Ella era la heredera de una de las compañías más poderosas y millonarias del mundo, pero había un precio que pagar: Debía casarse con un hombre que no conocía ni amaba. Ella no creía en el amor, pues siempre le había traído dolor y decepción. Por es...
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—¿Quieres un trago? —pregunto el chico mirándola mientras mostraba la botella de vino.
Yeon-seo se giró a Gu-won y le sonrió levemente, agradecida por su presencia y su apoyo. Él la seguía mirando con seriedad, pero también le sonrió, admirado por su fortaleza y su belleza. Do-hee observó aquellas acciones de ambos jóvenes, y sonrió con esperanza, sabiendo que quizás ese era el inicio de Yeon-seo hacia su cercanía a los hombres. Yeon-seo rompió el contacto y caminó hacia el banco de color blanco, buscando un lugar donde sentarse. Do-hee la siguió y se sentó junto a ella, abrazándola con cariño. Gu-won les sirvió a ambas hermanas una copa de vino y luego él se sentó detrás de ellas, cuidándolas y dándoles su espacio a la vez.
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—Cheon-sook solía esconderse aquí cuando se sentía triste —empezó a decir Do-hee recordando a la señora Joo, que siempre encontraba refugio en el invernadero, rodeada de sus plantas favoritas.
—Yo siempre entendí la razón —habló Yeon-seo, recordando las veces que había acompañado a la señora Joo en el invernadero, escuchando sus historias, sus consejos, sus confesiones—. Por eso venía cada que podía a acompañarla. El invernadero no solo protegía sus plantas, también la protegía a ella —dijo, con nostalgia.
