Capítulo 12

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Todos ellos pudieron ver que aquella voz aniñada pertenecía a Paimon, como siempre, acompañando a su inseparable mejor amigo Aether. El chico sonreía de alegría por ver al trío de Inazuma allí como le habían dicho, pero la sorpresa era ver a Kazuha que no se esperaban que dejase a Beidou. Se acercaron rápidamente los unos a los otros.

–¡No esperaba que llegaseis tan pronto! Paimon y yo estábamos deseando veros, pero no esperaba que vinieras también, pero gracias por todo, Kazuha –Aether sonreía mientras saludaba a todos.

–La verdad es que todos nos conocimos y decidí poder conocerlos más, nunca son suficientes amigos –Kazuha sonreía mirando a sus acompañantes, aunque Aether pudo ver que su mirada se depositaba en Ayaka un poco más que en Thoma y Ayato.

Comenzaron a hablar de algunas cosas hasta que Paimon soltó un grito. Todos se volvieron hacia ella, que tenía sus pequeñas manos en la boca, parecía haber recordado algo.

–¡Thoma, Jean nos envió un mensaje para ti! –los ojos de Aether se abrieron al igual que los de la pequeña que flotaba a su lado.

–¡Es cierto! Cuando venimos a la ciudad siempre nos pasamos a verla, como al resto de nuestros amigos... al saber que nosotros también te habíamos invitado, nos pidió que te dijéramos que quiere verte en su despacho. Tiene ganas de ver a un viejo amigo... y ya la conoces, tiene demasiado trabajo –Aether explicó rápidamente lo que Paimon había empezado.

Thoma sonrió al saber que se reencontraría pronto con una amiga de su ciudad natal, tenía tantas personas a las que ver y conocer... estaba emocionado. De pronto, miró a sus señores.

–Ve tranquilo, ahora mismo se nota que tienes ganas de ver a las personas que dejaste en esta ciudad antes de venirte a Inazuma, nosotros nos quedaremos con Aether –Ayato rápidamente le sonrió, sabiendo que aquella reunión con su vieja amiga tenía que ser a solas.

Thoma asintió y, tras decirles que se reunirían después. Aether les dijo que lo esperarían en El Obsequio del Ángel y, con muchísima, muchísima suerte, podrían ver a Diluc. Tras ello, el joven amo de llaves fue hasta donde lo esperaba Jean, la sede de los Caballeros de Favonius. En el camino, se alegró de ver que su ciudad natal no había cambiado tanto y, en poco tiempo, ya estaba frente a la puerta. Al principio, no sabía si los guardias lo iban a dejar pasar, pero uno de ellos, abrió los ojos al reconocerlo.

–¿Thoma? –el chico de gafas se las recolocó como si no pudiese creer lo que estaba viendo.

–¿Nos conocemos? –Thoma los miraba intentando saber de qué le conocían, en aquel momento, sus caras no se le hacían reconocibles.

–¡Somos Athos y Porto! –respondió el otro chico con el cabello un poco más largo.

Los ojos de Thoma fueron los que se abrieron en aquel momento, recordaba a ambos de cuando eran niños y siempre iban juntos junto a Aramis allá donde fuesen, al final, habían cumplido su sueño de ser Caballeros de Favonius.

–¡Lo conseguisteis, habéis cambiado mucho! Estoy orgulloso de vosotros y me alegro mucho de poder veros... ¿dónde está Aramis? –no verlos juntos era extraño para él.

–Como siempre quiso, es el responsable de la seguridad del área que rodea la Catedral, patrulla las escaleras frente a su entrada, si vas seguro que podrás verlo –Thoma recordaba con total claridad que el chico siempre había querido trabajar en esa zona. –¿Qué te ha traído hasta aquí de nuevo?

–He venido con mis señores y con un nuevo amigo. Aether y Paimon nos invitaron y Jean también, he venido a verla –la sonrisa del chico no se hacía esperar, estaba demasiado feliz.

Porto fue quien le abrió las puertas para que pudiese entrar en la sede. Pero nada más abrir las puertas...

–¡THOMA! –un borrón rojo se echó sobre el chico nada más tener espacio entre las puertas.



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