Capítulo 11

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La mañana llegó, el carruaje solo había hecho una parada durante la noche para que su cochero pudiese descansar un poco y, a las pocas horas, se ponía en marcha de nuevo. El primero en despertar fue Kazuha, quien al darse cuenta que dormía encima de la cabeza de Ayaka, se sonrojó y, con cuidado, enderezó su cuello para hacer creer que había pasado la noche durmiendo en aquella posición. Hubo algo más que le llamó la atención, los dos hombres que yacían en el suelo en aquel momento. Se fijó en la forma en la que dormían y levantó una ceja, ¿acaso había alguna relación más allá de la que mostraban entre ambos? No era de su incumbencia, pero sí era algo que le llamaba demasiado la atención. Aún así, cerró de nuevo los ojos y fingió dormir hasta que otro se despertase primero.

Unos ojos azules se abrieron los primeros, unos que pertenecían al mayor de los Kamisato. Este se encontraba un poco desubicado en cuanto a donde estaba. No tardó en darse cuenta que dormía encima del pecho de su amo de llaves y que un brazo de este lo abrazaba. Extrañamente, no se sentía incómodo ante ello y disfrutó un poco de estar allí de forma consciente. El corazón de Thoma se escuchaba de forma calmada y eso lo estaba relajando a él.

Tras unos minutos, supo que debía alejarse. Por lo que se separó con cuidado del abrazo de Thoma, sintiendo como este se medio quejaba al dejar de sentir el cuerpo ajeno. Eso le hizo sonreír y lo movió un poco.

–Thoma... ya es de día –su amo de llaves abrió los ojos y le sonrió, cosa que Ayato se la devolvió.

–Buenos días, Ayato. ¿Has dormido bien? –los dos hablaban en voz baja. Estaban cerca por lo que no había necesidad ninguna de gritar.

Ayato asintió, no le podía decir como habían dormido, pero la realidad era que había descansado mucho mejor que en otras ocasiones en las que dormía solo en su cama. Su mirada pasó de Thoma a su hermana, que dormía en el hombro de Kazuha, algo de lo que también se dio cuenta en ese momento y, sin hacer ruido, llamó la atención de Thoma y los señaló. El amo de llaves, al verlos, sonrió. Kazuha se había ganado en muy poco tiempo la confianza de Ayaka, algo que era muy extraño, pero la veía tan cómoda con el samurái que no le importaba, incluso pensaba que era bueno para la menor de los hermanos.

De pronto, unos golpes procedentes de la parte delantera de su medio de transporte les sacaron de sus pensamientos a ambos.

–Mis señores, estamos llegando a nuestro destino –la voz de su cochero los avisó y ellos le dieron las gracias.

Ambos procedieron a despertar a ambos acompañantes, sin saber que uno de ellos estaba despierto desde hacía tiempo y que había escuchado todo, pero se había hecho el dormido. La joven Kamisato, al darse cuenta de como dormía, se sonrojó pidiéndole disculpas a Kazuha, el cual solo sonreía y le decía que no pasaba nada.

No tardaron demasiado tiempo en llegar a la ciudad, el cochero fue rápidamente a ayudarlos, bajando las maletas y ayudándolos a bajar a ellos.

Nada más poner un pie en la calle de su ciudad de nacimiento, a Thoma le embargó una sensación de nostalgia que hacía tiempo que no tenía. Muchos recuerdos le venían a la cabeza gracias a ello, se preguntaba cuantas cosas habían cambiado desde que él había viajado hasta Inazuma para vivir con los Kamisato, los que ahora eran su familia y las personas que más quería en el mundo.

El cochero se despidió de todos y recibió un poco más de mora extra de parte de los Kamisato, que se negaban a no darle algo por todo lo que había hecho.

Estaban en su nuevo destino, Mondstadt, solo tenían que encontrar a...

–¡Ah, Ayato, Ayaka, Thoma! ¡¿Eh?! ¡¿Kazuha?! –una reconocida voz hizo que los cuatro al unísono girasen su cabeza hacia la dirección en la que se había escuchado.



SoulmateWhere stories live. Discover now