Capítulo 16

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Gerard



Gerard despertó tres días después de que Robert se marchó. Supo que no estaba ahí incluso antes de abrir sus ojos porque no sentía su presencia, no sentía su aroma. En el pasado había aprendido que cuando estaba en ese estado de inconciencia a quien veía en sus sueños era quien estaba con él. Antes fue Robert, pero esta vez... esta vez había sido Frank. Y al abrir los ojos comprobó que sus sueños habían tenido razón; Frank estaba durmiendo con la cabeza apoyada en su cama y el cuerpo incómodamente doblado en el sofá. Una sonrisa de absoluta conformidad se formó en sus labios, pero la preocupación también se hizo presente en él.

Si Frank estaba ahí, ¿Dónde estaba Robert?

Y en cuanto Frank despertó y lo besó y le dijo que había estado infinitamente preocupado por él y que por favor no le hiciera pasar por ese tipo de miedo nunca más, tuvieron tiempo de hablar de otras cosas. Frank se hizo un lugar en la cama y abrazados hablaron de todo lo que Robert había dicho. Ambos compartieron preocupaciones y en silencio le agradecieron por ese enorme sacrificio. Y se quedaron dormidos una vez más.

Despertaron cuando el sol estaba en su punto álgido sobre el cielo, fue un doctor quien interrumpió el descanso de ambos para hablar con Gerard. Le contaron que había sufrido un pre infarto y que no era tan grave como creían, pero que de ahora en más iba a tener que seguir una dieta un tanto más estricta e iba a tener que tener cuidado con muchísimas cosas. Los resultados de las pruebas habían salido bastante bien, y esa misma tarde iba a poder irse a casa.

— No sé si pasan autobuses cerca de mi casa —dijo Gerard, frunciendo sus labios.

— Tendremos que averiguarlo. Yo ya no manejo —respondió Frank. Era quizás un trauma por el terrible accidente que había experimentado hace algunos meses y posiblemente iba a solucionarlo con terapia, pero no quería abrir su cabeza con nadie, no quería asistir a terapia para que semana a semana le recordaran lo que había sucedido. Además estaba bien sin conducir. Una vez leyó que los accidentes automovilísticos eran la segunda causa de muertes en los Estados Unidos, justo debajo del cáncer.

— Pero podemos tomar un taxi... —Gerard acomodó su cardigan y le miró con ojos de cachorro, y Frank no pudo replicar nada en lo absoluto a eso. Así que le dejó solo en las puertas del Hospital y se alejó en busca de un taxi. Tres minutos y medio regresó a él, y medio minuto después un vehículo totalmente negro aparcó junto a la acera. Ambos se subieron en los asientos traseros y Gerard dio la dirección antes de sumirse en un abrazo, con el rostro escondido en el cuello ajeno. Frank había decidido acariciarle los cabellos y realmente se sentía bien. Robert solía hacer eso, pero no se sentía bien como las caricias de Frank.

O quizás era solamente porque se trataba de Frank.

Gerard se sorprendió al encontrar su hogar vacío cuando llegaron allá. Y luego de avisarle a Frank que iría a tomar una ducha subió las escaleras en dirección a su habitación. Al abrir el armario de Robert descubrió que este estaba vacío, al igual que su estudio un par de puertas más allá. Y se sintió morir un poco.

Con el teléfono inalámbrico se encerró en el baño de su habitación y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la puerta de la ducha. Se sabía el número de memoria, y después de tres pitidos escuchó respuesta. Era la voz de Robert.

— Bert... Bert, hola. Soy yo...

— Sé quién eres —respondió él— ¿Acaso crees que podría olvidarte?

Gerard sonrió.

— Yo... ya estoy en casa y, Frank me dijo todo pero aun así creí que...

— ¿Qué ibas a encontrarme ahí? —Gerard respondió afirmativamente con un ruido y escuchó un suspiro al otro lado de la línea— No me marché porque ya no te quería. Me marché porque tú ya no me querías. Lo quieres a él, Gerard. Y realmente no soy tan masoquista como para verte con alguien que no sea yo. Por eso prefiero estar a un océano de distancia de ustedes... y prefiero no saber qué están haciendo, cómo están viviendo sus vidas...

