◦•●◉✿ 𝐶𝐴𝑃𝐼́𝑇𝑈𝐿𝑂 ❹ ✿◉●•◦

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𝑃𝑜𝑙𝑖𝑐𝑖́𝑎 𝐶𝑜𝑟𝑟𝑢𝑝𝑡𝑜 𝑎𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑐𝑎𝑡𝑒,

𝑂𝑡𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑧.

Luego de lo último, el poli se marchó y me quedé aquí sola. No sé cómo es que pude dormir en esta celda que ni siquiera era un poquito cálida y tampoco sé en qué momento llegó la mañana. En cierto modo creo que merezco estar aquí porque, lo admito, he hecho cosas malas.

Como matar personas.

Y esta vez en serio no tuve la culpa de nada.

En realidad, sí, porque tú llevaste el frasco con cianuro a la fiesta.

Bueno sí, pero eso no tiene nada que ver ya que me robaron el frasco y ahora me incriminan. Además, juro que me voy a vengar. Sin embargo, volviendo al tema y asqueroso lugar donde me encuentro, Luka o como se llame el Policía Corrupto, me mira fijamente esperando que yo confiese algo que esta vez no hice.

Suspiré pesadamente para relajarme. Inhalé cosas buenas, paciencia, paz mental, arcoíris y unicornios voladores. Exhalé cosas malas, impaciencia, caos, tormentas eléctricas y gnomos asesinos.

Me senté con mi mejor humor en la cama-asiento-clóset más dura que una piedra y sonreí ampliamente. Lamentablemente, mi trasero lo sufrió.

Suspiré una vez más e inhalé más arcoíris y unicornios voladores para luego mirar al Policía Corrupto a los ojos.

—Sí, yo llevé el frasco con cianuro a la fiesta, porque, sinceramente, mi objetivo era el pastor del pueblo. Pero luego de unos tragos olvidé eso y me sumé a la fiesta. No sé en qué momento me robaron el frasco ni cuando volvieron a colocarlo dentro de mi bolsita. Esa es mi historia, esa es la verdad y todo lo que sé —aclaré con lentitud, añadiendo cada palabra con una calma exasperante hasta para mí que soy la hablante—. ¿No me crees? ¿Sigues sin creerme?

—Bien, te creeré. Te salvaré también esta vez como todas las demás —concluyó él, levantándose de la silla en la que se encontraba frente a mí, a través de los barrotes de la celda.

Él se dió la vuelta para irse aunque yo no lo dejaría irse todavía.

—Ahora me toca quejarme —anuncié yo, tenía muchas cosas de las cuales quejarme—. En primer lugar: me han dejado marcas muy notorias en los brazos estos animales compañeros tuyos cuando me han traído consigo a este mugroso lugar. Eso no se hace. En segundo lugar: me han tratado muy mal; no me han tratado como a una dama, sois unos maleducados, no tenéis modales ni moral —finalicé yo.

—No hables de moral, Nanda —proclamó el alguacil.

—¿De qué moral hablas tú? Tú, el policía corrupto. Si de verdad tuvieras moral no la habrías ayudado nunca y hubieras hecho bien tu trabajo, que era mantenerla encarcelada por los años que le toca —habló alguien, entrando a la sala donde el poli y yo nos encontrábamos.

Era el nuevo vecino.

—¿Pero qué...? ¿Cómo sabes...? —intentó preguntar Luka.

Me quedé estupefacta.

—Lo he escuchado todo —admitió Hal, encogiéndose de hombros.

¿Acaso sabrá que somos Poison Ghost?

No tengo la menor idea, pero igual debo eliminarlo a toda costa. No puedo arriesgarme a que lo sepa.

ᨏᨐᨓ ᨓᨐᨏ

Al final me dejaron ir, aproximadamente a las 6:00 de la tarde, libre de cargos y todo quedó como un malentendido y que alguien me había incriminado injustamente. Los habitantes de mi querido pueblo, fundando por mi tatarabuelo, creyeron también en mi inocencia.

