8: En automático

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— Kayla. — Me saluda mi abuelo con una gran sonrisa — ¿Y esas ojeras?

— El trabajo, abuelo, me quede hasta tarde terminando los proyectos que tenía pendiente de la otra oficina con Mauro. — Le informé — Al final nunca desayunamos juntos, ¿no quieres desayunar conmigo, acaso, abuelo?

Ríe un poco — Yo encantado de desayunar contigo, Kayla, lo sabes.

— Lo sé, solo te estoy molestando. — Dije poniéndome a su costado para saludar a los que llegaban — ¿Vendrá el señor Herrera con su hija? Ayer me mandó a volar, así que no tengo ni idea si lo hará.

Asintió viendo hacia el frente con una sonrisa — ¿Qué le hiciste a tu esposa para que lo haga?

— Nada, no sé qué la pudo hacer enojar, esa chica es complicada, abuelo. — Respondí — ¿Podrías dejar de llamarla "mi esposa"? Esa noche cometí muchos errores para que me recuerdes que la cereza del pastel fue ese matrimonio.

— De los errores se aprenden, Kayla. — Dijo — ¿Puedo preguntarte algo?

— Depende, ¿qué quieres saber?

— Ese día, en la oficina, mencionaste que estabas triste y dolida por algo que sucedió esa noche. ¿Qué fue lo que pasó?

— Ay, abuelo ... — Dije con un suspiro negando — Me rompieron el corazón esa noche.

— Lamento escuchar eso. — Dijo triste

— Yo también. — Lo miré — Cambia esa cara y sonríe, las cámaras están en nosotros, muestra tu mejor ángulo, lúcete un poco.

— Siempre lo hago.

— Qué humildad, abuelo. — Comenté con una sonrisa — ¿Estás feliz? — Levantó la ceja sin entender — Lo pregunto por la nueva sede, es lo que querías, ¿verdad?

— Se podría decir, aunque tu padre lo quería más que yo, siempre ha sido ambicioso.

— ¿Eso es bueno o malo?

— Depende de lo que uno quiera conseguir, a veces es bueno darse cuenta de que algo no es posible y aceptarlo antes que eso te destruya, la ambición a veces nos cegá, pero no es el caso con tu padre.

— Veo que la edad comienza a dar frutos en ti, se nota la sabiduría, abuelo.

— Kayla. — Me regaño, pero yo reí

Las puertas del ascensor se abrieron y de este salió Leah con su padre, ella llevaba puesto un traje confeccionado a medida para resaltar su figura, estaba hecho de una tela de alta calidad en un tono oscuro, le iba de maravilla, realzaba el color de su piel, además, su maquillaje era sutil, realzaba sus rasgos naturales, tenía un toque de rubor en las mejillas, sus ojos estaban resaltados con una sombra suave y delicada, que realzaba su mirada y, para finalizar, sus labios estaban ligeramente pintados en un tono suave y natural.

— Ve a saludarla. — Dijo mi abuelo con una sonrisa — Ahora, Kayla, que todos nos miran.

— ¿Y qué le digo o qué hago? Yo no sé qué hacer en estos casos, abuelo. — Dije mientras nos acercábamos

— Saludas primero a su padre y luego a tu esposa.

— Eso lo sé, pero ¿cómo la saludo a ella?

— Como yo lo hacía con tu abuela. — Contestó entre dientes

— No la pienso besar, abuelo, no te pases. — Aclare rápidamente

— Entonces, dale un beso en la mejilla. — Sugirió

Mentira de amorWo Geschichten leben. Entdecke jetzt