Capítulo 8

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Frank

La primera vez que Frank se arrepintió de haber donado el corazón de su amada fue cuando el cansado y feliz esposo del hombre en donde ahora latía el corazón de Jamia fue a buscarle. Frank había estado largas horas en la morgue, temblando de pies a cabeza mientras admiraba el cuerpo de su amada palidecer cada vez más. No recordaba bien cuales habían sido las palabras que había recitado, pero un cheque con varios ceros se plantó frente a sus ojos.

— El corazón de mi esposa vale más que cualquier suma de dinero —había dicho su orgullo.

— Este dinero te ayudará con los gastos funerarios —había respondido el hombre, pero Frank decidió romper el cheque en dos partes, y luego en cuatro y luego en seis. Quiso lanzárselos en la cara, pero Jamia estaba ahí, y lo que más le habían encomendado era no ensuciar.

Después de eso el hombre se había ido, y no lo había vuelto a ver.

La segunda vez que se arrepintió de haberlo hecho fue cuando tuvo que notificarles a su cuñado y a sus suegros que Jamia había muerto. Cuando ellos llegaron para despedirse de ella las velaciones estaban siendo efectuadas en una capilla local. Frank, algunos de los colegas de Jamia, amigos de ambos y uno que otro apoderado eran quienes estaban ahí, y todos ellos vieron como la señora Nestor le había gritado a, lo había golpeado y luego se había lanzado a llorar de rodillas ante él, pidiéndole que le regresara a su hija. Y Frank hubiese dado su vida por regresar a Jamia, él también la quería de regreso... pero no podía hacer nada al respecto.

Él la había matado. Y él había ultrajado su cuerpo al donar su corazón.

Ahora, más de dos meses después, su vida estaba destruida.

Hacía mucho había dejado su trabajo, y hacía mucho había renunciado a salir de casa. Su única visita era su fiel amigo James, era él quien había estado pagando los gastos comunes y le llevaba comida tres veces por semana. Frank sabía que no podía seguir así, pero la verdad es que no sabía cómo rayos debía seguir ahora que Jamia no estaba con él.

La vida era tan vacía sin ella, absolutamente nada tenía sentido. La cama era demasiado fría, el comedor exageradamente grande, los sofás ya no olían bien y su estudio había quedado olvidado. Todavía estaban ahí esos exámenes que no había terminado de revisar. Su cepillo de dientes seguía en el baño. La ropa que había dejado sobre la silla todavía estaba ahí.

Si miraba bien, era como si Jamia sólo no estuviera en casa. Como si estuviera de viaje o algo así. No parecía como si estuviese muerta... si cerraba los ojos, podía sentir sus besos en forma de fría brisa.

Si realmente lo deseaba... Jamia estaría ahí, con él.

— ¿Cuántas cervezas has bebido hoy?

La voz parecía venir de cualquier parte y de ninguna en particular. Abrió sus ojos y parpadeó varias veces, sentía un peso en la mano y al alzar la cabeza vio una botella medio vacía ahí, pero la dejó caer y llevó la mano a frotar sobre sus ojos. Su garganta estaba seca y tenía un asqueroso sabor en la boca. Cuando se quitó las manos de los ojos vio un rostro mirándole desde arriba, en contraste con la luz del techo. Era poco lo que podía ver de él. Así que se sentó.

— James... —murmuró con voz ronca al verle, sus manos frotaron por sobre su rostro. Sentía lagañas en los ojos y una barba ensortijada cubriendo parte de su rostro. Había un asqueroso aroma manando de algún lado, y parece que era él. Pero James no arrugó la nariz cuando se sentó a su lado.

— No puedes seguir así, Frank... eres un desastre —dijo su amigo, pero Frank ya lo sabía—. No es lo que Jam...

"Hubiese querido..." Frank terminó la frase en su cabeza. Su amigo le había dicho la misma frase una infinidad de veces, y cada vez tenía menos sentido. Lo que Jamia hubiese querido. Ciertamente ella no hubiese querido eso. Pero tampoco hubiese querido haber muerto. Habían muchas cosas que Jamia hubiese querido, y nadie sabía mejor de eso que él mismo... James no tenía idea.

— Estaba embarazada —se escuchó decir—. Íbamos a ser padres...

— Lo sé, ya me lo has dicho antes, pero...

— Sé que no debo echarme a morir, pero no sé qué más hacer. Jamia era todo lo que yo amaba, era... era... iba a pedirle que se casara conmigo, James. Y ella obviamente iba a decir que sí. Y luego me diría que estaba embarazada pero que estaba esperando un momento especial para decírmelo... pero si me lo hubiese dicho antes, en cualquier bendito lugar yo le habría pedido matrimonio en ese mismo lugar, y no hubiésemos salido a cenar y no hubiésemos tenido el accidente y ella no... ella...

— Hay muchos posibles en esa frase, Frank. Las cosas pasan por algo. Quizás era su momento, ¿sabes? Esas cosas pasan.

— ¿Su momento? James, Jam era joven. Tenía toda una vida... era buena, era... era el amor de mi vida. Y sin ella yo... yo n sé qué hacer, James. No tengo un plan. Todos mis planes eran con ella, ahora estoy... estoy... sólo quiero morir pronto.

— No seas imbécil, amigo —suspiró James.

— Su corazón... doné su corazón, James. Si toda esa mierda de la resurrección existe yo... yo le quité su oportunidad. Doné su corazón, a un tipo que ni siquiera conozco.

— De eso no hemos hablado —murmuró James, contento por cambiar aunque fuese un poco el tema— ¿En qué pensabas cuando lo hiciste?

Frank se encogió de hombros.

— Sólo... yo lo vi, ¿sabes? Yo vi a este tipo y él estaba muy mal y... él iba a morir pronto, yo lo miré, lo miré y... parecía un maldito ángel. Sé que es estúpido, pero en cuanto lo vi supe que debía hacerlo, debía donarle el corazón de Jam y... lo hice.

— ¿Te arrepientes?

— Un poco —suspiró—. Sé que el órgano que tiene todos los recuerdos es el cerebro, pero... pero hay tantas canciones que hablan del corazón. Jamia me amaba con todo su corazón, ¿sabes? Y yo le doné ese corazón a alguien más... es... no lo sé, es extraño.

— Iré a preparar algo para que comas. Dúchate, rasúrate y luego ven a comer algo.

Frank asintió.

Subió las escaleras y se encaminó al baño, se plantó frente al lavabo y comenzó a esparcir la espuma por sobre la mitad inferior de su rostro. Lentamente comenzó a afeitarse para no cortarse la cara, y cuando terminó se enjuagó la cara. Cerró sus ojos cuando se lanzó agua.

Y al abrirlos vio el angelical rostro de aquél hombre mirándole desde el espejo.

Parpadeó un par de veces, pero al mirar de nuevo era sólo su cansada cara la que veía. No sabía que recordaba tan bien el rostro de aquél hombre, y no entendía la extraña sensación que la visión del mismo le había dejado en el cuerpo.

Gerard era su nombre, lo recordaba bien.

¿Por qué rayos había reemplazado al rostro de Jamia en sus alucinaciones?


you're in my heart ・ frerardWhere stories live. Discover now