Capítulo 1

52 16 9
                                    

Lia Beelmar

Me desperté tarde este particular primer día del tercer semestre,comenzaba el invierno, en un caos típico de mi rutina. Tomé un baño rápido y con mi cabello aún algo frizado de la noche, rápidamente pasé un cepillo intentando domarlo un poco antes de salir corriendo de casa. Arrastrando mi bolsa y mis pensamientos a medio formar, corrí hacia la universidad, decidida a no llegar tarde a pesar de mi inicio tambaleante.

Logré llegar a tiempo. Tomé asiento en la primera fila, deseando pasar desapercibida, pero mi esfuerzo fue en vano. Mientras organizaba mis cuadernos y libros, la profesora Parker captó la atención de la clase para presentar a un nuevo estudiante.

-Estudiantes, denle la bienvenida a nuestro nuevo estudiante Jash Ashford-dijo entusiasmada con una gran sonrisa en su rostro.

Aquel chico, con su cabello negro y sus ojos claros que contrastaban con su piel blanca, vestía con sencillez: una camiseta blanca, chaqueta marrón y pantalones que armonizaban con su chaqueta, vestido de manera casual pero con un estilo que hacía que pareciera esforzado y natural al mismo tiempo, entró con una sonrisa que, de algún modo, parecía iluminar el salón entero.

Al notar un asiento libre a mi lado, la profesora Parker le indicó a Jash que se sentara allí. Al acercarse, me di cuenta de su altura y la amabilidad en su mirada. Mientras me ayudaba a recoger un libro que se me había caído debido a mi gran torpeza, su mirada bajó hacia mis pies y luego subió a mis ojos con un brillo divertido.

-¿Era tan difícil decidir qué zapatos ponerte esta mañana? -preguntó con una sonrisa juguetona cruzando su rostro.

Al mirar hacia abajo, finalmente noté mi desacierto: un zapato negro y otro azul. Sentí cómo el rubor teñía mis mejillas, pero en lugar de sentirme completamente mortificada, la risa me ganó.

-Parece que sí -respondí, uniéndome a su diversión. -Es un nuevo estilo, ¿no crees? Debería ponerlo de moda - Sonreí.

Jash rió, asintiendo.

-Definitivamente es un look único. Me gusta, es audaz -comentó, guiñándome un ojo.

-Hola, soy Jash, Jash Ashford -se presentó, extendiendo su mano. -Y tú debes ser... -dejó la frase en el aire.

-Lia, Lia Beelmar -contesté, sintiendo cómo una sonrisa se esbozaba en mi rostro.

Jash se instaló a mi lado y, mientras la profesora comenzaba la clase, nos encontramos compartiendo pequeñas miradas y sonrisas cómplices.

El resto de la clase pasó en un susurro de notas y miradas compartidas. Al finalizar, Jash y yo caminamos juntos hacia la cafetería charlando sobre nuestras materias y lo que esperábamos del semestre mientras me ofrecía para ayudarlo a conocer un poco mejor su nuevo entorno, ya que Jash me había contado que se mudó a Brisbane hace una semana y no conocía a nadie. Algo en la manera en que Jash escuchaba atentamente cada palabra que decía me hizo sentir inmediatamente cómoda a su lado.

-Tienes que contarme más sobre tus elecciones de moda por la mañana -bromeó, mientras elegíamos una mesa.

Nunca había sido buena para convertirme en amiga de las personas, pero con Jash fue distinto. Cuando cruzó la puerta del salón, lo vi como un estudiante más, pero cuando conectamos miradas, sentí curiosidad; su mirada te transmitía paz pero al mismo tiempo decía tantas cosas indescifrables.

No pienso que sea atracción, creo que mi ser curioso quiere descubrir por qué hubo tanta conexión entre nosotros siendo dos extraños.

Entre risas y confesiones sobre nuestros peores despistes matutinos, descubrí que Jash tenía una hermana menor llamada Rosie, por lo que pude notar, el pelinegro quería demasiado a su hermanita. El café se convirtió en mucho más que una simple bebida caliente; se transformó en el comienzo de algo nuevo y emocionante. Jash no solo había notado mis zapatos desparejados, también había visto más allá de ellos. La cafetería estaba llena de murmullos y risas, pero en nuestra pequeña esquina, el mundo parecía reducirse a solo nosotros dos. Pedimos dos cafés y un par de muffins de arándano que compartimos mientras la conversación fluyó sin esfuerzo. Jash me contó sobre su vida en Sídney, las playas que extrañaba y su amor por la fotografía, un hobby que había cultivado desde los 12 años.

Mientras hablaba, noté cómo sus ojos se iluminaban con cada detalle que compartía. Me pregunté qué más había detrás de esos ojos curiosos y pensativos. Cada anécdota revelaba capas de su personalidad: su sentido del humor, la seriedad con la que hablaba de su futuro y su determinación por empezar de nuevo en una ciudad desconocida.

La conversación se deslizó hacia la música, películas y libros que ambos disfrutábamos. Descubrimos un gusto compartido por el dibujo. La risa fácil y la química natural que fluía entre nosotros hacían que el tiempo volara.

Cuando nos dimos cuenta, la hora de cierre de la cafetería nos sorprendió. Nos levantamos lentamente, aún sumidos en el calor de una amistad que parecía haber brotado de la nada. Al salir, el aire fresco de la tarde pareció sellar lo que había sido un encuentro casual en algo más significativo.

-Nunca pensé que tropezar con mis libros podría llevar a una tarde tan agradable -comenté mientras caminábamos hacia la salida.

Jash sonrió, mirándome con una expresión que mezclaba complicidad y agradecimiento.

-Lo mismo digo, Lia. Parece que tus zapatos desparejados trajeron suerte después de todo -dijo con una sonrisa juguetona.

Nos despedimos con la promesa de encontrarnos al siguiente día en el campus y mientras me alejaba, no pude evitar mirar hacia atrás. Jash estaba allí, con una mano levantada en despedida, y una sonrisa que me hacía pensar que, quizás, este nuevo semestre traería consigo sorpresas inesperadas y maravillosas.

La Dulzura De Un Dolor CompartidoWhere stories live. Discover now