1. Ladrona

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Sentada en uno de los tocadores de la trastienda de Cielo, me maquillo sin prestar mucha atención a todo lo que ocurre a mi alrededor. Hay un montón de actividad entre las chicas que se cambian de vestuario y preparan, una sube al escenario mientras la otra baja, y una que otra mesera que entra para llevar varias bebidas o mensajes de los clientes.

Llevo toda mi vida aquí, y apenas he llegado a conocer a algunas de las chicas bastante bien. No se nos permite tener relaciones entre nosotras. Solo debemos hablar entre la otra si es necesario. Otras no son de las que juegan limpio. Nadie quiere a las favoritas de la Madame.

Eda, que es mi favorita por mucho tiempo, se sienta en el tocador a mi lado.

—Hola, chica, escuche que esta noche te vas.

—Me van a vender que es diferente.

—Aún así tienes suerte.

—¿Llamas suerte a qué te venda como si fueras una mercancía?

—Tienes suerte de que te vendan virgen, así que solo te vas a acostar con una solo persona. La mayoría quedan libres después de que sus dueños se aburren y compran a otras chicas, otras han tenido la oportunidad de enamorarse y casarse con sus compradores.

—Nunca me voy a enamorar.

—No te pido que lo hagas. Solo debes ser obediente y así te irá mejor. Apenas encuentres una oportunidad para irte, hazlo sin mirar atrás.

Diciéndome a mí misma que no llore, lucho contra el calor que se acumula detrás de mis ojos.

—Lo haré, Eda.

Ella sonríe.

—Oye, ¿me prestas tu bronceador? No puedo encontrar el mío.

—Oh sí, aquí tienes. —Me da las gracias y empieza a aplicar el maquillaje.

―Los siguientes en la licitación son las chicas con experiencias ―anuncia Madame Vincent, así es como vende a sus chicas―. Lidia Wells, 26 años. Logros; sumisa nata, experta en garganta profunda. Aguanta hasta seis hombres en la misma noche.

Ella espera a que Lia ocupe su lugar en el escenario y luego continúa: ―Alaska Petrovi, 21 años, no anal ni oral. Es perfecta para enseñar sexo del bueno...

Así sigue hasta que llega a las chicas vírgenes. Lo cual no hay mucho que decir.

Cuando es mi turno de bailar, subo al escenario y finjo que no son esos hombres ricos y asqueroso los que me están mirando mientras Madame Vicente dice mis «logros». Me imagino que estoy en un escenario y bailo al ritmo Justine Skye - Collide ft. Tyga dentro de la jaula. Es mi última noche aquí y posiblemente sea la última vez que baile, así que doy todo. Mi segundo baile es Loba de Shakira. Cuando termino voy a la barra, la subasta va a empezar en cualquier momento y así que tomo un trago de valor.

—Has robado la mirada de todos los presentes.

La voz masculina proveniente de al lado me sobresalta. Por poco dejo caer la copa que aún sujeto. El tipo que está frente a la barra a mi izquierda se gira de lado y me mira desde su considerable altura. Sus penetrantes ojos dorados se clavan en los míos mientras sostiene un billete de cien euros entre dos dedos. Parece ser joven, quizás tenga unos veintiséis a veintiocho años, pero tiene en absoluto un aire juvenil sino uno de autoridad y seriedad. Es imposible no sentir su presencia.

Él es un buen espécimen. Sus brillantes ojos son lo que más me llamó la atención. Parecen poder alcanzar tu alma y tenerte. Ni siquiera me está tocando, y puedo sentirlo por todas partes.

Me atrae un hombre que debe llevar más de ocho años, como un imán.

Tengo diecisiete años y es la primera vez en mi vida que siento atracción por alguien. Odio a los chicos. Me alejo de ellos siempre que encuentro la oportunidad. Desde que tengo conciencia sé que solo ven una cara bonita y un cuerpo donde echar su esperma.

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