Sola

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Un infierno, eso era mi vida, si es que a aquello se le puede llamar vida. "Gorda". Ese fue el error que cometí, ser gorda.

-¡Deberías hacer algo y no sólo comer como un cerdo!.- gritaba mi madre avergonzada

"¿Acaso crees que no lo he intentado?"

-Si, lo haré.- respondí seria

-¡Siempre dices lo mismo pero nunca haces nada!, ¿sabes lo terrible que me siento al darme cuenta de cómo te mira la gente?.- me atacó

"¿Y sabes tu como me siento yo? ni siquiera mi madre me quiere por estar gorda"

-Lo siento.- susurre

-¡No quiero que lo sientas, quiero que dejes de ser una gorda!.- mi miró con desprecio

"Y yo quiero a mi madre, no sabes las ganas que tengo de que me quieras"

-Bueno, ya basta Miranda ¿no crees que ya has atormentado demasiado a Elizabeth?.- interrumpió mi padre

-Pero solo mírala, es un desastre.- protestó mi madre

-Yo no veo nada de malo en ella.-

-¡Es gorda!.- me señaló

-¿Y eso es malo?.-

-Tu nunca lo entenderías.- salió frustrada de la habitación

Mi padre se acercó lentamente, se colocó en cuclillas y me miró con una reluciente sonrisa.

-No te tomes a mal lo que dice tu madre....- sonreí de lado e inmediatamente lo interrumpi

-"Ella lo dice porque cree que es lo mejor para ti".- imite su voz a lo cual el sonrío

-Eso mismo iba a decir.- acarició mi mano y le sonreí

-Lo se, papá.- el se levantó y acarició mi cabello

-Te quiero Elizabeth.- beso mi frente

-También te quiero.- le di un pequeño abrazo

-Buenas noches.- dijo y salió cerrando la puerta detrás de él

Solté un gran suspiro, me recosté y tome una almohada, la coloque sobre mi rostro y grite. No sabía que hacer, me dolía escuchar aquellas palabras de mi madre, me dolía ser yo. Salí cuidadosamente de la habitación, necesitaba un vaso con agua, todas las luces se encontraban apagadas, bebí el agua rápidamente. Nuevamente me dirigía a mi habitación, unos murmuros llamaron mi atención, camine sigilosamente hasta la habitación de mis padres, donde provenían las voces.

-Deberías dejar de ser tan dura con ella.- era mi padre

-¿Pero es que acaso no te das cuenta de su peso?.- definitivamente hablaban de mi

-Si, Miranda entiendo como te sientes, ¿crees que yo no me he dado cuenta de lo mal que la tratan por su peso? y por supuesto que yo también deseo que ella deje de ser así, pero date cuenta de que repitiendole todo el tiempo que es gorda no solucionaras nada.- sentí una punzada en el pecho

-Haciendole creer que esta bien que sea así tampoco harás nada.- lo atacó mi madre

-Si pero al menos debo hacerle creer que tiene mi apoyo.- me aleje rápidamente de ahí

Entre de inmediato a mi habitación, me senté en el borde de la cama, repase lo que había escuchado hace unos instantes, no podía ser verdad. La única persona que creí que me aceptaba realmente sólo mentía, el era como todos los demás, solo le doy lástima. Fue ahí cuando me di cuenta de que estaba sola y que siempre había sido así.

"Solo date cuenta, nadie te acepta" nuevamente esa voz, que aunque me duela admitirlo, siempre tiene razón. "Así es tu vida, nadie va a aceptarte, no importa lo que hagas, no importa cuánto te esfuerces, nadie te querrá a menos de que seas delgada y bonita". Respire con fuerza, "basta de llorar, deja de ser una estúpida sencible y acepta la realidad", mi realidad, eso era a lo que más le temía, ¿por qué no podía ser diferente? ¿por qué debían ser así las cosas?, estaba cansada de todo, cansada de la vida, pero tampoco podía morirme, no esa noche, no en ese momento. Las cosas era así, no quería vivir pero tampoco tenía la valentía como para suicidarme. No quería seguir al igual que no quería acabar con todo. La única solución, ser delgada, cueste lo que cueste, pierda lo que pierda, en esos momentos mi único objetivo era ser delgada. "Deja de comer", si, dejar de comer, contar las calorías, hacer ejercicio, lo que fuera con tal de ya no ser mas una obesa.

La ansiedad se apodero de mi, mis manos temblaban, no dejaba de moverme, comencé a presionar mis uñas sobre mi brazo con fuerza. Mis uñas estaban encajadas en mi piel, deje de hacer presión y mire mi brazo, tenia las marcas de mis uñas, y una que otra pequeña gota de sangre. ¿Por qué me lastimo yo también? tal vez no es suficiente para mi todo lo que hacen ellos o me odio demasiado y merezco un castigo, no lo se y seguramente nunca lo averiguare, pero ese daño que yo me ocasionaba, el dolor físico que me obligaba a sentir, de alguna manera me hacía sentir mejor, me hacía olvidar y era aún más soportable que los insultos de todos.

"Eso es lo que mereces" me decía aquella voz, la única que me acompañaba todo el tiempo y me causaba pavor. Tal vez sólo es producto de mi imaginación para no sentirme tan sola, o al menos eso queria creer. Cerré con fuerza los ojos, necesitaba dormir, escapar un instante de mi vida. Mañana ya seria otro día más, igual al día anterior.

Miss obeseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora