Embarazo Prematuro

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UN MÓVIL.

Pérez me había regalado un móvil, y no uno cualquiera, se trataba nada más y nada menos que del último iphone que había salido al mercado.

Iba a devolverlo sin duda alguna, no iba a aceptar una ofrenda tan excesivamente costosa de un hombre que conocía de menos de dos semanas. Era una locura.
No merecía ese móvil, no lo había recibido con amor,  por lo que a pesar de que brillase clamando mi atención, no sentía aquel móvil de última gama como mío.

Entré en el piso. Luisa aún no había vuelto. Un mensaje justo al encender mi nuevo móvil, temporal, me alarmó.

Feliz graduación, Azucena.

Sonreí contrariada, le respondí tras algunos minutos. No quería parecer desesperada.

Ya me ha regalado el vestido, y la cena, señor Pérez, cuando lo vuelva a ver le devuelvo el iphone, gracias de todos modos.

Me respondió al instante.

Aún tenía mis dudas de como entre todas las chicas de aquella fiesta en su gran palacio se paró a hablar conmigo.

Tal y como le dije en aquel balcón de fantasía, yo no pertenecía a su mundo, ¿por qué desde aquel momento se empeñó en incluirme?

Me dispuse a leer su mensaje.

Los regalos no se rechazan, es un gesto maleducado. ¿Qué le parece si nos vemos mañana?

Mis labios se curbaron en una fina sonrisa, me detuve a pensar en sus palabras y a decidir que hacer antes de responderle.

Sin duda aquel teléfono móvil era demasiado caro, y me ofrecía la posibilidad de vernos al día siguiente y devolvérselo a la fuerza.

Pero, ¿y si volvía a presionarme de nuevo a besarlo?

Ésa era otra cuestión a tratar, aquel casi beso me había dejado descolocada y confundida.

¿Y si en la proxima cita en vez de prácticar con sobrenombres cariñosos, como amor o cariño, me insinuaba prácticar con besos y ya de paso poner mi interior patas arriba?

No podía ser ingenúa,  como me pasó con Ángel, no daría lugar a ilusionarme con Pérez.
Tenía que admitir sin más remedio que se trataba de un hombre muy atractivo, un chico demasiado jóven para cargar con nosecuantas empresas él solo.

Pero lo hacía y eso hablaba muy bien de una persona, salir adelante y hacer correctamente su trabajo.
Aunque no lo conocía demasiado bien como para aventurarme a decir que era honrado, ya que los lujos entremezclados con la fama y el afán de poder corrompían el alma de muchos, ensuciaban la conciencia de otros y enloquecian a unos cuantos más. 

Al cabo de un rato de reflexión con mi diablo y mi áng- quiero decir la parte buena de mi conciencia, llegué a la conclusión de que lo dejaría en ascuas un rato y mientras me prepararía la cena.

Dejé el móvil en sus horas de carga reglamentarias debido al hecho de ser nuevo y me encaminé a la cocina.
Me decliné, teniendo en cuenta mi inexperiencia culinaria, por una ensalada y alguna fritura que encontré en el congelador.

Pensé en Luisa, y aunque no sabía si llegaría para la cena, hice también comida para ella.

Había estado extraña los ultimos días, pero jamás me contó su problema.

Fingía normalidad conmigo, y le daba su espacio, pero esa noche sí o sí le preguntaría qué demonios le pasa.

Acabé con la cena rápida y me senté en la mesa del comedor para comerla cuando escuché la cerradura de la puerta girarse.

Contrato de BodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora