23. Querida Meike

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Asiento.

Me libera la garganta y la vagina. Un gemido insatisfecho sale de mis labios, pero termina con un aullido cuando empuja todo lo que está sobre la mesa con un solo movimiento, haciéndolos caer al suelo. Luego me levanta con ambas manos.

Mi culo toca la fría mesa, pero eso es lo último en lo que pienso cuando Blaz se rasga la camisa por la mitad, haciendo volar los botones por todas partes. Se me hace la boca agua al ver sus cincelados abdominales y un atisbo de los tatuajes de águila que asoman por la pendiente de su musculoso hombro y costado. Mientras observo el rastro de fino vello que conduce hasta debajo de su ropa, los ardientes ojos dorados de Blaz permanecen fijos en mí mientras se desabrocha el cinturón y se baja la cremallera de los pantalones. Los aparta de un puntapié y me ata el cuero al cuello.

Me palpita la garganta, pero no es debido al dolor. De hecho, hay algo tranquilizador en esta posición. El cinturón sigue colgando de mi cuello mientras Blaz agarra el cubo de hielo que hay junto a nosotros y observo con absoluta fascinación cómo toma un hielo y me pasa el frío líquido sobre la piel.

Estoy estupefacta.

Completa y totalmente sorprendida por la acción.

Solo puedo ver cómo el pedacito de hielo que se desliza por el mi cuerpo antes de caer al suelo.

Antes de que pueda preguntar qué demonios es esto, Blaz me tira del cinturón para que me apoye en el borde de la mesa y me pasa el pulgar por el labio inferior. Su boca está a un suspiro de la mía mientras susurra en voz baja y caliente: —Siempre serás mi persona favorita.

Un escalofrío me abandona cuando sus labios se aplastan contra los míos, reclamándome en un beso feroz que sabe a whisky y a posesividad cegadora.

No puedo evitar devolverle el beso, mi cuerpo cae rendido ante el hechizo de su intensidad.

Un bulto me presiona el bajo vientre y luego la fricción se enciende entre mis pliegues sobre estimulados. Blaz desliza su enorme pene por mi vientre con un ritmo íntimo y muy excitante, provocando pero sin llegar al orgasmo.

Giro las caderas, intentando levantarme para que su pene se deslice dentro. Blaz aprieta el cinturón y me clava los dientes en el labio inferior en señal de advertencia.

Desliza sus dedos fríos sobre mis pechos y me aprieta los pezones hasta hacerme gemir. Una sacudida de placer y dolor se dispara hasta donde su pene se desliza entre mis pliegues.
Los sonidos eróticos del deslizamiento resuenan en el aire y gimo, con el corazón a punto de salir de mi pecho.

Me agarro al brazo de Blaz, implorándole con la mirada que acabe ya con este tormento y se meta dentro de mí. Blaz me pellizca el pezón con más fuerza como respuesta, luego baja la palma de la mano hasta mi vientre, luego sobre mi cadera y baja hasta donde su pene se encuentra con mi núcleo.

—No vas a dormir mucho esta noche, Dieb. Porque la sola idea que cogerte hasta que grites mi nombre me pone duro y más vale que aguantes toda la noche —Desliza la corona de su pene en mi entrada.

Lo aprieto como si me negara a soltarlo, pero eso solo provoca una preciosa sonrisa en su cara.

—¿Quieres que te folle, Meike? ¿Quieres que llene esa vagina con tanta leche que grites pidiendo más?

DesenfrenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora