Capítulo 12

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Frank


Gerard había dejado un dulzón aroma en el ambiente que ni siquiera cuando tres días completos pasaron esta se marchó, o quizás era simplemente que él no quería dejar ir su marca. Aquél lugar en el colchón había pasado a ser sagrado, así como la taza que había usado para beber café. Gerard... su cabeza seguía dando vueltas en torno a sus palabras. Aunque era poco lo que habían charlado había descubierto que congeniaban en varios gustos y que Gerard no era feliz en su matrimonio, que sus padres siempre estaban sobre él y que su relación con su hermano había intentado estrecharse cuando él estuvo enfermo, pero los meses pasaban y él estaba sano... y su hermano estaba lejos, con su nueva familia. Gerard era una persona feliz aunque su entorno no era feliz, tenía ganas de hacer muchísimas cosas todavía y había tanta vitalidad en él... si bien verlo era pensar en que Jamia ya no estaba viva, era fácil verla a ella en él. Ambos tenían muchísimo amor dentro.

Cuando el sol había terminado por esconderse Gerard se había tenido que marchar y con un gesto de la mano lo despidió en la puerta. Se quedó mirando hasta que el vehículo encendió sus luces y partió. Y al cerrar la puerta decidió que no iba a marcharse.

Compraría muebles nuevos o quizás se iría a vivir a un lugar más pequeño, volvería a su trabajo o quizás tomaría un nuevo trabajo en algo que le apasionara todavía más. Había tantas cosas que podía hacer ahí que marcharse lejos parecía ser una pésima idea.

Pero detrás de todas esas nuevas resoluciones había una razón; Gerard.

Simplemente no podía abandonar la nueva esperanza que había aparecido en su camino... Gerard podía ayudarle tanto y él podía ayudarlo tanto a él. Podían ser realmente buenos amigos y pasar mucho tiempo juntos, intentar ayudarlo a llenar el vacío que su hermano dejaba en su vida, los problemas de su matrimonio e incluso la relación con sus padres mientras él absorbía algo de vitalidad de Gerard para intentar poner su vida en orden.

Y si no podía lograrlo daba igual, después de todo ¿Cuántas personas tienen realmente su vida en orden? Además nadie esperaba que él se convirtiera en el presidente de los Estados Unidos. Simplemente si dejaba de estar tan malditamente deprimido estaría bien. Estaría fenomenal, a decir verdad.

Sus nuevas ideas le habían llevado a gastar algo de dinero en una nueva cama, un viejo tocadiscos y varios vinilos puesto que en unos ataques de furia había roto los que tenía. Eso parecía ser suficiente. Y mientras ocupaba su mente en leer algún libro podía escuchar música acostado en su nueva y cómoda cama mientras los días pasaban y una razón de peso para ir a visitar a Gerard llegaba a él. De vez en cuando tomaba la boleta de supermercado en la que Gerard había escrito su dirección y junto a ella había dibujado algo que parecía ser un gato. Gerard le había dicho que pasaba mucho tiempo en casa porque todavía no podía volver totalmente a su vida normal y que su esposo nunca estaba ahí. Era un buen escenario en el cual presentarse.

¿Pero cuál sería la excusa?

— Iba camino a casa y encontré una pastelería que olía realmente bien y vi este pie de limón y por alguna razón me acordé de ti y decidí comprarlo y, bueno, aquí estoy.

Su excusa había sido una mierda y su sonrisa lo era todavía más, el brazo que sostenía la bandeja de cartón estaba temblando y la otra mano se veía realmente estúpida en su costado, pero ya no podía salir corriendo, eso sería todavía más imbécil. Sin embargo Gerard sonreía. Traía puesto un cardigan en color café y unos pantalones de algodón, probablemente su pantalón de pijama. Su cabello estaba desordenado sobre su cabeza y aunque parecía venir recién despertando; sonreía.

you're in my heart ・ frerardWhere stories live. Discover now