CAPÍTULO 11

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El ruido de un coche aparcando captó mi atención. Apenas era mediodía y yo intentaba cocinar algo. No había comido prácticamente nada estos días salvo tequila y cerveza..., desde su muerte. Fui a la ventana y miré con recelo la calle. Había un coche aparcado y pronto salieron dos hombres trajeados. Los maldije, porque sabía quiénes eran. O al menos uno de ellos: Thompson.

Abrí la puerta lo antes que pude y les hice pasar rápido.

—¿Usted es idiota o algo por el estilo? —dije.

—¿Perdona?

—¿A quién se le ocurre presentarse así, y en traje? ¿Es que no os enseñan nada en la academia?

—Joder, Felipa.

—A ver, la chica tiene razón... —saltó el hombre que venía junto a él. Era joven, pero se notaba que llevaba algo de tiempo ya en el cuerpo por su forma de desenvolverse.

Tanto Thompson como yo le lanzamos una mala mirada.

—Podríamos ser unos agentes inmobiliarios —defendió Thompson.

—Aquí no viene ningún agente inmobiliario, Alexander, y menos a estas horas. Es un barrio decente, pero tampoco es el mejor del mundo y la gente habla. Además de vender droga.

Rodó los ojos y se fue directo al sofá del salón.

Nuestra casa era pequeña, pero siempre fue suficiente para nosotras. A mí, a veces, incluso se me hacía grande. Sobre todo ahora. Había un pequeño jardín, o más bien patio, en la parte trasera. Yo no necesitaba espacio, con tener un rincón para mí era suficiente.

Fui a la cocina y saqué la botella de whisky que tenía junto a dos vasos. Regresé al salón y me senté frente a Thompson, en el sillón. El compañero estaba a su lado. Dejé sobre la mesa ambos vasos y los serví. Alexander bebió conmigo.

—Eh... —balbuceó el compañero.

—¿Algún problema? —pregunté, fulminándolo con la mirada.

Alzó ambas manos y se calló. Thompson se echó a reír ligeramente y el dio unos toques en el hombro al chico.

—Beltrán, tranquilo.

Mis codos se apoyaron sobre mis muslos.

—¿A qué debo la visita?

—¿Es necesario volver a pasar por esto, Felipa?

—Quiero oírtelo decir —dije. Él estaba a punto de hablar, pero le detuve alzando mi mano—. Pero además quiero añadir una cosa a nuestro trato.

Desvió por un segundo la mirada, intentando aguantarse las ganas de discutirme, y dio un trago al whisky. Entonces miré al compañero fijamente, luego a él de nuevo. Pareció una eternidad hasta que comprendió lo que quería.

—Beltrán, espérame fuera.

—No —objeté—. Él se va al cuarto que hay al final del pasillo. Y que ni se le ocurra tocar o tan siquiera mirar algo durante más de tres segundos.

Otro silencio hasta que Beltrán se levantó de mala gana y fue hacia donde le indiqué. Tras oír la puerta cerrarse miré a Thompson.

—¿Qué quieres, Felipa?

—Quiero formar parte de la operación que surja.

—¿Es que te has vuelto loca?

—¿Acaso crees que lo estoy?

—Felip...

—Nadie le conoce más que yo, nadie sabe más que yo o tiene la información necesaria —interrumpí—. Y mi trato es ese, tal cuál lo planteo: Yo te doy la información, pero tú aceptas que yo forme parte del cuerpo, del equipo, y me entrenas.

TODO, POR EL PLANWhere stories live. Discover now