— Bert, yo...

— No digas nada, Gerard. Te conozco más que a mí mismo —suspiró una vez más—. Yo sé que te sientes terriblemente mal por esto, pero no te sientas así, por favor no lo hagas. Todo está bien... no tienes la culpa de haberte enamorado de alguien más. La culpa fue mía por no tratarte como merecías... yo dejé que esto pasara al no esforzarme por recuperar tu amor. Así que no te culpes, porque yo no te culpo.

— Frank... tenía un hematoma en la cara, no le dije nada pero lo vi ahí. ¿Qué pasó? ¿Por qué le pegaste? —dejó ir, mordiendo la parte interior de sus labios.

Robert rió.

— No viste como me dejó a mí —respondió con voz divertida—. Lo llamé para que fuera al hospital, y debe haber creído que intenté matarte o algo así porque llegó hecho una furia. Tuvimos un pequeño encuentro a golpes y cuando todo se calmó me dejó hablar. Esto es duro para mí decirlo pero... creo que en ese momento noté que él te ama.

Gerard parpadeó un par de veces, sus labios se quedaron fundidos en una mueca durante largos segundos y después, sin saber bien por qué, preguntó:

— ¿Me amas?

Lo escuchó reír, esa ronca risa que soltaba cada vez que estaba a punto de echarse a llorar.

— Más que a nada en el mundo —respondió Robert, y después de eso cortó.

Gerard se quedó con el teléfono abrazado a su regazo durante largos minutos, y no supo cuando las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas. Estaba tan metido en su cabeza que no escuchó la voz de Frank llamando su nombre, y no supo nada sino hasta que lo tuvo a su lado, abrazándolo. Se miraron a los ojos por instantes y posiblemente Frank adivinó qué estaba pasando, pero no dijo nada en lo absoluto. Sólo se abrazaron, y cuando los abrazos no fueron suficientes se besaron. No eran besos sucios, no pretendían hacer nada más. Sólo querían hacerse compañía, sentirse un poco más juntos.

Y sin darse cuenta Frank comenzó a llorar también, dejando que todos los sentimientos tóxicos que abrazaban su corazón se diluyeran. En medio del llanto volvieron a encontrar sus miradas, y de un repente comenzaron a reír y los besos volvieron a tomar lugar. Sus lágrimas ya estaban secas, sus corazones se sentían libres y sus labios parecían haberse hecho para besarse mutuamente.

Frank le ofreció una mano y se pusieron de pie. Juntos regresaron a la habitación principal y fue Gerard quien tomó la iniciativa esta vez. Lo trajo consigo hasta uno de los ventanales y se puso de puntillas para quitar el seguro. Detrás de los cristales había un pequeño balcón en el que apenas cabían, pero abrazados se sentían bien. La vista no era la mejor cosa del mundo, pero juntos incluso la contaminación de la ciudad parecía algo artístico.

Gerard le besó la comisura de los labios cuando lo descubrió mirando tan atentamente el paisaje ante sus ojos, y Frank le regresó el beso, pero en la nariz. Gerard sonrió y se acercó a besar uno de sus ojos, y luego cerró los párpados cuando un beso similar llegó a él. Y después se besaron en los labios hasta que el beso perdió su sentido y se convirtió solo en pequeños besos sobre sus labios cerrados. En medio de uno de esos besos Frank se le quedó mirando totalmente idiotizado, y con toda la seguridad del mundo soltó algo que había estado deseando decirle quizás desde la primera vez que lo vio:

— Te amo.

Gerard alzó levemente sus cejas, le había pillado por sorpresa. Estudió sus facciones como si temiera que estuviera bromeando o mintiendo, pero encontró la más absoluta sinceridad en él. Besó sus labios una vez más y dejó que sus brazos recorrieran su torso por completo, apegándolo hacia sí hasta que no quedó siquiera un milímetro de distancia entre ambos. Y sólo cuando lo sintió totalmente suyo, y se sintió totalmente seguro de ello, llevó sus labios a uno de los oídos ajenos y con toda la dulzura del mundo respondió:

— Y yo te amo a ti.


you're in my heart ・ frerardWhere stories live. Discover now