Capítulo 15

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Frank


Su cuerpo se sentía adolorido. Cada uno de sus músculos parecía haber sido pasado por una moledora de carne y durante los primeros segundos luego de despertar no tenía idea por qué. Pero pronto la conciencia del magnífico encuentro sexual que había tenido con Gerard llegó a su cabeza, y justo después de eso sus recuerdos se plagaron del rostro de su esposo, de Robert. Podía recordar el odio con el que lo había mirado y lo cobarde que había sido a hacerle caso a Gerard y haberse marchado así nada más. Junto a la puerta se había vestido y luego prácticamente había salido corriendo hacia la calle, sin preocuparse de lo que fuese a pasar con Gerard.

Pero el segundo día sin él estaba comenzando, y no había recibido llamadas de Gerard y tampoco le había contestado el teléfono. Las primeras veces había sonado y sonado hasta que era transferido al buzón de voz, pero ahora el teléfono estaba apagado. Y no sabía qué demonios hacer.

Su preocupación había ido creciendo a volúmenes increíbles, todos sus pensamientos daban vueltas en torno a Gerard. Realmente no podía sacárselo de la cabeza, ¡Porque vamos! Se amaban. Quizás no lo habían dicho, pero se amaban. Esos besos, esas palabras... incluso habían hecho el amor dos veces seguidas. ¿Si eso no era amor entonces qué?

Se había atrevido a pensar que luego de haber tenido sexo con él Gerard se había saciado y había regresado a su vida de casado con Robert, pero algo en su corazón le decía que eso no era así. Que Gerard lo quería tanto como él lo quería.

Ese día no fue a trabajar. Se dedicó a girar sobre su cama hasta que el medio día llegó y entonces se preparó una taza de café que acompañó con un documental de Diosa sabe qué, porque su cabeza estaba en la luna. Intentaba fundir sus pensamientos con la voz de hombre en la pantalla cuando su teléfono celular sonó y atontado se levantó a tomarlo. No conocía el número, o no lo recordaba.

— ¿Frank Iero?

Era una voz ronca, pero luego de regresar totalmente a su cabeza la reconoció.

— ¿Qué le hiciste a Gerard? ¿Por qué no me ha llamado?

— Escúchame —dijo él, sonaba cansado—. Estamos en el Hospital. En la misma habitación en la que estábamos cuando le donaste el corazón de tu esposa. No puedo decirte más. Pero ven. Es urgente.

Y cortó.

Frank se quedó con un terrible nudo en la garganta. Estaban en el Hospital, y por instantes se imaginó lo peor. Gerard había estado increíblemente enfermo del corazón y quizás ni siquiera el corazón de Jamia había podido salvarlo, y quizás... quizás...

Interrumpió sus propios estúpidos pensamientos y con prisa se comenzó a vestir. No había tiempo para una ducha o para terminar de beber su café, y en menos de cinco minutos estaba corriendo a la acera para tomar un taxi camino al hospital. Fue, fácilmente, el viaje más largo y tormentoso que alguna vez experimentó. El cielo estaba nublado y el aire demasiado abochornado para su gusto.

Era un día terrible, y pensar que podía ponerse todavía peor le asustaba terriblemente.

Cuando llegó al hospital se dirigió corriendo a las escaleras y con la misma prisa se dirigió a la habitación ya conocida. Inspiró un par de veces y cuando estaba por abrir la puerta sintió una mano en su hombro. Era Robert. Sin detenerse a pensar se giró hacia él y le lanzó un puñetazo en la mejilla, y luego otro en la nariz. Robert no se defendía, y eso era todavía peor porque parecía estar aceptando la culpa. Así que siguió lanzando puñetazos hasta que un guardia de seguridad lo tomó entre sus brazos y lo apartó de él. Y sólo entonces volvió a mirarle. Su nariz estaba sangrando, también su labio, y sus ojos estaban lagrimeando. Su propia mejilla escocía y aparte del dolor en el labio inferior había un sabor metálico al interior de su boca. Al parecer Robert si había respondido a los golpes. El hombre comenzó a arrastrarlo consigo en dirección al ascensor, pero Bert avanzó dos pasos y negó.

— No es necesario que se lo lleve, él va a comportarse ¿Cierto? —dijo Robert, mirándolo a los ojos.