Me fui a mi casa ya que sabía de la vigilancia y el seguimiento del alguacil. No me arriesgaría a que él hiciera su trabajo y reuniera pruebas de todos mis crímenes.

Oh, no. Claro que no.

Entonces, me metí a mi preciado cuarto de baño para darme una larga ducha y así quitarme el olor a prisión que llevaba desde que puse un pie —a la fuerza— dentro de aquella mugrosa celda de la comisaría.

Me quité la ropa, entré a la regadera y abrí la ducha. El agua prácticamente congelada —eso es una exageración pero sí estaba fría— comenzó a caer sobre mí, mojando mi cabello rojizo.

Por lo menos una hermosa hora después terminé mi ducha. Mi piel estaba arrugada después de tanto tiempo expuesta al agua. Suspiré, me sequé un poco con una toalla negra y envuelta en esta salí del baño.

Solo con una toalla cubriendo mi cuerpo me dirigí a mi habitación. Atravesé el pasillo y luego de dos puertas por fin llegué a mi dormitorio, entré y busqué una ropa para ponerme.

Tenía un poco de frío gracias al agua sin calentar así que me puse un suéter —no me puse un brasier— y un pantalón de mezclilla que me quedaba un poco ajustado en mis muslos y caderas, junto a un par de sandalias de color marrón.

Agarré la secadora de cabello y la conecté al enchufe de la corriente eléctrica. La encendí y comencé a secarme el pelo, cosa en la que demoré media hora.

Bajé las escaleras y me preparé un delicioso sándwich con queso, esa sería mi cena, la cual acompañaría con una lata de refresco Coca-Cola.

Eso es de vagabundos, Nanda.

Pero es lo que hay, conciencia. Además no tengo muchas ganas de cocinar algo y me muero del sueño.

Nuevamente subí a mi habitación, me lancé a la cama y me adentré en un profundo sueño.

Desperté como una rosa a la mañana siguiente. Había soñado algo aunque no recordaba muy bien lo que era. Por eso le resté importancia y me preparé para iniciar mi día, día en el que mataría sin piedad a mi vecino. La razón: no había razón, solo lo consideraba peligroso y aquí la peligrosa soy yo.

Crearía un plan simple aunque inquebrantable para eliminarlo de mi camino. Es sencillo: cuando esté distraído lo asesino.

En algún momento entraré a su casa y echaré cianuro en cualquier bebida que él se beberá, por ejemplo agua o alguna bebida alcohólica. Si eso no funciona entonces lo llevo a mi mansión y lo enveneno.

—¿Nanda Harris?

Una voz me desconcentra y me hace salir abruptamente de mis pensamientos, y cierto estoy en el supermercado. Lo había olvidado completamente.

Volteé para encontrarme con una mirada perturbadora de parte del misterioso Hal.

—Te veo distraída, ¿estás bien? —inquirió el chico, con ese destello de peligrosidad característico en sus ojos.

—Conmigo no tienes que ser así, Hal, conmigo eso ya no te queda bien. Sé que sabes quién soy yo y te advierto que no deberías estar tan cerca de mí —planteé sin titubeos, mortalmente calmada.

—Veo que se me cayó la máscara con tu persona, perfecto, entonces. Odio fingir que soy buena persona aunque se me nota por encima de la ropa que soy peligroso. Además —se acercó más a mí y me miró fijamente a los ojos, intimidante—, ¿y qué si estoy cerca de ti? De cualquier modo no vas a escapar de mí, Poison Ghost, porque para mí eres otro conejillo de indias.

Diciendo esto, el muy hijo de perra se marchó sin mirar atrás.

༺ღ༒ ܻ⨍ꪱׁׁׁׅׅׅ݊ꪀ ժׁׅ݊ꫀׁׅܻ݊ᥣׁׅ֪ ᝯׁ֒ɑׁׅ℘ꪱׁׁׁׅׅׅ́tׁׅυׁׅᥣׁׅ֪ᨵׁׅׅ ༒ღ༻

Efecto Cianuro [Parte 1 y 2]Where stories live. Discover now