𝒯𝒽𝑒 𝓈𝒶𝒸𝓇𝒾𝒻𝒾𝒸𝑒

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En el tejido de la vida cotidiana, estamos rodeados de señales, algunas tan claras como la luz roja de un semáforo y otras tan sutiles como el cambio en el tono de una conversación. Estas señales, ya sean visuales, auditivas o táctiles, son los lenguajes secretos que nos guían, nos advierten y a menudo nos revelan verdades ocultas.

Las señales en la vida diaria pueden ser tan directas como un letrero de "Pare" en la carretera, instándonos a detenernos y observar antes de avanzar. Son las luces de colores que nos indican cuándo es seguro cruzar una calle y cuándo debemos esperar. Estas señales son vitales, diseñadas para protegernos y mantener el orden en un mundo que, sin ellas, caería en el caos.

Las señales son más complejas y a menudo requieren una interpretación más profunda. Un silencio prolongado, una mirada esquiva, o incluso la falta de respuesta a un mensaje pueden ser indicativos de que algo no va bien. Estas señales emocionales y sociales son cruciales para navegar por el complejo laberinto de nuestras interacciones con los demás.

Las señales son datos, son los patrones que buscamos en el ruido de fondo del universo para descubrir nuevas verdades. Son las fluctuaciones en las ondas gravitacionales que nos hablan de colisiones de estrellas lejanas y los picos en un gráfico que pueden indicar la presencia de una nueva partícula subatómica.

Las señales pueden ser tan evidentes como el oscurecimiento del cielo antes de una tormenta, instándonos a buscar refugio, o tan delicadas como el cambio en el comportamiento de un animal que presiente un desastre natural. Estas señales son una parte integral de la supervivencia y la evolución.

Las señales pueden ser gestos de bondad y empatía, como ofrecer un paraguas a un extraño durante una lluvia inesperada, o pueden ser tan sutiles como el roce accidental de dos manos, que puede desencadenar una cascada de emociones y posibilidades.

Las señales están en todas partes, pero ¿estamos siempre atentos a ellas? ¿Sabemos interpretarlas correctamente? ¿O a veces ignoramos las señales más críticas hasta que es demasiado tarde?

Yeon-seo yacía en su cama, los ojos abiertos fijos en el techo de colores pastel que había sido el amor a primera vista, el que la convenció de que ese departamento, ese cuarto, sería su hogar. Seis años habían pasado desde entonces, un suspiro en el vórtice del tiempo. Las señales habían estado allí, claras y persistentes: náuseas, mareos, una fatiga que se enredaba en sus huesos y un humor que fluctuaba como las mareas. Incluso Bobby, su leal compañero canino, parecía más protector que nunca. Pero ella había elegido ignorarlas, hasta ahora.

Con un suspiro de frustración, Yeon-seo se cubrió el rostro con la almohada, el peso de la realidad presionando contra su piel. Voy a ser madre pensó ¿estoy lista para esto? La almohada cayó al suelo mientras se levantaba y se dirigía al espejo. Levantó su blusa ligeramente y observó su abdomen. Aún plano, pero con la promesa de una nueva vida comenzando a asomarse en su parte baja. Se abrazó a sí misma, buscando consuelo en su propio toque.

—¿Tengo miedo de ser madre o de cómo reaccionará Gu-won al ser padre? —murmuró para sí misma.

Las preguntas la acosaban mientras salía de su habitación hacia la cocina. ¿Debería decirle a Gu-won? ¿Y si guardo el secreto? Pero no, los secretos tienen una forma de crecer, al igual que el niño que llevaba dentro. ¿Y si él me rechaza? La posibilidad la aterraba. Gu-won había sido un demonio durante dos siglos; la idea de una familia podría serle ajena.

Agarrándose la cabeza, la desesperación comenzó a asentarse, pero entonces sus ojos se posaron en los estantes. Ingredientes para un pastel: harina, huevos, mantequilla, azúcar. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Esto es lo que necesito, una distracción.

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⏰ Last updated: May 15 ⏰

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𝓛𝓪 𝓗𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓪 𝔂 𝓔𝓵 𝓓𝓮𝓶𝓸𝓷𝓲𝓸 | 마이 데몬Where stories live. Discover now