Frank lo aniquiló con la mirada y luego, de mala gana, asintió una vez. Y el hombre lo soltó.

— Yo no le hice nada —se apresuró a decir Robert en cuanto Frank fue libre nuevamente. Ambos estaban jadeando. Pero Robert lo estaba más. Y fuera del cansancio y la preocupación en su rostro había también algo de tristeza.

Frank se sintió culpable. Después de todo Gerard lo había engañado con él en su propia cama. Eso parecía ser un golpe fuerte para cualquiera. Incluso para él.

— ¿Qué pasó con Gerard? —Frank preguntó— ¿Por qué no me ha llamado?

— Está con unos calmantes un poco fuertes... pero no es nada grave. Todavía no me explican bien qué pasó pero al parecer tuvo algo similar a un infarto cuando los sorprendí y... se desmayó. Lo traje de inmediato, y hemos estado aquí desde entonces.

— ¿Va a estar bien? —fue lo único que logró formular.

Robert asintió.

— ¿Puedo verlo?

Lo vio asentir una vez más y sin esperar nada se apresuró a la habitación de Gerard. Con cuidado cerró la puerta a sus espaldas y vio a Gerard sobre la cama. Tenía conectado un monitor cardiaco y a su brazo una bajada de suero, pero fuera de eso no había nada más. Estaba respirando por sí mismo, y al parecer su corazón latía bien. Ni siquiera su rostro lucía mal como lo había visto antes... parecía estar durmiendo, simplemente durmiendo. Se acercó a él y tomó su mano libre, llevándola a sus labios para besarla.

— Gerard... —susurró, estirando una mano para acariciar su mejilla— Lo lamento tanto... todo esto fue culpa mía. Y ahora estás aquí de nuevo y... tú estabas bien. No es justo...

Sin poder evitarlo algunas lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas, y se acercó a besar sus labios porque realmente la parte racional de su cabeza le decía que esa debía ser la última vez que se verían. Y cuando se apartó sintió como una parte de su propio corazón se quedó aferrado a él. Quería guardarse su imagen para siempre...

De pronto la puerta se abrió y tuvo que apresurarse a secarse las lágrimas para no verse tan vulnerable. Era Robert, y a parecer había usado el tiempo a solas para limpiarse la cara. Se acercó a la cama, pero en lugar de detenerse ahí pasó directo a la ventana, y dándole la espalda comenzó a hablar.

— Yo amaba a Gerard, lo sigo amando pero... el Gerard que salió del hospital no era el mismo que entró. Me di cuenta el primer día. Ha estado evitándome por meses. Es como... como si fuera un extraño. Siento que no confía en mí, que ya ni siquiera me considera su amigo siendo que antes ambos éramos el mejor amigo del otro. Teníamos un matrimonio espectacular, pero ya no más... y no te culpo a ti, esto estaba así desde antes que aparecieras en el cuadro. Supongo que me cansé de él, y que él se cansó de mí. Yo... bueno, había estado pensando divorciarme. De hecho en mi viaje hablé con mi abogado y... está todo listo. ¿Sabes cuándo me di cuenta que mi matrimonio se había acabado irremediablemente?

— ¿Cuándo? —Frank preguntó por cortesía.

— Unos cinco minutos antes de llamarte. Gerard recuperó la conciencia por unos minutos y dijo tu nombre. Lo primero que dijo fue tu nombre. "Frank, llamen a Frank. ¿Dónde está Frank?" —suspiró, y sostuvo un largo silencio antes de agregar— Y entendí que él no me corresponde porque ahora te corresponde a ti y espero que sepas valorar eso. Yo... voy a irme ahora. Me tomaré unas largas vacaciones en Europa y mi abogado hablará con Gerard cuando él despierte. Así que... supongo que es el final de lo nuestro, y el comienzo de lo de ustedes. Sólo prométeme que vas a cuidarlo.

— Lo prometo —dijo Frank. La sorpresa había enviado lejos a su elocuencia.

No tuvo tiempo de agregar nada más porque después de darle una última mirada Robert abandonó la habitación. Y se quedaron totalmente solos los dos. Frank volvió a tomar una de sus manos entre las propias, dejó ir un suave beso y susurró algo que de ahora en más sería sólo de Gerard:

— Te amo.

you're in my heart ・ frerardDove le storie prendono vita. Scoprilo ora