CAPÍTULO 25

26 5 0
                                    

Desperté notando sus labios sobre los míos. Estos continuaron por todo mi rostro y descendieron hacia mi cuello. Solté un pequeño gruñido y una sonrisa afloraba por mi cara. Su boca regresó a la mía una vez más.

—Buenos días —le oí susurrar.

Entonces mi ceño se arrugó ligeramente.

—¿Qué hora es?

Siempre me levantaba yo primero, por eso me extrañó.

—Las ocho y media de la mañana —dijo antes de dejar otro beso en mis labios.

—¿Y por qué no estás en la cama conmigo?

Escuché una sonrisa y entonces abrí los ojos.

—Tengo una reunión importante de última hora. Quieren puntualidad y hasta he de llevar traje.

Solté un bufido, desperezándome y colocando el brazo por debajo de mi cabeza.

—¿Tú, en traje? Eso es digno de admirar.

Burlón, se levantó de la cama y me mostró su atuendo. Dio incluso una vuelta, extendiendo la chaqueta hacia atrás. Creo que en ese preciso instante comprendí la magia de los hombres en traje, de esa que tanto hablan. Me apetecía hacerle cosas que no eran de este mundo. Ya le vi en Navidad con camisa, pero esta vez... algo se encendió en mí de forma absurda.

Me incorporé sobre la cama para quedar sentada y alcé mis rodillas hasta abrazarlas.

—Mmm, falta la corbata.

—Nunca llevo. Es la única condición que le pedí aThompson años atrás y me permite.

Fruncí ligeramente el ceño, aún terminando de despertar.

—¿Por qué?

Tardó en responder, además de notar un resquicio de vergüenza en su tono cuando dijo:

—Nunca aprendí a atar una. Además, son incómodas.

Eso último pareció más una excusa que una confesión. Tuve que aguantarme una pequeña risa.

—¿Cómo no vas a saber?

Mi pregunta le indignó, lo vi en sus ojos.

—Pues porque no.

Desvié la mirada hacia la silla donde siempre dejaba sus cosas y la ropa. Vi el porta trajes.

—¿Llevas alguna?

—Siempre está ahí, desde que me compré el traje al completo —dijo yendo hacia la silla—. Pero nunca la he usado.

Abrió el porta trajes y sacó una corbata azul oscuro, mezclado entre añil y eléctrico. Llevaba un patrón abstracto, apenas notorio, pero resaltaba según le daba la luz. Se acercó de nuevo y se sentó a mi lado en la cama. Me la mostró y yo se la quité.

—Me enseñaste a hacer según qué nudos, ¿cómo mierda no vas a saber hacer un sencillo nudo Windsor? —Se encogió de hombros a modo de respuesta—. Ven.

Coloqué la corbata alrededor de su cuello y la ajusté bajo el de la camisa. Mi madre me enseñó, en varias ocasiones yo misma pedía atar la corbata de mi padre para practicar cuando estábamos los tres juntos. En menos de diez segundos la armé y apreté. Alcé la vista y pude ver que él ya me miraba con esa fascinación que tanto me gustaba verle.

—¿Todo se te da tan bien? —se burló con una media sonrisa.

Pasé la lengua por el filo de mis dientes; labios apretados. Metí mi dedo índice por el nudo de la corbata y enganché el sitio exacto. Entonces tiré y la deshice de un sólo movimiento.

TODO, POR EL PLANWhere stories live. Discover now