Capítulo 9

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Al escuchar el nombre de sus dos amigos, los tres se interesaron rápidamente por aquello que les había venido a contar Ayato, como siempre fue el primero en tomar las riendas de la situación.

–Es un placer conocerlo, Kazuha. Lo que hicieron los Kamisato por su clan siempre fue un placer. Lo único que sentimos es no haber podido salvarlos, pero eso queda en el pasado. Como ha dicho, tenemos amigos en común y creo que nos trae noticias que nos pueden interesar. Tome asiento. –le hizo una seña para que se sentase delante de la zona que estaban ellos.

Kazuha asintió y caminó hasta allí, pero a Thoma le salió su lado de amo de llaves y se levantó.

–¿Le apetece un té? Puedo hacerlo rápidamente –siempre preocupado por el bienestar de los demás.

–No, por favor, no se preocupe, Thoma. La capitana Beidou y yo recibimos hace unos días una carta de Aether y Paimon. Nos contaron lo que suponemos que les contaron a ustedes y nos pidieron el favor de venir a buscarlos y conducirlos hasta el puerto de Liyue. Ella les tiene en alta estima y nunca diría que no a algo que venga de su parte. Por eso mismo, hemos atracado en Inazuma para venir a buscarlos y ayudarlos en su viaje –la sonrisa de Kazuha se podía decir que era algo contagiosa, los tres lo miraban sorprendidos.

Thoma abrió los ojos, sorprendido, le sonaba aquel nombre y pronto ató cabos. ¿Podría ser aquella mujer que él había conocido tiempo atrás? ¿Antes de que Aether y Paimon llegasen para salvarlos a todos? Lo cierto es que las palabras de Kazuha le dejaban en claro que así era y tal y como era él, sus labios hablaron sin pensar.

–¡Conozco a la capitana Beidou! –al escuchar el grito de su amo de llaves, los dos hermanos lo miraron sorprendidos. –Es la mujer que me dijo que me llevaría a mar abierto para que viera desde el exterior la tormenta que aislaba a Inazuma. Nunca pude aceptar su invitación.

La risa de Kazuha no se hizo esperar.

–Sí, esa es una de las cosas que sin duda ella haría.

Aquella aparición, arreglaba los problemas que tenían para irse a ver a sus amigos y los conocidos de Thoma. Si él había confiado en aquella mujer, Ayato y Ayaka también lo harían.

–Aceptamos. Si Thoma confía en ella, Kazuha también y era tan valiente como para traspasar la tormenta que nos aislaba. No tenemos problemas de aceptar su ayuda –esta vez fue Ayaka quien habló de forma dulce, sonriendo al samurái errante.

–¡Entonces podemos ponernos en marcha si lo tienen todo listo!

Kazuha estaba emocionado, quizás podría acompañarlos también, echaba de menos a su amigo y su amiguita flotante. Se levantó y, cuando le dijeron que tenían las maletas listas, los ayudó para poder llevarlas todas dirigiéndose al puerto de Ritou.

El camino fue largo, pero cuando llegaron, se podía decir que todos habían hecho buenas migas y, quizás, una amistad podía nacer entre todos.

–¡Capitana Beidou, hemos vuelto! –dijo Kazuha cuando, con ayuda de la tripulación, subieron a bordo junto a las maletas.

No había pasado demasiado tiempo, cuando una figura imponente de mujer, se dejó caer ante ellos. A todas luces, había saltado desde la zona del timón.

–¡Ah, mis queridos invitados! Soy Beidou, capitana de la Flota Crux Meridianam. Bienvenidos a bordo del Alcor –aquella mujer era alguien confiable, lo podían saber sin hablar más con ella.

–Capitana Beidou es un placer conocerla, mi nombre es Kamisato Ayato, esta es mi hermana Kamisato Ayaka y este es nuestro amo de llaves, Thoma, aunque creo que ya ha tenido placer de conocerlo.

Al escuchar esas palabras, la mirada del único ojo al descubierto de Beidou, se dirigió al mencionado y, al cabo de unos pocos segundos, este se abrió de la sorpresa.



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