Futuro matrimonio

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Tan relajada me encontraba a causa de las sales de baño y del agua tibia, que no escuché unos pasos caminar por la habitación.
La puerta del baño se abrió repentinamente y fuí consciente de mi fallo al no poner el pestillo.

- ¡No entres! - grité a la persona que se introducia en el cuarto. Pero era demasiado tarde, ese alguien ya había entrado. Y era Pérez.

Me miró con la boca abierta al principio, asombrado de mi apariencia pero pronto su expresión cambio a una sonrisa lasciva incontenible. Deseé que la bañera tuviera suficiente espuma para tapar mis partes íntimas. Crucé las piernas evitando que se viera mi entrepierna y tapé mis pechos con los brazos, como pude, en cuanto salí de la sorpresa inicial de ver su esbelta figura en el umbral de la puerta.

Aquel hombre sin proponérselo me había visto desnuda, como Dios me trajo al mundo.
Apreté los labios.
Mis músculos se tensaron.
Lo miré asustada.
Pérez,a su vez, me miraba con los ojos cargados de lujuria y fuego líquido.

De repente me sentía como un corderillo a punto de morir, mirando a su verdugo con miedo y planeando una previsible huida.

Una lágrima salió timida de mis ojos cuando observé que se movía hacía la bañera donde estaba sumergida, a un ritmo acelerado, tenía la vista fija en mi cuerpo desnudo, que yo intentaba tapar absurdamente, se le habían oscurecido los ojos debido a la dilatación de sus pupilas, respiraba con dificultad y eso me inquietaba aún más, hasta tal punto que a mi misma me costaba respirar, comencé a temblar ligeramente.

¿Sería capaz Pérez de violarme? Su semblante me indicaba que sí, envuelto en deseo, y su "cosa" abultada debajo de sus pantalones también me decía lo mismo.

Más lágrimas escaparon de mis ojos después de la primera, con más ligereza, entonces César Pérez se detuvo a un escaso metro de mí como parado por una cúpula de cristal insondable que me protegía de su instinto animal.
Perez parpadeó varias veces, entrando en razón de repente. Desvió la mirada de mi cuerpo hacia mi rostro y seguidamente me tendió una toalla mirando hacia la dirección contraria a donde me encontraba. La tomé con premura y me enrrollé en ella como si de un caparazón de metal se tratase.
Dejé de llorar.

-Lo siento - murmuró frío, con una mueca tensa al mirarme.

Recibió como respuesta mi silencio.

- Yo... No sabía que estabas aquí. No deseaba encontrarte en esta situación. -Añadió Pérez nervioso.

- ¿Dónde iba a estar si no? -Pregunté incómoda y me escapó un sollozo inevitable al final de la oración.

Esta vez me respondió César Pérez con el silencio, observando a través del ventanal que iluminaba el baño con la mirada perdida.

Tosí fingidamente para llamar su atención. Sabía que estaba pensando en algo. Y no quería imaginar en qué, al menos no tras el último episodio vivido hace unos segundos.

Me miró. Nos miramos. Miré hacia el suelo al segundo, cohibida, aquel hombre me había visto desnuda y apenas nos conocíamos de algunas semanas, y solo profesionalmente. Nos habiamos visto a penas tres o cuatro veces.

Pérez era como una especie de jefe para mí. Era incapaz de volver a mirarlo a los ojos.

- ¿Po-podrías irte? -Le pedí amablemente, pero mi voz sonó apurada y rota, seguida de otro sollozo.

César Pérez asintió y salió a grandes zancadas del baño cerrando la puerta tras de sí, en lo que aparentaba ser un portazo.

Respiré hondo e intenté calmar mi corazón desbocado y mi propia respiración, me senté en la tapa del bater durante varios minutos y cuando me sentí preparada para salir, me coloqué mi ropa interior y el precioso vestido blanco que César me había regalado.

Contrato de BodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora