Vida

48.3K 2.3K 97
                                    

Dedico este capítulo a Gloria Blanco, que me lo pidió hace tiempecillo y va siendo hora de cumplir la promesa, espero que te guste un montón.
------------------------

La casa de Toledo, aún casi desconocida para mí, nos dio la bienvenida tal y como la dejamos: inmensa, reluciente y cálida.

- Este será tu hogar - le dije al feto dentro de mi barriga, aún diminuto, con apenas dos semanas y algunos días.

Recordé con fastidio cuando césar recorrió todo el patio conmigo cogida como si fuera un saco de patatas, pero entonces me reí, de llevarnos casi como el agua y el aceite, de no confiar el uno en el otro habíamos pasado a ser unos recién casados felices con un futuro niño en camino.

Sonreí cuando sentí los brazos de césar rodearme con delicadeza la cintura.

- El pequeño o la pequeña no podrá quejarse de la familia que le ha tocado -admitió César, acariciando suavemente mi barriga, incitando a desarrollarse a la nueva vida que ahí estaba germinando y besando mi mejilla de forma delicada.

Me reí ligeramente.

-Hasta que llegue a la adolescencia - le corregí. Tenía una forma de ser un poco exagerada. Cuando cogía confianza con alguien mi sinceridad llegaba a niveles que podían sobrepasar lo insultivo.

- Cierto, ¡pero no te vayas tan lejos! -Se rio él dando unas palmaditas en mi abdomen- queda mucho para eso. Gracias a Dios, para ese entonces tendremos muy próximo el síndrome del nido vacío, te atacará la menopausia y yo seré un hombre severo y agrio que odia envejecer -me explicó entre risas.

- ¿quien se va lejos ahora? - Dije animada, dándole un codazo en el abdomen. Me dolió más a mí que a él. Era tan fuerte.

Nos reímos como dos niños, y, ciertamente, por mucho tiempo que pasara, esa parte infantil escondida bajo las responsabilidades de la madurez escapaba por los resquicios de ésta en las ocasiones más felices.

-¿sabes qué? Tengo antojo de palomitas dulces con una buena peli, ¿me concederás ese deseo? - pregunté de forma espontánea mientras caminábamos hacia la puerta de entrada de nuestra enorme casa.
César me miró con el ceño fruncido. Recriminando a mi persona que hacía algo más de una hora habíamos cenado con mi familia. -Como por dos, que conste-inquirí, defendiendo mi goloso nuevo antojo.

Voy a engordar de todas formas, puedo comer lo que quiera. Pensé y una sonrisa amplia se instaló en mis labios.

- De acuerdo, pero las palomitas todas para ti, yo me conformo con la peli - accedió mi marido dándome un suave empujón para apartarme, se podía decir que estaba siendo un obstáculo que bloqueaba la puerta, la abrió para entrar.

Observé la casa de nuevo por dentro, aún no había llegado a hacerme a la idea de que ese lugar iba a ser mi lugar de residencia, mi nuevo hogar. Todo estaba igual que cuando traspuse hacia mi boda echa un manojo de nervios.

La boda por contrato que se volvió real.

Olía a productos de limpieza, por lo que supuse que teníamos un servicio contratado. Lo agradecí porque lo más probable si me tocase limpiar a mi todo fuera que me demorara más de un día en hacerlo. Tener una gran casa implica grandes desventajas, por suerte la limpieza no era una de ellas.

César cerró tras de sí la puerta y me abrazó por la espalda, suspiró en mi cuello haciéndome cosquillas en el acto, me estremecí y eché mi cabeza hacia atrás chocando contra su pecho enfundado en una camiseta de algodón sedosa.

-Podríamos estrenar la cama de nuestra habitación antes de ver la película -musitó mi marido en mi oído, estrechándome mas entre sus brazos si eso era viable.

Contrato de BodaWhere stories live. Discover now