Capítulo cincuenta y cinco: La apuesta

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Narra Pedri

Hace rato que estoy en Barcelona y ya estoy llegando a mi casa.
Mientras que termino de llegar pienso en lo cansado que estoy y en las ganas que tengo de dormir un rato.

Al llegar a la puerta rebusco entre mis bolsillos y en la maleta pero no logro encontrar mis llaves, maldigo entre dientes y comienzo a tocar el timbre.

Ruedo los ojos al ver cómo pasan los segundos, ¿por que tarda tanto mi hermano en abrir la puerta?
Si algo no me dio el señor es paciencia asi que toco de nuevo varias veces el timbre desesperadamente.

Cuando por fin abren la puerta levanto la mirada y siento como el alma se me cae a los pies.

—Buenas tardes —dice Carla con toda la tranquilidad del mundo.

La miro con los ojos entrecerrados mientras que intento asimilar que Carla está en mi casa

—Vete —Es lo primero que me sale al hablar.

—Uf... Lo siento pero no estás en tu día de suerte, creo que no me iré —dice cruzándose de brazos.

La ansiedad me carcome el estómago ¿como ha llegado hasta aquí? Aunque los nervios estén apunto de pasarme una mala jugada intento actuar con firmeza para que no me lo note.

—Vaya, no puedes vivir sin mi eh, no ha pasado ni un día y ya te cuelas hasta en mi casa. Te has superado enana —digo mientras amplio una sonrisa burlona

—No puedes decir tantas tonterías en un segundo, tienes un don ¿no?

Ruedo los ojos y decido dejarlo pasar porque no tiene sentido que sigamos discutiendo, estoy demasiado cansado como para aguantar a esta niña.

—¿Puedes irte ya de mi casa? —le digo cansado.

—Antes tenemos que hablar —contesta

—Bueno está bien, hablaremos en el patio mientras te acompaño hasta la calle. Tienes treinta segundos —le digo comenzando a caminar.

Pero no me deja seguir porque dice algo que me hace frenar en seco.

—Si quieres que todos tus vecinos se enteren de lo mal amigo e imbécil que eres esta bien, hablaremos en el patio. Seguro que les va a encantar mis gritos insultándote.

Abro los ojos como platos.
Mierda.
En cuanto dice lo de mal amigo entiendo en seguida por donde van los tiros.

—Esta bien, hablaremos em mi casa —digo entrando en ella.

Carla cierra la puerta a sus espaldas y no me deja avanzar mucho más de la entrada cuando de nuevo empieza a atacarme con sus palabras.

—Y bien Pedrito... ¿Tú naciste sin testículos o los perdistes con el tiempo?

Abro los ojos sorprendido y enarco las cejas aunque a los segundos intento reaccionar lo más rápido posible.

—Los tengo bien ubicados ¿Sabes? Ahora si quieres verificarlos, no hay problema —digo intentando sonar vacilante aunque me tiembla un poco la voz al hablar.

—No te tocaría ni con un palo tranquilo.  Y si los tienes buscalos porque me parece que los perdistes cuando evitaste decirme que fuiste tú quien le prohibió a Gavi que me hablara —me mira de arriba abajo con los brazos cruzados.

En cuestión de segundos mi hermano Fer se asoma desde la puerta del salón.

—¿Qué has hecho que? —pregunta sorprendido.

Carla se dirije a él de inmediato, se nota que está dispuesta a joderme, pero bien.

—¿No lo sabías? Pues que parece que a tu hermano Pedri se le cayó la última neurona que le quedaba cuando le dijo a Gavi que no me hablara más y si lo hacía se enfadaría como un crío de cinco años

GOL ( Pedri González )Where stories live. Discover now