Enamorada

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Me cambié en uno de los escuetos aseos del aeropuerto justo antes de disponernos a tomar nuestro vuelo. Mi conjunto consistía en unos pantalones vaqueros cortos, una camiseta de tirantes azul celeste y una fina chaqueta roja sobre ésta. César también se había cambiado, ahora vestía unos vaqueros y una camisa azul marino, algo más oscura que mis propios ojos.
Con un "desayunaremos en el avión" me arrastró por toda la gran estructura aviaría hasta nuestro andén, gracias a las prisas y a la poca paciencia de mi nuevo marido no había podido advertir hacia donde íbamos. El avión ya se iba y llegamos justo a tiempo para tormarlo.
Nos subimos y una "adorable"azafata más interesada en el cuerpo de César que en lo que éste le pedía para desayunar, nos guió a nuestro asiento. César se empeñaba en no decirme cuál era nuestro destino, lo intenté incluso torturandole a base de cosquillas pero mi ataque fue inútil, ya que este hombre parecía no tenerlas en ningún lado y lo aprovechó para él mismo torturar mi boca con un beso tan ligero que apenas lo sentía sobre mis labios. Me alejé de él con un bufido de resignación, ya que cuando intentaba besarle de verdad se movía hacia atrás y hacia los lados para que no lo consiguiera.
Al menos la azafata se enteraba por fin de que César no estaba disponible.
Estaba harta de todos esos guiños e indirectas que le había dirigido en mi cara durante toda la tarde.

Me apoyé en el respaldo del asiento de primera clase, bostecé con algo de sueño.

- Si no me lo dices...me dormiré - lo amenacé como mi última baza para conseguir información.

La sonrisa de César se tornó pícara.

- Azucena, ya solo te falta ofrecerme algo sexual para que te diga a dónde vamos, ¿te das cuenta? - Apuntó César con una sonrisa torcida.

- ¡No me rebajo a tanto! - Objeté molesta, de repente roja como un tomate.

- Te lo pondré más fácil, si me haces una paja te digo a dónde vamos, aún es de noche, nadie nos verá. -sugirió haciendo ademán de bajarse la bragueta del pantalón.

Tardé en asimilar la información que me daba a causa de la soñolencia que sentía.

- ¡NI DE COÑA! - grité flojito para que solamente me escuchara él

César Pérez sostuvo mi mentón con dos de los dedos de su mano derecha, me miró desde arriba.
¡Hasta sentado el jodido es más alto que yo!

- ¿Qué tiene de malo? Eres mi mujer. - Susurró aproximándose a mis labios.

El aliento de César olía ligeramente a sidra. Este hecho en lugar producirme asco como me pasó con Ángel, y alejarme de él, me produjo un embrujo que bien podría haber sido obra de un hechizo, quería abrazarlo y hundirme en su pecho.
Siento a César Pérez como mi protector.
Recordé que me había hecho una pregunta anteriormente y volví al mundo real, me alejé a una distancia prudencial de su aliento de manzana agridulce y de sus labios, para pensar con claridad.

- ¿No vas muy rápido con ésto? - Le pregunté de brazos cruzados. - Lo que quiero decir, César, es que hasta hace poco más de un mes no tenía planes a largo plazo, me dejaba llevar por la circunstancia, todo a cambiado muy rápido y necesito que me dejes asimilarlo. - Le expliqué intentando medir mis palabras antes de dejarlas salir de mi boca, César podía llegar a ser muy agresivo cuando le decían algo que atentaba contra sus planes.

- Lo entiendo, Azucena. - César acarició mi mejilla con una delicadeza exagerada. - aunque nos conocemos de antes de lo que crees. Duérmete, pajarilla, mañana te esperan muchas sorpresas.

- ¿Pajarilla por qué?- Pregunté a César, curiosa, me miró picaramente y me guiñó un ojo.
La curiosidad inicial pasó a confusión.

- que inocente eres, pequeña. Pajarilla refiere a que quieres volar alto, llegar lejos, tanto como un pájaro. -César me explicó en susurros.

Contrato de BodaWhere stories live. Discover now