Epílogo

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— ¡Mikey, ve a buscar a mamá!

Michael rodó los ojos y sin replicar absolutamente nada abandonó la habitación de su hermano mayor. En el pasillo se encontró a su esposa junto a su hijo y su sobrina. Su hijo había cumplido un año hacía tres meses y ya estaba comenzando a caminar y su sobrina realmente intentaba imitarlo, pero era demasiado pequeña y eso la hacía llorar. Alicia tenía una gran paciencia para andar detrás de ambos en ese apretado vestido. Siguiendo por el pasillo se encontró a su nuevo cuñado intentando eliminar su barba porque aunque había escuchado a su hermano mayor decirle que iba a tener que afeitarse varios días atrás, él no había querido hacerlo y ahora, a última hora, estaba intentando librarse de ella.

Bajó las escaleras y se encontró con el verdadero infierno ahí. Había por lo menos treinta personas en la sala y la cocina hablando todos al mismo tiempo y corriendo de un lado a otro con comida y vasos de cristal. Todos estaban vestidos de etiqueta y había varios de ellos que no conocía, posiblemente amigos de Frank. Salió por la puerta que daba al patio y se encontró con el blanco altar, con rosas rojas atadas a él. Todas las sillas del mismo color estaban en su posición y varios arreglos florales en blanco y rojo estaban distribuidos por todo el lugar. Había sido Lindsey, la amiga de su hermano mayor que se dedicaba a decorar interiores, quien se había encargado de decorar todo lo referente a la boda.

Y en una de las sillas, fumando un cigarrillo, encontró a su madre charlando con Lindsey. Ambas le sonrieron y él lo hizo también, o al menos lo intentó. El nerviosismo del día había tensado su rostro.

— Gerard quiere verte, mamá —dijo en voz baja.

— Estos niños... es difícil creer que es la segunda vez que se casa y sigue siendo dependiente de mí —su madre negó un par de veces, soltando una risotada que fue coreada por Lindsey—. Sostén mi cigarrillo, Michael. Y charla un poco con Lindsey.

— Sí, mamá —respondió él. Tomando asiento en donde antes había estado su madre. Lindsey le sonrió y comenzó a hablar de la boda. Pero él no quería hablar de nada. Realmente tenía ganas de vomitar.

Gerard no estaba mucho mejor. Sentía que el traje lucía mal siendo que lo había escogido hace meses. Su rostro lucía demasiado pálido y su cabello estaba terrible. Tenía ganas de tomar a su hija y a Frank y marcharse lejos para evitar todo eso. Después de todo ya se habían casado ante el estado días atrás. Pero no podía dejar la boda... no podía, ¿Podía?

— ¿Qué pasa, hombre? —fue la voz de su madre quien lo trajo de regreso. Se giró hacia ella e intentó esbozar una sonrisa, pero no podía. Estaba tan tenso como su hermano.

— Tengo miedo... —susurró—. ¿Y si Frank se arrepiente?

Sabía que era totalmente improbable, ambos se amaban.

— Él te ama. No seas idiota —rió ella—. Vamos, todos están esperándolos y ya estoy comenzando a tener hambre. Todo será perfecto y al final del día yo me llevaré a la pequeña Emily a casa para que ustedes se vayan de luna de miel.

— No sé si quiero ir sin ella... Frank dice que va a extrañarla muchísimo y yo también —bufó él— ¿No podemos llevarla?

— No pueden —dijo su madre—. La luna de miel es para ustedes... además serán sólo tres días. Cuando vuelvan pueden llevar a mi nieta a donde quieran. Pero ahora me la dejarán a mí. Apenas he podido mimar a mi nieta.

Gerard sonrió y asintió. En silencio dejó que su madre terminara de acomodar los últimos detalles en él y luego la dejó besar su mejilla antes de dejarla ir.

— Dame cinco minutos para organizar a esta gente y luego puedes bajar, ¿está bien? El ministro ya está ahí abajo. Está todo listo.

Gerard asintió una vez más.

Se quedó mirando la pantalla de su celular, esa fotografía en donde salían él, Frank y la pequeña con falsas muecas de enojo. Y vio pasar los minutos hasta que los cinco se cumplieron. Dejó que avanzara uno más y sólo entonces salió. El pasillo estaba vacío y la habitación en donde Frank había estado preparándose lo estaba también. Incluso la planta baja estaba totalmente vacía. Y en cuanto salió al patio trasero se los encontró a todos.

Lo primero que vio fue a su hija en ese bonito vestido blanco, en brazos de Alicia que vestía de rojo. Junto a ella estaba su sobrino, vestido en color blanco también. Ambos niños con pequeñas cestas llenas de pétalos de rosa en sus brazos. Y cerca de ellos estaba Frank, vestido con un traje completamente blanco. Se había afeitado y lucía realmente adorable, aunque su cabello estaba algo desordenado. Su padre estaba junto a él, listo para llevarlo al altar. Y junto a ellos estaba Michael, sonriendo con levedad. El padre de ambos había muerto dos meses atrás producto de una enfermedad que detectaron demasiado pronto y ya habían llorado todo lo que debían llorar. Le frustraba en sobremanera que su padre no pudiera acompañarlo al altar. Pero había sido el mismo Michael quien se había ofrecido a hacerlo, ¿y cómo negárselo?

De pronto comenzó la música y Alicia se puso en marcha. Ambos niños comenzaron a lanzar pétalos de rosa a la alfombra blanca. Cuando iban por la mitad Frank y su padre comenzaron a caminar también, y justo después de ellos Michael y él iniciaron la marcha. Vio todos los rostros que deseaba ver ahí, todos sonreían, todos estaban felices por ellos.

Cuando llegaron al altar Alicia y los niños se hicieron a un lado y el padre de Frank lo dejó en el altar antes de ir a tomar asiento. Michael soltó su brazo y ambos compartieron un abrazo antes de dejar ir a su hermano, y entonces se giró para ver a Frank, y ambos compartieron una sonrisa nerviosa.

— ¿Estás listo? —susurró Frank. Gerard negó.

— Vamos a casarnos —dijo Gerard— ¿Puedes creerlo?

Ahora fue Frank quien negó. Se tomaron de las manos y posaron la vista en el hombre encargado de unirlos para toda la eternidad. Lo cual parecía ser algo innecesario porque hacía mucho que habían decidido unirse para siempre. Gerard se perdió en las iniciales palabras del hombre y alzó la mirada al cielo. Ahí es donde esperaba que estuviera la mujer que le había dado una nueva oportunidad en forma de corazón... con todo lo que había en él.

you're in my heart ・ frerardWhere stories live. Discover now