Capítulo 12

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                         Lia Beelmar

La mañana en la universidad comenzó con el mismo ritmo frenético de siempre. Jash y yo, arrastrando nuestros pesados libros, nos dirigimos hacia la clase de anatomía, bromeando sobre cómo, a estas alturas del semestre, nuestros cerebros parecían necesitar su propia clase de fitness para mantenerse al día.

—¿Crees que tu cerebro pueda con una maratón hoy? —le lancé una mirada burlona a Jash mientras caminábamos por el pasillo lleno de estudiantes.

—Solo si la tuya no colapsa primero, genio —replicó él, esbozando una sonrisa cómplice.

Entre risas y pequeños piques, llegamos justo a tiempo para sentarnos en las primeros lugares del aula, nuestro lugares habituales. Mientras el profesor desglosaba las complejidades del sistema nervioso humano, no pude evitar notar cómo Jash garabateaba en los márgenes de su cuaderno. Al inclinarme para ver mejor, observé un dibujo bastante humorístico de lo que parecía ser yo, haciendo malabares con cerebros.

—Muy gracioso, ¿así es como me ves? —susurré, tratando de mantener mi voz baja para no interrumpir la clase.

—Solo cuando intentas entender la neurología —respondió él en un susurro, guiñándome un ojo.

La mañana transcurrió entre el rigor académico y nuestros intercambios juguetones. Sin embargo, no podía evitar que una parte de mi mente se distrajera pensando en Daphne. Su reciente comportamiento distante me preocupaba más de lo que quería admitir.

Después de la última clase de la mañana, el profesor Hoffman nos retuvo un poco más, discutiendo en detalle sobre una próxima tarea. Aunque su meticulosidad era útil, la mayoría de nosotros ya ansiaba el descanso.

Una vez liberados, Jash y yo nos dirigimos al café de siempre, donde solíamos recargar energías. Al entrar, la familiar melena negra y rizada de Daphne captó mi atención de inmediato, y supe que era el momento de aclarar las cosas. Pero al ver su expresión cansada y preocupada, opté por iniciar la conversación de manera más ligera, guardando mis preocupaciones para un momento más adecuado.

—Hola, Daphne, ¿puedo sentarme contigo? —pregunté, mientras Jash nos seguía con una sonrisa socarrona.

—Claro, Lia, hola... Jash —su voz se tornó un tono más bajo al dirigirse a él.

No pude evitar notar cómo Daphne evitaba mirar a Jash directamente. Decidí que necesitábamos un momento más privado para hablar, pero mientras tanto, traté de mantener la conversación ligera y amigable, buscando ese equilibrio entre la preocupación y la normalidad.

Al sentarnos con Daphne, Jash aprovechó para lanzar uno de sus comentarios típicos que siempre lograban irritarme un poco, pero con cariño.

—No te preocupes, Daphne, Lia solo muerde cuando no ha comido —dijo, dando un codazo sutil mientras se acomodaba en la silla.

—Muy gracioso, niño tonto —repuse, revoleando los ojos pero sin poder evitar una sonrisa. —Tú deberías hablar menos ¿No lo crees?.

Daphne nos observó con una mezcla de diversión y sorpresa, claramente no acostumbrada a nuestras interacciones. Sin embargo, traté de mantener la atmósfera relajada.

—Entonces, Daphne, ¿cómo van esos proyectos que te tienen tan ocupada? —pregunté, intentando suavizar mi tono para no sonar demasiado directa.

—Eh, bien, supongo... —su respuesta fue vacilante, y pude ver cómo miraba de reojo a Jash, quien parecía disfrutar de la situación menos de lo habitual.

Jash, notando su incomodidad, decidió cambiar de táctica, adoptando un tono más serio.

—Sabes que si necesitas ayuda, Lia y yo estamos aquí, aunque ella sea una pesada a veces —comentó, mirándome con un brillo travieso en los ojos.

—Oye, ¿y tú qué? Siempre tan tarado que no sabe cuándo parar —le respondí, dándole un leve golpe en el brazo. Daphne sonrió levemente, lo cual me tranquilizó un poco.

Intentando cambiar de tema para hacerla sentir más a gusto, comenté sobre un próximo evento de la facultad de Ciencias Médicas, buscando involucrarla en algo que no estuviera relacionado con su carrera.

—Deberías venir, Daphne. Será divertido, y además, podrías ver cómo este idiota aquí presente intenta no hacer el ridículo en público —dije señalando a Jash con una risa contenida.

—Lo dudo, Lia. Soy la estrella del show, después de todo —Jash devolvió el comentario con un tono de broma, aunque se notaba que estaba tratando de mantener ligero el ambiente.

Daphne parecía relajarse un poco más, a medida que la conversación derivaba en temas menos personales y más generales. Sin embargo, cada vez que nuestros temas rozaban algo más profundo o personal, sus respuestas se volvían evasivas. Esto no pasó desapercibido para ninguno de nosotros, especialmente para mí.

Terminando nuestros cafés, y a punto de levantarnos para volver a clases, Jash hizo un último comentario juguetón dirigido a mi, intentando levantar el ánimo.

—Vamos, idiota, no queremos llegar tarde. Ya sabes que tu pequeño cerebro no puede permitirse perder ni un minuto de clase.

—Claro, porque tu gigantesco cerebro podría explotar si intenta absorber algo más de conocimiento —respondí con una sonrisa, mientras nos poníamos de pie.

Daphne, aunque aún reservada, nos despidió con una promesa de tratar de unirse a nosotros más tarde . Mientras Jash y yo nos alejábamos, me volví hacia él, mi preocupación por Daphne todavía latente en mi mente.

—Algo pasa con ella, Jash. Y tengo la sensación de que nos está afectando a todos, más de lo que creemos.

Jash asintió, su habitual humor ahora reemplazado por una expresión más seria.

—Ella solo está estresada por la universidad, y es normal, todos lo estamos. Solo hay que ayudarla para que no llegue al limite y termine colapsando.

—Tienes razón —asentí — Deberíamos planear una salida e invitar a Daphne —sugerí.

—Claro, es una buena idea. A veces me sorprende que tu diminuto cerebro cree ideas tan geniales.

—Suelo tener ideas muy buenas ¿No lo crees?

—En escasas ocasiones —bromeó el pelinegro.

—¡Oye! Eso dolió —dije en un tono dramático

—Era una broma, Beelmar.

—Ya lo sé, tonto.

—Pues parece que tu cerebro aún no, lenta.

—Sabelotodo.

—Pesada.

—Niño reloj.

—Calabaza.

—¡Olvida eso de una vez!

—¿Cómo puedes pedirme algo así? ¡Jamás lo haré! —carcajeó

—¡Eres un tonto, Ashford!

Nos dirigimos de vuelta a clase, preparados para enfrentar lo que viniera, tanto en nuestros estudios como en nuestra complicada red de emociones.

La Dulzura De Un Dolor CompartidoWhere stories live. Discover now