16. Estúpido niño malcriado

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Ha pasado una semana y aún siento las mismas ganas de matar a Blaz como la última vez.

A veces lo odio.

Es viernes por la tarde y estoy sola en la biblioteca, los chicos deben estar en su habitación ocupados y yo estoy feliz porque tengo un tiempo para mí. Intento leer, pero mis ojos quieren cerrarse, el capítulo es tan aburrido. Y estoy cansada por mi sesión de sexo on los chicos.

Todo intercambio con Blaz me enfada mucho. Su actitud es una mierda. ¿Y qué sabe él sobre lo que siento por mí? ¿Está intentando derribar mi autoestima?

Dios, no puedo soportarlo. Es un adicto al sexo psicótico que trata a las mujeres como objetos y no como seres humanos reales. No puedo creer como él y Joss son hermanos.

Irritada conmigo, con todo, cierro mi libro de golpe, cuando escucho unos pasos. Al girar la cabeza, veo a Blaz de pie entre las estanterías. Inclina la cabeza hacia la derecha, indicando que quiere que me acerque a él.

Levanto la cabeza, mi mirada nunca deja la suya a medida que pronuncio la palabra: no. Su mandíbula se aprieta y camina hacia mi mesa, deteniéndose frente a mí como un rey mirando a su sirvienta humilde. Como yo. Soy su sirvienta. Con quien tiene la intención de entretenerse cuando él quiere.

—No tienes elección —dice entre sus dientes apretados—. Ven conmigo a mi habitación ahora o vas a pagar las consecuencias.

—Tal vez quiero pagar las consecuencias —le digo con calma.

—Meike —gruñe prácticamente, su voz profunda abrumándome.

—Ya calenté tu cama, déjame en paz.

Me levanto como si no tuviera control sobre mí, y me acerco a él. No tiene sentido luchar contra esto. Luchar contra él. Vamos a hacer cualquier cosa que hagamos, sin importar lo mucho que proteste.

Sucederá.

Mi cuerpo no me pertenece.

Agarra mi mano al momento en que puede alcanzarme, sus dedos enredándose con los míos antes de empujarme en las filas de libros interminables. Estoy segura que la idea de tener una biblioteca propia fue de Joss, pero se ha pasado al hacerlo tan grande y literalmente una biblioteca.

Blaz se vuelve hacia mí, presionándome contra los libros, su cuerpo tan cerca que roza el mío. Inclino mi cabeza hacia arriba, desafiante mientras lo miro.

—¿Qué quieres para que me dejes ir a dormir?

Sus labios se curvan en la más simple sonrisa. —Tus bragas.

Pongo los ojos en blanco.

—¿Es en serio?

Asiente. Se inclina de modo que su rostro está directamente en el mío, sus labios cerca cuando susurra: —Por ahora.

—¿Quieres algo más?

—Siempre quiero algo más —dice, justo antes de que su boca se junten con la mía.

Separa mis labios para entrar, y su lengua se desliza contra la mía, dando vueltas. Empujando. Gimo en su boca, mis manos alcanzándolo, descansando en su pecho, enroscándose en las solapas de la chaqueta de su uniforme. Desliza sus manos debajo de mi vestido, apoyándolas en mi trasero, amasando mi carne, atrayéndome hacia él.

Está duro debajo de los pantalones. Claro que lo está. ¿Cuándo no lo está cuando estamos juntos?

Saber que le hago eso me hace sentir poderosa.

Fuerte. A pesar de lo terrible que me trata, lo cruel e indiferente que es, aún lo afecto. Eda solía decirme que el conocimiento es poder. Y tiene tanta razón. Nunca pensé que se aplicaría a algo como esto. Blaz me levanta con poco esfuerzo, y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, aferrándome a él, dejándolo que me consuma.

DesenfrenoWhere stories live. Discover now