CAPÍTULO 30

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Esa mañana desperté radiante. Mentiría si no admitiese que gran parte fue gracias a él porque, a pesar de que el plan iba como debía, haber estado con él me levantó aún más el ánimo. Y no sólo eso. El hecho de haber recuperado mi brazalete y ver un nuevo abalorio me hizo feliz.

Él estaba cumpliendo el sueño de mi madre y llenaba la pulsera con recuerdos nuestros.

Tras la fiesta, ese día hablamos sobre los falsos nuevos negocios y cómo terminaríamos de hacernos con todo. Porque esa noche anclamos el futuro de los Cambeiro. Habíamos creado amistades que, tras un fatídico suceso, seguirían a nuestro lado. Exactamente lo que queríamos.

Como siempre, yo al mando. Convencí a mi padre para que ahora atacásemos a todos los cárteles de la reunión amistosa en sincronía y mediante engaño; hacer creer que todos, incluidos nosotros, éramos víctimas.

—Daremos el soplo, creerán que han estado vigilados, pero lo haremos cuando nosotros hayamos controlado la situación y podamos llegar antes. Luego haremos la de que a nosotros también nos jodieron —expliqué—. Así cuando la DEA o el FBI intervenga tu quedarás como el bueno y el que fue a ayudar, incluso una víctima. Nadie creerá que tu empezaste todo ni te lo llevaste.

A veces me resultaba tan hilarante la fe que derrochaba en mí que hasta me asustaba. Si algo decía, mi padre se metía de lleno en ello. Confiaba más en mí que en su propio hermano y Ricardo había pasado a un tercer plano. Pero eso era beneficioso, porque así lo mantenía alejado de todo mi trabajo con el FBI y no sospechaba nada. Llegados a este punto, me dejaban actuar sola y se la creían toda.

Hoy tan sólo tocaba descansar, me lo pude permitir. En unos días saldría para hablar con Sebastián con alguna excusa y le explicaría cómo funcionaría todo, además de pagarle.

Así, sin muchos más detalles, Felipa Calahua se agarró unas buenas vacaciones los días siguientes basadas en tomar el sol; un poco, o más bien demasiado, mezcal y escuchar conversaciones privadas dado que ahora teníamos acceso a todos los cárteles y recopilaba información para Thompson.

No era fácil mantener a cada uno con un plan distinto y que ninguno sospechase o algo se viniese abajo, pero al haberme ganado la confianza, además de haber aprendido del mejor a mentir y actuar, todo fluyó como la seda.

Y yo tenía a todo el mundo comiendo de mi mano.

***

Sonreía más y más a medida que escuchaba las noticias en televisión. Se convirtió en una de las más chocantes de la década —por lo menos—, ya que anunciaban que el FBI y la DEA hallaron tres cárteles al completo en menos de dos meses, de los más importantes en México, pero la mayoría de los involucrados muertos. Incluido los jefes. Ventajas de tener al mayor sicario de México de tu parte, supongo. Y al FBI, por descontado.

Una vez más, nadie habló sobre el extraño suceso de que no apareciese ni un mísero dólar. Mi padre creía que robé diez millones de un simple cártel mientras que la realidad era que cayeron treinta. Una parte iba destinada a Sebastián, como acordamos, gracias a su trabajo.

Y así, con todos.

El labio me dolía. El golpe que me asestaron anoche actuando de forma encubierta aún podía revivirlo si lo pensaba demasiado. Debido a mi idea, Saúl acogió y ayudó a los pocos supervivientes como planeamos. Nadie sospechó de nosotros dado que sacrificamos cosas importantes, como era obvio, para dejarnos como otros afectados y los próximos en caer. El equipo estaba al tanto de todo a través de Sebastián.

TODO, POR EL PLANWhere stories live. Discover now