Inesperada Proposición

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El coche se movía a velocidad vertiginosa por la autopista, habíamos salido de la ciudad de Murcia en dirección a Alicante.

- ¿A dónde vamos? - Pregunté confundida a nadie en concreto, esperando recibir una respuesta de algún miembro de mi familia.

Mi madre desde el asiento del copiloto se volvió hacia mí, con una sonrisa de oreja a oreja. Aquellas sonrisas en mi madre pronosticaban o algo excesivamente bueno o algo solo fabuloso para ella y que a mi me iba a arruinar el día.

Recé por que no fuese lo segundo.

- A Alicante, hija- me respondió, una sonrisa irónica escapó de mis labios.

- Eso ya lo sé mamá, hay carteles. -Indiqué -¿Podrías ser un poquito más concreta? - pedí sarcástica a la mujer que me dio la vida.

El semblante de Mireia Azor, es decir, mi madre cambió de uno feliz a uno impasivo.

- A la playa - mencionó solo.

Mi madre cambió su postura fijándose demasiado en el escueto paisaje a través de los cristales de la ventanilla para darme a entender que no iba a responderme a nada más.

Sonreí.
Ése era mi día.
Y si a dónde nos dirigíamos era a la playa ya estaba más que contenta.

Desde ese momento decidí que nada alteraría aquella vivencia tan especial de mi vida: el final de mi trayecto estudiantil.

Mediante el reflejo de la ventanilla observé mi cabello, recogido en un moño que formaba una serie de abstractas figuras y algunos mechones -de manera premeditada- se disponían ondulados y sueltos, agraciando aquel recogido aún más.

Dígamos que el presupuesto que tenía para el vestido, que al final me regaló César, lo consumí en el maquillaje y en el peinado para la graduación.

Me sumí en mis pensamientos durante largo rato, hasta que mi hermano abrió la boca para informarnos de una noticia estupenda.

- Tengonovia - soltó con rapidez Dani, los cinco lo miramos con cara de sorpresa y yo fuí la primera en sonreirle.

- ¿Cómo se llama la afortunada? - Preguntó mi madre curiosa - ya me lo olía yo eso, estos dias no has soltado el teléfono ni para lavarte los dientes - le espetó, divertida.

- Se llama Naiara, es muy... Perfecta - la aduló mi hermano en la distancia con sus ojos brillantes de cariño.
No podía estar más feliz por él, mi única objeción fue el echo de que en mi caso el amor no me sonriera al igual que a mi hermano.
¡El único tío que me había importado de verdad me dejaba por una teñida superficial!
A ver, yo no era perfecta ni mucho menos, era demasiado menuda y bajita para mi gusto, pero ese no es motivo para dejar a una persona.
Se suponía que me quería.

César Pérez era increíblemente guapo y parecía salido de revistas de playboy, pero fallaba mucho en su carácter bipolar, y en su seriedad desmedida. Además para lo único que sonreía de verdad era para coquetear con las chicas.
Y tenía claro que no iba a ser una mujer más en su lista de triunfos.
Aunque tuviera que ser su novia por encargo por un tiempo (hasta el fallecimiento de su abuelo) no iba a tener la suerte de tenerme a sus pies, aunque para la salud de mis hormonas sería prudente que no pasara demasiado tiempo a su lado.

El silencio fue rompido por la voz chillona de mi madre.

- Entonces, tú con el hijo de José Pérez... El poderoso César Pérez. Me has asombrado Azucena. Tienes un gusto sobrenatural para los hombres. - Hablando del rey de Roma, mi madre lo sacó a colación.

Si con gusto te refieres a que tengo un sexto sentido para elegir al hombre que antes me ponga los cuernos, sí, tengo esa "cualidad" también me pertenece la cualidad de complicarme la vida tontamente. ¿Gusto por los gruñones estirados? No, gracias.

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