Capítulo 18🌺

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Capítulo 18:

          Estaba sola en el apartamento, mis cosas estaban por todos lados y solo llevaba puesta mi ropa interior. En el viejo sofá me senté, tenía miles de preguntas. ¿Por qué me gustó tanto y a la vez siento que me falta algo? Quizás fue muy bueno, pero la idea de que para él no soy nada me atormenta. Me aterra que vuelvan a romperme el corazón, esta vez incluso entregué mi cuerpo.

Recogí cada prenda en el suelo, quería darme una ducha y ponerme el gran abrigo de Pablo. Comería alguna sopa enlatada recalentada y miraría la tele. No tenía ganas de hacer mis deberes o algo similar, solo quería hundirme en el mundo de la vagancia.

…Narra Pablo…

      El cuerpo de Victoria no salía de mi cabeza, estaba jodidamente centrado pensando en cada parte de ella. Su piel era delicada, parecida a la de un bebé. Su cara perversa no sale tampoco de mi mente, siempre la he visto como una chica seria. Pero, lo que menos imaginé es que yo era su primer hombre y ¿Cómo alguien se avergüenza de ser virgen?. Es un privilegio encontrar a una mujer que no estaría con cualquiera.

Los vínculos con ella estaban aumentando, quizás me estaba enamorando. Pero, el miedo de tener una relación seria aún vive en mí. Beatriz es la persona indicada, hemos tenido tantas charlas que ya conoce mi mente. Necesito escucharla y desahogarme, ella me dirá que hacer.

Estacioné mi bici fuera de su casa, quedaba un poco más lejos que su consulta. Toqué el timbre y salió un señor alto y calvo, vestía de traje con corbata. Llevaba en sus manos a una pequeña con el mismo rostro de la doctora, aparentaba ser de unos tres o cuatro años.

—¿Desea algo?—preguntó muy serio.

—Me gustaría hablar con…

—Pablo...— una voz dulce me interrumpió. La doctora salía de su cocina con un delantal y secando sus manos unos guantes— .Por favor pasa. Víctor él es Pablo, el joven del que te hablé.

—Mucho gusto. Yo soy Víctor y ella es Victoria— me dio su mano y cordialmente repetí su gesto. Victoria, el nombre de la niña hizo que mi corazón se apretara dentro del pecho.

Beatriz me invitó a pasar a su acogedora casa. Era de color salmón y en los ventanales había cortinas blancas. En una pared miles de certificados y una gran foto familiar. Tenía pocas plantas en su casa, eso me llamó mucho la atención porque en su consulta habían muchas. Y solo un par de muebles blancos con una mesita pequeña en el medio.

La cocina era moderna. Era blanca
con algunas cosas en negro y rojo. Me indicó que me sentara en una de las banquetas que estaban cerca de una meseta que había en el centro de la cocina.

—Cuéntame ¿Por qué estás aquí?—puso un pavo en el horno y luego se acercó a mí.

—Perdona que venga a estas horas, pero ya tú conoces mi forma de pensar. Creo que me está gustando alguien más de lo que yo esperaba. Pero, a la vez siento ese miedo de que todo vuelva a pasar.

—Pablo, aún no dejas aquella historia de amor. ¿Esta chica te pone agresivo?

—No, al contrario. Ni siquiera pienso en mi pasado cuando estoy con ella— me acomodé apoyando mis manos sobre la fría y dura meseta— .Te cuento todo esto, no sé porque. Entré contigo por mis problemas de ira y terminaste siendo mi consejera.

—Porque todo está vinculado. Tus problemas de ira comenzaron cuando nació tu hermano, fruto de una relación con un hombre casado. Ver a tu mamá triste provocó que eso te molestara mucho. Luego te encaprichaste con una chica que estaba ajena a lo que son los sentimientos, como era a la primera te hizo daño. Creaste un concepto erróneo del amor y eso ahora te provoca miedos.

—Ahora mismo, el único miedo que tengo es en hacerle daño a ella—confesé apretando mis labios—.Creo, que me siento insuficiente a su lado.

—Devuélvele el amor que recibes de ella. Cuando queremos evitamos hacer daño, es parte de nosotros.

—Entiendo, veré que pudo hacer. Aunque, quiero evitar ser su novio. Le haré feliz sin serlo, no quiero que me reclamen cuando haga las cosas mal.

Ella aguantó un poco lo que quería decirme, creo que mi comentario no fue apropiado. Pero, fue la verdad. Voy a hacerla feliz sin ser su novio. Sé que un día me iré de su vida y no quiero crear una costumbre. O al menos, eso pienso yo.

—Otra cosa ¿Puedo ausentarme el sábado? Es el cumple de mi mejor amigo— dije y ella asintió—. Ahora debo irme, gracias por escucharme. Carolinita debe estar preocupada.

—No hay de qué, cuídate mucho.

Víctor jugaba con su pequeña en la sala. Recordé cuando tenía la edad de la pequeña. Mi papá siempre buscaba una forma de pasar tiempo conmigo. Me despedí de ellos y caminé hasta la puerta, solo me queda ir hasta mi casa. Tenía que dar unos cuantos pasos, no iba a ir en la bicicleta. Caminar despeja la mente, eso necesitaba yo.

Mi madre estaba como cada noche en la cocina junto a Max quien solo sabía hacer preguntas. El olor a carne asada invadió mi olfato y los recuerdos de mi niñez vinieron a mi cabeza. Mi padre solía cocinarla, era un excelente cocinero. Por un momento sentí mis ojos humedecerse, pero la voz de mi padre sonó en mi cabeza “Los hombres no lloran”. Era la frase que solía decirme cuando mis juguetes se rompían. Aunque, lástima que fui aplicándola en todos los obstáculos que la vida me daba.

—Buenas noches— hablé y mi madre pegó un brinco.

—Pablo, eso no se hace— me regañó Max.

—Los enanos no opinan—me sacó la lengua y me acerqué a mi madre—. Quería decirte que hoy llegue tarde porque…

—Yo lo sé, Beatriz me avisó— me interrumpió—. No te preocupes, pero por favor avísame antes. Ahora báñate, en unos minutos cenamos.

Entré a la ducha, necesita sentir el agua tibia y la espuma formarse en mi cuerpo. Pero, lamentaba que el rastro de Victoria se eliminara de mi cuerpo. Esperaba que ella se sintiera igual, aunque no puedo decir lo que siento. Lo triste de todo, es que antes de ella yo creía no sentir. ¿Será ella la jardinera que le dará vida a mi jardín? O ¿Yo seré el idiota esta vez?.

La mesa ya estaba servida cuando salí. Max ya estaba cogiendo el filete de carne con las manos, ignorando los vegetales que mi madre nos obligaba a comer. Me senté en la mesa, mi madre se había adelantado y solo me puso la carne sin los alimentos verdes.

—¿Por qué no me pusiste vegetales esta vez?— estaba confundido. Con cualquier comida nos obligaba a comer algo verde.

—Es carne asada, el plato que tu padre te enseñó a comerlo solo. Tampoco te libraste de ellos, terminas ahí y te doy un plato con vegetales.

—Bueno, al menos es un alivio disfrutar la textura de la carne— susurré.

Max miraba de reojo los vegetales. Él odia comerlos, a veces hacemos algunos negocios cuando nuestra madre no nos mira. Una vez no pudo jugar en la play por un tiempo, tuve que comer vegetales doble y valió la pena.

…Nota de la autora…❤️
Bueno, espero que les haya gustado el capítulo… Besos.

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No hay diferencias en el amor©️ [COMPLETO]✔️Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt