6. Un día de compras

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En el desayuno le doy la ley de hielo a los chicos, a Blaz le da igual, Klaus hizo unos cuantos chiste intentando hacerme sonreír y me contengo todo lo que puedo para no soltar unas cuantas carcajadas, la táctica de Joss es diferente; se sienta cerca de mí y sus manos me acarician las rodillas, me alienta a comer más y trata de usar su encanto para que le hable. Igual lo ignoro hasta que me tienen que presentar al señor Schneider, mi profesor.

El señor Schneider es un hombre de alrededor de unos treinta años y me agrada mucho. En ningún momento me mira inapropiadamente, solo está interesado en saber lo que sé para ver dónde tiene que seguir. Se muestra súper comprensivo y me tiene paciencia. Cada vez que me equivoco me dice que no pasa nada y que vuelva a seguir incluso me presta sus lentes, al parecer estaba viendo medio borrosas las letras porque tengo problemas en la vista. Al terminar la clase llama a Blaz, una hora después tengo a un oftalmólogo en la casa.

Consulta a domicilio.

Para cuando terminemos me pongo un bikini y voy a tumbarme en la tumbona para tomar vitamina D. No sé nadar así que tirarme al agua cuando no hay nadie no es una opción. Es un ahogamiento predecible y mi rabieta no llega a tal extremo.

Desde que nací, he aprendido lo que se siente estar sola, pero hoy siento lo que es verdaderamente estar sola. Es cierto que soy buena para usar el baile como una distracción, por lo que no me molestaba bailar todas las noches y dormir en la mañana, en la tarde es cuando me levantaba para comer y luego ensayar. La mayoría de los días, estoy bien. Pero un día como hoy, sería bueno tener una amiga o incluso una figura materna con quien hablar. Cualquiera que escuche mi historia salvaje, luego valide mis sentimientos de que tengo a tres chicos, tres que tienen unos penes gigantes. Quiero decir, es obvio que Blaz lo tiene enorme porque lo vi, no dudo en que Klaus y Joss lo tengan grande. Y se supone que debo perder mi virginidad con los tres, de seguro buscan dejarme lisiada o algo peor.

Gimiendo, dejo caer mi cara entre mis manos y trato de borrar la imagen de sus cuerpos gloriosos, incluida la parte que describe su verdadera personalidad, de mi mente.

La palabra del día de hoy es: OLVIDAR. Olvidar que estoy encerrada. Olvidar que pueden venir en cualquier momento a reclamar mi virginidad y sobre todo olvidar que esta mañana pase mi mayor bochorno por culpa del energúmeno de Blaz Koch.

Sip, eso es lo que voy a hacer. Olvidarme de las últimas veinticuatro horas y concentrarme en hacer que el resto de mi día aquí sea increíble. Solo yo, el sol, bebidas y comida.

Me preocuparé cuando vuelvan a casa.

—Hola —escucho la voz de Klaus.

Miro hacia arriba para ver porque me ha bloqueado mi sol, y mi boca se abre. Joss y Klaus están aquí. Los dos hombres están parados junto a mi silla, pero estos no son hombres comunes. Sorprendentemente hoy están más guapos, aunque de diferentes maneras. Joss lleva un polo blanco y pantalones jeans negro sobre sus tonificadas piernas. Klaus tiene pantalones militares y una camiseta negra ajustada. Él también me está sonriendo, como una chica que ve unos tacones o bolso nuevo, y lo quiere.

—¿Puedo ayudarlos chicos?

Klaus le lanza una mirada a Joss y luego se gira hacia mí. —¿Sigues enojada con nosotros por lo que te hizo Blaz?

Apoyo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos, pero no captan la indirecta. Me estoy enojando ahora. Todo lo que quiero es relajarme y absorber un poco de vitamina D. Para eso vine aquí. Y está siendo arruinado por ellos.

—Meike, sé que Blaz puede ser un idiota grosero. —La disculpa en la voz de Joss me tiene lo suficientemente curiosa como para abrir los ojos de nuevo mientras se agacha para sentarse en cuclillas—. Y esos suelen ser sus buenos días, así que solo puedo imaginar cómo actuó cuando lo atacaste.

DesenfrenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora