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Como bien sabe cualquier lector habitual de esta columna, hay dos sectas en Londres que siempre se mantendrán en la más extrema oposición: las Mamás Ambiciosas y los Solteros Convencidos.

Las Mamás Ambiciosas tienen hijas en edad casadera. El Soltero Convencido no quiere una esposa. La esencia del conflicto debería resultar obvia para cualquiera con un poco de cerebro o, en otras palabras, aproximadamente el cincuenta por ciento de los lectores de Esta Autora.

Esta Autora aún no ha visto la lista de invitados a la reunión social que va a celebrarse en la casa solariega de lady Bridgerton, pero fuentes informadas indican que esta próxima semana se reunirán en Kent casi todas las jóvenes candidatas en edad de casarse.

Esto no es una sorpresa para nadie. Lady Bridgerton nunca ha ocultado su deseo de ver a sus hijos bien casados. Este parecer la ha convertido en una presencia favorita entre las Mamás Ambiciosas, quienes consideran con desesperación a los hermanos Bridgerton los peores Solteros Convencidos.

Si tuviéramos que confiar en las libretas de apuestas, al menos uno de los hermanos Bridgerton debería oír campanas de boda antes de que acabe este año.

Por mucho que le duela a Esta Autora mostrar su conformidad con las libretas de apuestas (están escritas por hombres, y por consiguiente contienen errores intrínsecos), tiene que coincidir con esta predicción.

Lady Bridgerton tendrá pronto una nuera. Pero quién será ella —y con qué hermano se encontrará casada—, ay, Amable Lector, eso, quién lo sabe.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN

29 de abril de 1814

Una semana más tarde, Anthony se encontraba en Kent, en concreto en el conjunto de habitaciones que ocupaba su despacho privado, esperando el comienzo de la fiesta campestre organizada por madre.

Aubrey Hall, la residencia ancestral de los Bridgerton, se llenaría hasta los topes de jóvenes candidatas, cada cual más encantadora y más cabeza hueca que la otra. Para mantener las cosas compensadas, lady Bridgerton había tenido q invitar también a una buena cantidad de caballeros, cierto, pero ninguno era tan rico o influyente como sus propios hijos, a excepción de unos pocos que ya estaban casados.

Annette era una de las candidatas invitadas, aunque eso estaba más que claro. Se arrepentía profundamente de haberla besado esa noche, le encantó, sí, pero él no tenía ningún derecho a hacer lo que hizo y menos a tratarla como la trató.

La chica se merecía una disculpa que no sabía si aceptaría.

En realidad, sabía que Annette acabaría perdonándolo, tenía un corazón demasiado noble, y sabía que en algún punto lo haría, pero no se lo merecía.

No había podido dejar de pensar en ella y en el beso, quería volver a besarla, pero ante todo era un caballero y no iba a hacerlo, porque eso significaría casarse con ella, y no podía hacer eso, él debía casarse con Edwina.

Una mujer bella e inteligente que le gustaba pero que sabía que nunca podría llegar a enamorarse.

En cambio, Annette era también una mujer bella e inteligente, pero de la que sabía con total certeza que se enamoraría.

Estaba claro que había llegado el momento de pasar a la acción. Si existía un sitio romántico para una petición de mano, ése era Aubrey Hall. Construido a principios del siglo XVIII con una cálida piedra amarillenta, estaba cómodamente ubicado sobre un gran pasto verde, rodeado de sesenta acres de parque, de los cuales diez eran jardines floridos. A lo largo del verano, el jardín se llenaría de rosas, pero ahora los terrenos estaban alfombrados de jacintos y brillantes tulipanes que su madre había mandado importar de Holanda.

𝐌𝐎𝐍 𝐀𝐌𝐎𝐔𝐑 - 𝗮𝗻𝘁𝗵𝗼𝗻𝘆 𝗯𝗿𝗶𝗱𝗴𝗲𝗿𝘁𝗼𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora