¿De verdad te importo?

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La isla era bastante grande, teniendo en cuenta la caracterización de estas islas tropicales, de tamaño bastante escaso.
Ya desde las alturas podía distinguir cabañas esparcidas a lo largo de la isla, en primera linea de playa, y un verdor fascinante junto con el gratificante aroma a comida, que en esos momentos era lo que más deseaba, además de los labios de Pérez.
Lo miré esperando encontrar mi misma ilusión reflejada en sus ojos, en cambio nada de aquello le había asombrado. Ya que no miraba el paisaje, me miraba a mí.

- Hoy estás muy bella, Azucena- me dijo César al oído, enrojecí hasta las orejas.

El helicóptero aterrizó, sentí un cosquilleo en el estómago, pero no sabía si era a causa del descenso de la máquina alada o el efecto que la mirada de César Pérez me producía.

- Señores, ya hemos llegado al resort, espero que disfruten de su estancia. Enhorabuena por el matrimonio -dijo el piloto con formalidad y educación.

¡Resort! seguramente pasar una noche aquí me cueste mas que mi apartamento, con los muebles incluidos. Pensé con algo de desdén, el lujo estaba bien, por supuesto, pero de vez en cuando, sin abusar y en dosis moderadas.

-Gracias - agradecí amablemente al piloto, me despedí con un gesto de manos, César solo asintió hacia él con la cabeza, sin más palabras.

Aquella era su faceta de empresario serio y jefe, no me disgustaba del todo, lucía sexy, eso sí un hombre simpático da mil patadas a un aburrido hombre, ¿lo bueno de César? Solía tener bipolaridad extrema, así que podía conocer de todo un poco.

Nos esperaba justo al bajar un mayordomo con esmoquin blanco y una botella de cava en sus manos, ver las palmeras y la fina arena en el suelo me hicieron sonreír.

- Un regalo de bienvenida - dijo el hombre sirviéndonos el vino en las copas con elegancia y ofreciéndonos un piscolabis en una bandeja que si no era de oro, era una imitación realmente buena.

Ataqué las delicias de la bandejita sin importarme los modales, el mayordomo me observaba algo enfadado y César con una sonrisa divertida, ¡pero es que me moría de hambre! La sed también me la apaciguó el vino, la copa quedó vacía en poco rato.

- Síganme, los llevaré hasta su chalet para que se acomoden, los maitre ya habrán dejado su equipaje en su habitación.
Aluciné con todo lo que decía aquel hombre.

¿Chalet?

¿Maitre?

-¿Podría saber de cuantas estrellas es tu "resort", César? - Le pregunté en voz baja, aturdida.

Me acarició la mejilla con el dorso de la mano, su mirada me derritió.

- ¿Tanto importa eso? - Me preguntó con aquella voz...tan profunda como un pozo, pero mucho más aterciopelada. Arqueé las cejas, exigiendo una respuesta - es de siete estrellas, aquí han venido a hospedarse personas socialmente conocidas.

- ¿Te refieres a famosos? - Asintió, con orgullo - ¡Dios, César! No me merezco nada de esto, pensaba que la luna de miel sería en Toledo... Bueno, que no habría luna de miel de ningún tipo.

César me miró irónico, quizás por la idea que tenía de no salir a ningún lado. Tomó mi mano. En toda la conversación no dejamos de caminar.

- Soy una persona, Azucena, necesito descansar como todo ser humano, de trabajo y responsabilidades -admitió sosegado - esta es la oportunidad perfecta para tomarme unas vacaciones.

- ¿Tantas responsabilidades tienes? -Pregunté curiosa, si César se agobiaba con su trabajo, lo ocultaba a la perfección

- Soy el jefe de 15 empresas, unas financieras, otras de turismo, otras dirigidas al ámbito social o lúdico y soy socio cooperante de otras 20. reuniones, pelmazos, publicidad... Créeme si te digo que necesito ésto, mas que nunca.

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