Hay que guardar el secteto

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De que te quiero en silencio.
No sé cómo fue a pasar.
En cualquier noche subtropical
—ni siquiera recuerdo lo importante:
el tamaño de la luna,
la inquietud del aire,
la sombra de las ramas—,
fue que tu voz me empezó a gustar.
Tu vanidad infectó de amor mi cuerpo.
te vi desde la cortina abierta
con tu lamparita led,
con tus luces y tus sombras, literal.
Te reías mucho al filmarte.
Y empecé a reírme también,
contigo, por vos, de vos,
en cada cuenta de tu red,
de cada filtro, ¡qué loca!,
y vos, sin saber
que ya sabía cómo eras,
virtual, real, idealizada e ideal.
Eras una en los videos,
pero otra en tu ventana.
No estaba preparado;
vos, tan segura,
yo con la cabeza en la bruma,
confundido por la madrugada,
por vos, tus movimientos,
el muñón de tu boca,
el desplazamiento de tu pelo.
Luz, sombra, frente, perfil,
pausar, seguir, pausar y seguir.
Inquietaste mi vida.
Ahora no puedo dormir.
Silencio el celular,
abro un poco las persianas
para malentender lo que mostrás,
imaginar lo que no decís
y tratar de ver lo que ocultás.
¿Qué estoy haciendo?
No te quiero acosar.
¡Pero si ni te vas a enterar!
Hay que guardar el secreto.
¿Dónde dejé el celular?
Las notificaciones están apagadas
pero yo te veo igual.
No sé si compraría esta foto,
me notarías.
Escondido a un costado
como si el marco me hiciera invisible
reafirmo lo que ya sé,
que amo a la vos en fotos,
y también amo a la vos real.
Mejor cierro todo,
y cuando me veas cuando haya amanecido
vas a saludar alto con la mano, con la sonrisa,
sin saber lo que hago,
sin saber lo que pienso,
al que nunca te da likes
pero te escribe, sin que te enteres,
unos tontos versos.

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