CAPÍTULO 16

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—¡Vamos! —le oía decir.

Mi cuerpo aguantaba, pero tras media hora mis brazos comenzaban a fallar. Se suponía que debía a recorrer la piscina cincuenta veces como practiqué esa clase, pero esta vez sin parar. Entrenábamos mi resistencia de nuevo tras recuperarme del boxeo. Habíamos pasado a la segunda etapa de entrenamiento dos semanas más tarde, cambiando escenarios para que mi cuerpo se adaptase a cualquier posible situación. Seguía con todo lo previo, pero a medida que el tiempo pasaba íbamos incluyendo ejercicios nuevos formando aparte una especie de circuito que practicaba una vez por semana hasta el supuesto examen final: una prueba donde debería demostrar todas esas aptitudes.

Quería meterme de lleno en la operación que significaría el final de mi padre. Había estado sopesándolo. Thompson pretendía una cosa, pero desde hacía un tiempo mi intención era otra. Iba a acabar con mi padre, sí. Pero yo misma armaría mi propio y personal plan, y todo funcionaría a mi manera. Cuando viese qué tanto mejoré en tan poco tiempo, eso le haría replanteárselo. Y yo estaba dispuesta a todo por conseguirlo.

Pero no ahora. No hasta que tuviese cada detalle de mi plan seguro. Quedaba poco. Porque si iba a acabar con ese hijo de puta, lo haría bien y saliendo por la puerta grande.

Apenas me quedaban cinco idas. Sentía que estaba al borde del desmayo una vez más, pero no iba a detenerme bajo ningún concepto. Mis piernas no respomdían como al principio, pero mi mente no era capaz de decir basta. Y quizá, sólo por eso, el destino se interpuso y lo decidió por mí.

Grité de dolor. Tanto, que no pude continuar y me hundí. Ambos músculos de mis piernas se montaron repentinamente y no pude ni moverme. Sabía cómo remediarlo, pero cuando una se estaba ahogando en una piscina era un poco más complicado.

Escuché cómo se tiraba al agua mientras yo intentaba no morir de manera absurda. Evidentemente, tras tanto esfuerzo, mi cuerpo estalló.

Sentí cómo me sujetó y me subió a la superficie. Me llevó hacia las escaleras de la piscina y me sacó a rastras. Me tumbó y comencé a toser, expulsando el agua que tragué. Su mano sujetaba mi cabeza para incorporarme y ayudarme.

—Lipa, ¿estás bien? —preguntó.

Conseguí abrir los ojos y me ayudó a quedarme sentada.

—Sí... —logré decir—. Las piernas...

Sujetó mi rostro y comprobó que estuviese de una pieza.

—Te dije que no podíamos empezar tan fuerte. Y que no eran obligatorias las cincuenta idas. ¿Por qué nunca paras?

—Sólo se me han montado los gemelos y se me olvidó cómo actuar.

—Y por ello casi te ahogas —reprendió.

—La proxim...

—Cállate —me ordenó, y creo que fue la primera vez que le hice caso sin rechistar. Pero es que tampoco podía. Fue a mis pies y los estiró hacia arriba para desmontar los gemelos—. Dejaremos la natación por esta semana, necesito que estés al cien por cien.

Me ayudó a levantarme y mantenerme en pie. Mi cuerpo temblaba con apenas intentar andar, y es que tras tanto esfuerzo apenas podía mantenerse por sí solo. Samuel me agarró por la cintura y me ayudó.

—Sólo me quedaban cuatro —comenté orgullosa.

—Podría haberte ocurrido algo, Lipa —dijo y sentí su mosqueo—. ¿Que mierda esperabas?

Me llevaba hacia mi cuarto, pero me volvieron a fallar las piernas. Y joder, cómo dolió.

—Mierda —masculló. Colocó mis manos alrededor de su cuello y me agarró en brazos—. Sujétate.

TODO, POR EL PLANWhere stories live. Discover now