Especial de San Valentín

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Sueños de terror (¿o amor?)

James

Entro a la librería por la puerta frontal. Por primera vez en mucho tiempo, no estaciono en la parte de atrás.

Me doy cuenta de que voy solo, ya que ninguna pelirroja propensa a hablar demasiado se baja junto a mí. Raro. Muy raro.

Me encojo de hombros y decido pensar que, tal vez, decidió venir por su cuenta hoy.

Cuando los estantes y el olor a libro se despliegan frente a mí, miro inmediatamente hacia el lugar en donde debería estar Sally.

Sin embargo, no lo está.

Mi corazón comienza a acelerarse, preocupado, y manejo mi silla lo más rápido que puedo hasta mi despacho. Se encuentra vacío. Noto que hay una revista sobre mi escritorio —otra cosa rara, porque yo no leo revistas— y, al tomarla, mi mirada se posa en la fecha: 14/02/2034.

¡¿Qué?!

Imposible. No podía ser verdad.

Esa fecha era dentro de diez años y un par de meses más. No era la fecha actual. Debían de haber impreso mal el periódico.

Entre la extraña fecha y la desaparición de mi habladora empleada, no sabía qué diablos estaba pasando. En realidad, tampoco sabía en qué momento había llegado a la librería. No recuerdo haber despertado esta mañana, tampoco recuerdo haber conducido hasta aquí. Sólo recuerdo bajarme del auto y entrar. Antes de eso, mi memoria está en blanco.

—¿Qué mierda...?

Salgo de mi despacho y, cuando llego a la librería en sí, me paralizo.

La puerta se abre y... entro yo. Con un poco más de barba y con ciertas marcas de expresión en el rostro, los ojos del que asumo es mi yo futuro se posan en mí, y luego siguen escaneando la habitación como si no hubiese nada —o, mejor dicho, nadie— fuera de lo común en la habitación.

Después de escanear por unos segundos más el lugar, mi yo futuro asiente con la cabeza, como si estuviese satisfecho.

—Ya puedes pasar, cielo —dice el James futurista.

Mis cejas se fruncen instantáneamente. Estoy realmente confundido, y no sé si quién está frente a mí es una especie de doppelgänger ciego, o si yo estoy en un sueño retorcido. Y, como si eso no fuese suficiente, me muero por saber a quién ha llamado «cielo» el James diez años más viejo.

Yo jamás he llamado a nadie así. Y tampoco pienso hacerlo en un futuro cercano.

A menos, que sea hacia cierta persona...

—¿De verdad vas a hacer esto de ahora en adelante? —pregunta una voz, un tanto amortiguada debido a que proviene del exterior, pero que de todas formas reconozco como si llevase oyéndola toda la vida.

Después, contengo la respiración, mientras veo cómo la puerta vuelve a abrirse, desplegando frente a mí la imagen de una Sally un tanto mayor, pero con la misma sonrisa alegre y  contagiosa de mi Sally.

Quiero decir, a la Sally de mi línea temporal. No literalmente a que Sally sea mía, o quiera que lo sea.

Antes de que pueda seguir autoconvenciéndome mentalmente de cualquier cosa, mi yo futuro vuelve a hablar:

—Sí. No quiero arriesgarme a que les suceda algo.

Mis ojos se entornan ante la confusión. No entiendo nada de lo que está pasando, pero decido dejar de preguntarme cosas y prestar atención.

El amor sí existe en WoodstockWhere stories live. Discover now