Capítulo 7

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Estábamos dentro de la camioneta y aún así los carajos nos estaban persiguiendo desde un carro.

Dios, ni siquiera sé por qué se me ocurrió salir... Lo siento, en serio. Últimamente todos han estado muy alborotados.

Echó su cabello para atrás. Chamo pero me derrito está que se come solito.

No te preocupes, he pasado por cosas peores. Al menos estamos en un carro, es algo seguro.

¿Tienes algo peor que ésto? —asentí.

Mis anécdotas estando en Venezuela son icónicas y tristes.

Mi país tiene el segundo barrio más peligroso del mundo y queda en la capital, donde yo vivo —él frenó y yo como soy super gafa pegué la frente de la cabecera del asiento del copiloto—. Coño.

Él rió.

Uh, perdón, ¿estás bien? —seguía riéndose.

Sí —dije mientras trataba de recoger mi dignidad—. Ajá, entonces un día estaba yo como una niña buena yéndome para mi casa cuando aparecen dos chamitos de no sé dónde y empezaron a perseguirme —ahora arrancó y pegué bruscamente del sillón—. Renuncio.

—Perdón —rió—. Puedes seguir.

—Bueno... los chamos me siguieron durante toda la plaza, yo sé que tengo una cara de boca abierta pero no es así... Bueno, ni tanto —él rió—. Pero el punto es que ellos juraban que no me daba cuenta, hasta que me paré en una zapatería con la esperanza de poder sacar el teléfono y llamar a alguien pero los mamaguevos entraron a la tienda y me robaron al frente de todo el mundo.

Él frenó.

¿Y qué hiciste? —preguntó preocupado viéndome desde el retrovisor.

Lloré y una señora que vivía por mi casa me dio la cola y lloré más cuando llegue a mi casa porque se habían llevado hasta mi tarjeta para el autobús y mi cédula. Se llevaron mi bolso, estaba mi calculadora y el marico de química casi me raspa la materia.

—¿Te sucedió estando en el colegio? Dios, que fuerte.

—Sí, me pasaron muchas cosas estando en Caracas, jamás había sentido tanta seguridad hasta que llegué a Londres.

—Londres es genial, me alegro que te guste.

SE ALEGRÓ PORQUE ME GUSTA LONDRES. Tengo que calmarme.

Habíamos manejado bastante pero aún los chamos no nos dejaban de perseguir, coño. Harry estacionó en un lugar donde no había mucha gente y suspiró.

¿Ahora qué? —me digné a preguntar, él volteó y cuando iba a responder vi como desvió la mirada hacia la ventana.

Mierda.

Habían como diez personas paradas afuera de la camioneta, se acercaban a los vidrios para tratar de ver hacia adentro pero no lograban nada porque el papel era muy negro.

Todo era brutal hasta que una empezó a gritar.

Tengo que... —bufó.

Puedes salir, yo también me tengo que ir, no te preocupes —me quité el cinturón.

No, no, te puedes quedar, será rápido, lo prometo —se desabrochó el cinturón y bajó del carro. Al instante oí como unos chamos lo intentaban tratar mal para sacarle conversación. Que mierdas.

Prima venezolana »h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora