Capítulo 8

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                         Jash Ashford

Era un viernes lluvioso y las calles de Brisbane parecían brillar bajo un velo de gotas, reflejando el brillo opaco de las farolas, el otoño estana por empezar. Lia y yo habíamos acordado en trabajar en unas tareas de la universidad,después de una larga semana de estudio.

Llegué primero y me instalé en una mesa al fondo, donde los murmullos eran más un susurro que una distracción. No pasó mucho tiempo antes de que Lia apareciera, su figura recortándose contra la luz tenue del pasillo.

—¡Jash! Casi no te veo aquí atrás —exclamó con una sonrisa que despejaba la sombría tarde.

—Es el mejor lugar para concentrarse. ¿Cómo estás con todo el estudio?

—Sobreviviendo, apenas. ¿Y tú?

Colocó sus libros sobre la mesa, organizándolos meticulosamente antes de sentarse frente a mí.

—Vamos que nos va bien, ¿no?— respondí, intentando animarla.

Lia sonrió y sacó sus apuntes, y pronto estábamos profundamente sumergidos en el material. Entre gráficos y teorías, nuestras conversaciones giraban alrededor de las tareas, pero ocasionalmente se deslizaban hacia temas más ligeros.

—¿Has visto la nueva exposición de arte en el centro? —preguntó Lia, mirándome sobre sus notas.

—No aún, pero he escuchado que es bastante interesante.

—Deberíamos ir. Dicen que hay una sección interactiva. Podría ser un buen descanso del estudio.

—Suena como un plan perfecto. Necesitamos algo de aire fresco después de tanto trabajo.

El tiempo pasó sin que nos diéramos cuenta, acompañados por el ritmo constante de la lluvia contra los cristales. Cuando finalmente hicimos una pausa, la cafetería ya estaba cerrando, así que decidimos buscar refugio en el pequeño café que quedaba abierto cerca de la universidad. Aún era muy temprano y quería pasar más tiempo con Lia

—Este tiempo me hace desear un buen té caliente —comentó Lia mientras abríamos nuestros paraguas.

—Un té suena perfecto ahora mismo.

Subimos a mi moto y nos dirigimos al café, y cada charco reflejaba las luces de la ciudad, creando un camino iluminado solo para nosotros. Al llegar al café, el calor nos recibió como un viejo amigo.

—Me encanta venir aquí. Este lugar tiene algo... ¿no lo crees? —dijo Lia, quitándose el abrigo.

—Totalmente. Es como estar en otra ciudad por un momento.

Pedimos dos tés y continuamos nuestra charla. Lia habló sobre su familia, sobre cómo su madre era veterinaria y su padre, que era biólogo, siempre traía a casa historias fascinantes del laboratorio.

—Debe ser increíble tener esos mundos tan cerca —comenté, realmente interesado en su historia.

—Sí, supongo que por eso terminé aquí. Siempre fue algo natural para mí, la ciencia, gracias a ellos.

La conversación se deslizó suavemente hacia los sueños y aspiraciones, los retos de enfrentar la realidad de nuestras carreras elegidas, y las pequeñas alegrías que encontrábamos en nuestros estudios y amistades.

—Es bueno tener a alguien que entienda el estrés y la presión, ¿Sabes? —dijo Lia, mirándome con gratitud.

—Lo mismo digo. Y creo que nuestra pequeña escapada al arte podría ser justamente lo que necesitamos para recargar energías.

La Dulzura De Un Dolor CompartidoWhere stories live. Discover now