Capítulo 31

14 5 1
                                    


Pieces —Andrew Belle.
Este Corazón — RBD.
Bad Omens — Just Pretend.



Llegamos al punto y todo iba tal y como lo soñé tras tantas veces. Una de la madrugada y nos encontrábamos en el almacén de un puerto en el que supuestamente mi padre iba a reunirse con el último pez gordo y a ayudarse para repartir cierta mercancía y dinero; posteriormente iniciar ese falso negocio juntos para, supuestamente, volver a levantar México.

Habíamos tomado posiciones y yo llevaba hasta un pinganillo que me proporcionó Sebastián el día anterior con el que estaría en contacto tanto como Thompson, Alexandra y Samuel en secreto.

Se suponía que esa noche, justo tras acabar con el último patrón, ellos capturarían a mi padre y a mi tío. Y todo terminaría.

Le hice una señal en silencio a mi padre, gesticulando, cuando llegamos al laberinto de contenedores. Mientras mi tío llegó y se excusó con que Saúl llegaría algo más tarde y que por ello lo mandó a él como muestra de respeto, nosotros actuábamos por detrás.

Avanzamos en silencio y recorrimos todo mientras eliminábamos a los escoltas a base de hundirles un cuchillo en plena garganta por la espalda. ¿Quién iba a decirme que la única vez que mi padre y yo hicimos algo juntos, pero de verdad, sería matar gente?

Gracias a mis indicaciones, dado que yo sabía por Thompson y el resto del equipo dónde estaban todos ubicados, llegamos al punto en poco más de diez minutos. Ya podíamos oír a mi tío buscando conversación como acordamos.

Mi padre hizo señas, queriéndome indicar que él manejaría la situación. No obstante, eso no entraba en los planes. Sacudí mi mano hacia él como negativa y entonces, habiendo calculado todo en mi mente, hice mi actuación. Disparé tres veces sin pestañear: una al jefe en la cabeza, una al aire, no muy lejos del primer tiro, y otro a un contenedor cerca de los esbirros que trajo.

—¡Lipa! —gruñó mi padre sacando su pistola y me acerqué a él mientras controlaba a los dos escoltas.

El tío Ricardo disparó intentando defendernos y un tiroteo comenzó dando inicio a todo.

—¡Es una emboscada! ¡Nos vendieron! —les dije para defender mi pretencioso ataque—. ¡Ahí detrás! —Señalé y entonces fijé mi atención en Saúl; fui hacia él—. Pa, tienes que esconderte. Van a por ti. Llévate al tío Ricardo contigo. Ve por esa zona, los escuché venir por el otro lado. Ve y no me discutas, necesito que confíes en mí porque tengo un posible plan. Te veo en un rato junto a las lanchas, yo voy a despejar esto. Si algo sale mal, quiero que vayan hacia donde te dije antes, lo más rápido que puedas. Pase lo que pase. Yo te buscaré.

—Felipa, ¿qué ocurre?

—Los sacaré de esto. Confía en mí —dije, sonriéndole amargamente. Dejé un fuerte beso en su mejilla y me dispuse a correr, alejándome tanto como pude.

Llegó el momento. Era la hora de actuar y no había vuelta atrás. Había tomado una decisión, la final. Todos deberían aceptarla y aprender a vivir con ella. Escuché cómo me llamaba, pero no podía echar la vista atrás. Ya no.

Y más que nunca, en ese instante, comprendí a mi madre; sus decisiones. Porque hay cosas que, por mucho que queramos, no son la solución al problema. Tan sólo lo es el sacrificio que uno acepta. Y yo hice el mío.

Así como me movía entre los contenedores, los cuatro discutíamos por el pinganillo. Yo les indicaba hacia dónde ir mientras yo iba a asegurarme de que mi misión terminaba como decidí en un final.

—Él va a ponerse a salvo con mi tío. Cuando me reencuentre con él vienen ustedes. Creo que encontré el cargamento final, el que buscábamos —informé minutos después—. Está cerrado, pero creo que hay alguien dentro. Algo no me cuadra.

—Ya vamos. Pasa las coordenadas y ahora mandamos al equipo y los artificieros contigo a revisarlo —dijo Thompson—. ¿Dónde mierda está tu padre, Felipa?

—¡Voy a intentar entrar! —grité por el pinganillo.

—¡Lipa, no! —escuché a Samuel.

—¡Yo puedo! —aseguré.

Todo era caótico. El FBI ya estaba interviniendo y mi padre intentaba escapar inútilmente. Los tiros inundaban todo el puerto y yo debía fijar mi atención en que nadie me viese.

—¡Quédate donde estás! —ordenó Thompson, pero yo tenía que acabar con mi plan. A mi modo. Oí que informaba de algo del contenedor que no entendí.

A medida que corría, sentía mi corazón latir con suma fuerza; pegado a la garganta. El sudor empapaba mi cuerpo y yo reunía todo el valor para poder acabar lo que empecé.

Todo el mundo ganaría esa noche... salvo yo. Porque yo lo echaría todo a una mísera y última carta. Y es que para todo en esta vida había un precio que pagar; algo que apostar. Nada era gratis. Y yo debía perder esta jugada.

—La fortuna es para los valientes —dije por el pinganillo y una sonrisa angustiosa se me formó en el rostro. A nadie le gustan las despedidas, y menos decirle adiós a la única persona que te amó con todas tus flaquezas y te hizo sentir viva cuando creíste haber muerto—. No existe ni podemos atraparla. Hay que crearla.

Podía escucharles incluso tras caérseme el auricular. Sobre todo su voz suplicando que me quedase con él; a su lado. Pero tuve que ser fuerte como ya nos tocó una vez. Y esta por los dos. Mi mente estaba demasiado ocupada; repleta de otras preocupaciones que tenía entre manos en ese preciso instante para que todos saliese bien. Pero cierto es que lo último que llegué a oír de verdad, y que marcó un antes y un después para todo, absolutamente todo, fue un largo pitido  y mi alrededor volverse oscuro hasta luego caer en completo silencio tan pronto abrí el contenedor.

TODO, POR EL PLANWhere stories live. Discover now