste de estrías el cuerpo,
Alter Ego, y de adrenalina y cortisol.
Te disfrazaste de un ideal,
y no eras más que eso que sos.
Me persuadiste con conocimientos,
"conocimiento es poder",
me sedujiste con poder,
me inflaste de petulancia.
¡Ya te conozco, Alter Ego!, y no soy vos;
soy la misma humilde pequeña
que reía mucho en la infancia.
Y vos ya no sos la "noble causa"
con la que te engendraron.
Ya no sos un medio, sos el fin.
Sos el negocio de universidades,
de farmacéuticas y de prepagas,
ahora, fraudulento y resentido
como una bruja burlada.

Me aseveraste que nunca fui poeta.
Me confundiste. Te fundiste conmigo.
Ahora me tenés abducida,
personaje, personalidad,
todas la misma mortal.

Con martillazos en la cabeza
me recordás que no puedo dejar de ser,
ni desconocer
las habilidades adquiridas.
La música,
esa que se guarda en la memoria de tantas manos,
esa salvó más vidas
que las técnicas siempre cambiantes
de cómo salvar las vías
respiratorias, circulatorias, nerviosas.
Cuántas canciones, cuántas poesías
curaron a la humanidad de forma masiva.
Me dijiste que yo era tuya y no de la poesía,
después carcajeaste una risa
sardónica, tetánica, enfermiza.

¿No ven?
El médico exitoso es una empresa.
El altruista está desvelado,
el ambicioso tiene negocios
y el inocente está imputado.

Ahora te llevo en la cartera,
en un documento,
en un sello, en la firma.
en el estatus,
como si fuera un ventrílocuo.
¿Quién es? ¿Quién viene?
No soy mi nombre ni mi familia,
sino el tratamiento que le antecede.

Te llevo en la bata,
en los zapatos,
en los pies cansados
de andar coaccionada
por el horario,
por la prepaga,
por el empresario,
por la norma,
por la imagen,
por el rendimiento,
por la responsabilidad,
por el dividendo.
¡Y que no me equivoque, Alter Ego,
o me herís de culpa que no tengo,
o me culpás de muerte
y me matás de miedo!

Estoy cansada, decepcionada.
Aquí te dejo.
Que otro devuelva los niños a su madre,
que otro firme las defunciones de los que no resistieron.

Y no estoy huyendo.
Solo te estoy poniendo
en mi campo de visión.
Ahora te veo mejor.
Veo que no eras quien decían,
o, quién sabe, tal vez soltaste un demonio en la profesión.

Si siempre fui poeta,
¿por qué poseíste mi alma?
Usaste a los niños para captarme.
Creí que me servías
o que yo te servía de algo.
Cuando los pequeños despertaron
de la muerte, y sonrieron,
solo ahí fuiste de verdad.

Por lo demás, me engatusaste,
y llamemos al pan, pan:
con la presunción disfrazada de logros,
lográndote, no logré nada al final.

Te dejo ahí sentada
vocación cínica y sarcástica,
con mi fantasma
girando la silla blanca.

Vocación hipócrita
que promete mucho
y luego llena de amenazas.
Que solo llena el ego
y no llena el alma.
Que dice que soy necesaria
y solo me deja insegura.
Que no paga lo que vale
y pretende cotizarse con dinero,
y que por cada dos satisfacciones
te tira diez amenazas.

Me equivoqué contigo
serpiente empalada,
servicio prostituido a los seguros
que no dan seguridad en nada.
Seguro es solo morir
a esta vida que mata.

Engañosa, estoica y epicúrea,
dicotómica, paradójica
medicina diabla.
¿Qué clase de ciencia
o qué extraña filosofía
enseña a salvar diez vidas,
pero cuando una se va porque se va,
te encarcela como un criminal?

No entendí que al elegirte
elegía ser un utensilio.
Me designaste a estar sometida
al empresario que vende puro humo.
Tenía que ser parte
de un estado en lamentable estado.
A tener que tener
el carácter moderado,
la orejas sin aros,
y el cuerpo sin alma.
No sos la serpiente altruista
que se levantó en el desierto
y curó al que te miraba.
Sos la serpiente engañosa
que envenenó a la humanidad
y salva al que te paga.
Me equivoqué al elegirte.
Ya no puedo olvidarte.
Pero puedo levantarme
de este escritorio blanco
y dejar en la silla mi bata
con tu nombre bordado.
Que otros vivan tu muerte.
que otros vivan tu vida,
yo me voy a vivir la mía.

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