Especial: Día de las madres

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Gracias a todos por leer, si no has concluido la historia es posible que contenga spoilers.

Residencia para adultos

La enfermera abrió las ventanas para dejar pasar el aire fresco de la tarde a la habitación. En la mesa de noche no había más que la bandeja que ella misma había llevado con los medicamentes correspondientes, no había fotos, cartas, regalos, nada más que polvo, la escena le arrugaba el corazón a pesar de estar acostumbrada a ver a las personas mayores abandonadas a su suerte en residencias como esas. A pesar de los esfuerzos que hacían por mantener la alegría en los adultos mayores para ellos era imposible volver a dibujar una sonrisa verdadera cuando ellos se perdían en sus recuerdos y se sentaban nada más a esperar el final.

—¿Cómo se siente hoy? —la señora acostada sobre la cama solo se encogió de hombros restándole importancia a la pregunta — seamos un poco positivas Isabel, hoy tienes visita familiar, tu nieta va a venir a verte— esas palabras lograron captar la atención de la dama que soltó una risa débil.

–Esa niña no sería capaz de poner un pie en un lugar como este solo para visitarme, lo más probable es que se enteraron de mi estado de salud y solo quieren quedarse con mis pocas pertenencias, por eso la envían a ella. Nunca dejo de preguntarme ¿en qué me equivoqué? Me esmeré en crear una familia unida y solo conseguí que cada uno se fuese por su lado y me abandonaran en este lugar como si de un objeto se tratara.

La enfermera incapaz de pronunciar palabras gracias al nudo en la garganta que se le había formado ayudó a Isabel a ponerse una ropa más decente, una seleccionada cuidadosamente para el encuentro con su familiar. Un poco de perfume y estaba lista para esperar a su nieta frente a la ventana sentada en la silla que ahora la llevaba a todos lados desde que sus piernas habían dejado de funcionar.

La soledad de la habitación ya se había hecho habitual para ella, solo el sonido de las hojas de los árboles moverse con el viento le traía paz a su atormentado corazón. Después de tanto tiempo ya se había resignado a que la hora final llegaría en total soledad. Escuchó el sonido de la puerta al abrirse, tomo un gran suspiro para preparar su mente para el discurso que seguro su nieta había arreglado.

–Buenas tardes abuela –. el tono de voz cargado de dulzura acabó con todo el temple que Isabel había recabado, esa no era su nieta, al menos no la que estaba unida a ella por sangre.

–Annie...

Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas al ver a la única chica que siempre había dedicado un momento de su tiempo para ella. Desde que esa niña se había graduado no había podido verla nuevamente, y con su ingreso a la residencia de mayores las esperanzas se habían destruido, pero allí estaba frente a ella, con una sonrisa en su rostro y en sus manos un ramillete de flores blancas, sus favoritas, solo ella seria capaz de recordar un detalle como ese. Annie aproximó una silla hasta Isabel que en cuanto la tuvo cerca le agarró las manos con fuerza, casi asegurándose que ella era real.

–De verdad estas aquí, ¿Qué te trae a ver a una vieja a un lugar como este?

–Extrañaba tus historias–. esas simples palabras calentaron el corazón de Isabel que se limpió una lágrima que escapaba caprichosa rodando por su mejilla. Annie acarició las manos de Isabel y luego depositó un beso en ellas. –¿Me contarías otra más? – Annie se percató que Isabel lloraba en silencio, le colocó un pañuelo entre las manos y se levantó para poner las flores blancas en la mesa de noche para darle más vida al lugar.

–Tu presencia me reconforta pequeña mía, gracias por siempre escuchar mis historias, aunque solo fuesen tonterías–. Annie volvió a sentarse frente a ella y le coloco un paquete envuelto delicadamente en papel de regalo.

Zorro amaestradoWhere stories live. Discover now