9: Abuelo

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Me puse de pie y salí de mi asiento, dejando la oficina mientras los gritos de mi padre resonaban detrás de mí. Entre a mi oficina y me encerré en ella, hasta que abrió la puerta.

— No quiero seguir escuchándote.

— ¿Qué te paso el lunes? — Preguntó molesto

— Nada que sea de tu asunto. — Contesté molesta

— Kayla.

— ¡Ya sé! — Grito impotente — Lo siento, ¿sí? Me equivoqué, no fue mi intención, pero es la primera vez que me equivoco y no tenías derecho a gritarme. — Espeté — Tú te paras equivocando y yo resolviendo tus errores, y jamás te lo saco en cara ...

Frustrada, pasé ambas manos por mi rostro y me levanté de mi asiento, parándome frente a él.

— Solo cometí un error, papá ... ¡Uno solo! ¿Por qué me juzgas?

— No te juzgo.

— ¡Si lo haces! — Señale — Papá, hago todo por esta empresa, no tomo vacaciones, trabajo más que todo, vengo incluso enferma y no lo reconoces ... 

— Yo siempre reconozco todos tu logro, Kayla.

— Pero no mi trabajo, solo me felicitas y reconoces cuando algo de lo que hago genera algo de tu interés y de la empresa ... — Dije cansada 

Hubo un incómodo silencio antes de que finalmente respondiera, suspiró y bajó la mirada por un momento antes de hablar.

— ¿Qué esta pasando, hija? Tú no eres así de imprudente con el trabajo.

— Claro que no lo soy, pero las cosas no están bien en mi vida en este momento, ¿sí? Mi corazón está roto, tengo una esposa a la que no amo y detesto por su sarcasmo y mal genio, y en pocos días tengo que hacerme cargo de la empresa, ya que tú te retiras. — Expresé frustrada

— Bien, sé lo que necesita. — Dijo después unos segundos en silencio 

— ¿Y qué es?

— Unas vacaciones. Toma tus cosas y no regreses hasta que yo me haya retirado. — Mencionó mientras salía de la oficina — Le diré a seguridad que no te permitan entrar, así que ni siquiera lo intentes, Kayla.

— Te estoy diciendo que no quiero estar con mi esposa y ¿me mandas de regreso a ella? 

— Sí, ya vete. 

— ¡Eso no tiene sentido, papá! — Grite desde mi puerta

— Lo tiene, ve con tu esposa antes que envíe a seguridad a que te saque, Kayla.

Pedí un taxi y me fui en el, fue la mejor opción en ese momento, estaba demasiado molesta como para conducir hasta mi casa y peor con el tráfico de la ciudad. Después de pagar el taxi, decidí caminar a paso lento hacia la entrada, me detuve frente a la puerta y me preparé mentalmente para ver a mi "esposa"

— ¿No vas a entrar?

Negué con una sonrisa volteado lentamente — ¿Qué haces aquí? Se supone que hoy viajabas.

— Eso es a las seis. — Respondió, con una sonrisa en su rostro — ¿No puedo venir a visitar a mi única nieta? Puedo irme si gusta.

— Nadie dijo que no pudieras venir, pero no es el caso, ¿por qué viniste?

— Me enteré lo que sucedió en la oficina. — Mencionó — Y pensé que sería una buena oportunidad para tener ese desayuno pendiente.

— Ya, pero son casi la una y media, así que tendrá que ser un almuerzo, abuelo.

Mentira de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora