𝒜 𝒫𝓇𝑜𝓉𝑒𝒸𝓉𝒾𝑜𝓃 𝒻𝑜𝓇 𝒶 𝒫𝓇𝒾𝒸𝑒

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Miró su mano, fijándose en su muñeca derecha, donde apenas un día antes había sido marcada con aquella cruz negra. Un tatuaje que, desde entonces, la conectaba de alguna manera con Gu-won. Cerró los ojos y revivió los momentos recientes, cuando él la había protegido del extraño líquido lanzado por un motociclista con casco negro.

Al abrir los ojos de nuevo, contempló su mano y la cruz, luego el saco que llevaba puesto. Solo llevaba un vestido y, afortunadamente, Gu-won le prestó su saco. Ya estaba seca, gracias a los misteriosos poderes de Gu-won. Bufó por lo bajo, reconociendo que había notado algo fuera de lo común. Y ahora, por alguna extraña razón, ella tenía el tatuaje que le otorgaba poderes. Qué suerte.

Utilizó el saco de Gu-won para cubrir el tatuaje, observó la habitación en la que se encontraba, una oficina de la comisaría. Estaba allí para presentar, una vez más, una queja por el intento de ataque que había sufrido. Respiró profundamente, frunciendo el ceño ante el aroma varonil que llegó a sus fosas nasales. Era un aroma nuevo para ella, no era como el de los demás hombres que siempre se le acercaban y con su aroma la atareaban. No, ese aroma era sutil y varonil, algo que podía ser fácil de pasar de largo pero a la vez te obliga a no olvidarlo. ¿Desde cuándo le gustaba el aroma de los perfumes masculinos?

Sacudió la cabeza para despejar esas ideas de su mente. Supuestamente, odiaba a Gu-won, y eso era lo que iba a persistir. No le estaba permitido sentir emociones distintas hacia otros hombres, y así lo cumpliría.

La puerta se abrió, sacándola de sus pensamientos, y entró un oficial.

—Analizamos el líquido en el suelo —comentó sentándose frente a ella—, y resultó ser ácido sulfúrico. Si esa concentración y cantidad te hubiera salpicado la cara, se habría derretido, habría sido mortal.

Ella lo sabía, no era tonta. Fue la mejor en química en toda su vida estudiantil. Por eso, cuando vio el líquido, se dio la vuelta. No le importaba lastimarse su espalda o brazos; al menos, se pondría vendajes y demás, pero la cara era más delicada. Y de ser así, de todas maneras le quedaban meses de vida. Tenía una enfermedad terminal que no tenía cura, y que la hacía sufrir cada día más. Por eso, había decidido vivir al máximo, sin importarle nada ni nadie. Hasta que apareció Gu-won, y lo cambió todo.

—Es muy probable que el objetivo seas tú —continuó hablando el oficial.

—¿Probable? —preguntó la chica con incredulidad y dureza—. Ya van dos veces que intentan asesinarme. ¿Y ustedes aún lo consideran "probable"?

—Estamos haciendo todo lo posible por usted, señorita Do. ¿Sospecha de alguien? —cuestionó el oficial—. ¿Se le ocurre algo?

—Nada —contestó fríamente—. No sé quién podría guardarme tanto rencor. De todo mi repertorio, quizás hasta mi hermana —dijo burlona pero con seriedad.

𝓛𝓪 𝓗𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓪 𝔂 𝓔𝓵 𝓓𝓮𝓶𝓸𝓷𝓲𝓸 | 마이 데몬Where stories live. Discover now