Nadie te quiere

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Sonreí al encontrarme con aquellos ojos azules que me tenían hipnotizada, Ed me miraba con detenimiento.

-No has comido nada.- frunció el ceño al mirar que mi trozo de pastel seguía intacto.

-He comido algo en casa.- mentí y Ed sólo asintió.

Ed me había invitado a almorzar, y yo con tal de estar a su lado acepté.

-Ya vuelvo.- susurró levantándose y dirigiéndose a los baños del pequeño local.

Suspire y mire la malteada junto a la rebanada de pastel de sabor chocolate, no había comido absolutamente nada, tome un poco de pastel con lentitud, estuve a punto de llevar el pedazo de pastel a mi boca. Pero una voz me lo impidió.

-¿Es que acaso no tienes suficiente grasa?- exclamo la chica, cerré los ojos y suspire.

Deje nuevamente el trozo de pastel sobre el plato. Mire fijamente la mesa.

-Anna.- fue lo único que pude pronunciar.

Ella camino rápidamente hasta llegar detrás de mí. Se inclinó un poco hasta quedar a la altura de mi oído.

-¿Sabes que el no te quiere, cierto?- susurró lentamente, cerré los ojos.

-¿De qué hablas?- un escalofrío recorrió mi cuerpo, como siempre era débil.

-Sabes muy bien de que hablo- me miró un segundo y una sonrisa se formó en su rostro. Sabía que estaba logrando su objetivo, lastimarme.

-Por favor, déjame en paz.- dije el un susurro apenas audible.

-Date cuenta, alguien tan guapo como él, nunca perdería su tiempo con una cerda como tú.- habló lentamente, asegurándose de que cada palabra se quedará en mi mente.

-Eso, no es verdad.- respondí, no sólo por ella, sino también para intentar hacérmelo creer yo misma.

-¡Entiende!, a ti nadie te quiere, ¡eres una gorda!- gritó de pronto, me mordí el labio y contuve las lágrimas.

Anna me miró, como todos los demás lo hacen, con asco. Desvíe la mirada, Anna se acercó una vez más.

-Ahí viene tu enamorado, disfrútalo mientras puedas, que la lástima no le va a durar para siempre.- soltó una carcajada y se marchó.

Ed llegó un par de minutos después, me miró e instantáneamente sonrió. Yo no pude sonreír. Frunció el ceño y tomó mi mano.

-¿Qué pasa?- preguntó sin despegar su mirada de mí.

-No es nada, Ed.- susurre mientras forzaba una pequeña sonrisa.

-Cualquier cosa, lo que sea, puedes contar conmigo.- apretó mi mano, yo deseaba que en ese instante el mundo se detuviera, o al menos, solo nosotros dos.

-Gracias.- fue lo único que me atreví a decir. Me sentía estúpida.

-Eres mi amiga.- sonrió Ed, y yo tuve que devolver la sonrisa, aun cuando no quisiera me sentía obligada a hacerlo.

Su amiga, ese era el problema. No quería ser su amiga, no quería ser sólo eso.

-Me encanta ser tu amiga.- dije, Ed se puso de pie y después yo seguí si acción.

Se dirigió a pagar la cuenta y después salimos. Pasamos un par de minutos caminando sin dirección alguna, hasta que Ed me invitó a su casa.

Fue un camina corto, su casa estaba a un par de calles de donde nos encontrábamos. Ed abrió la puerta y me indico que pasara.

-¿Ed?- la voz de la madre de Ed se escuchó en el pasillo.

-Hola mamá.- Ed sonrió al ver a su madre detrás de él, le dio un abrazo y besó su mejilla.

-Elizabeth.- la mujer me miró y se acercó a saludarme amablemente, a lo cual yo respondí de igual manera.

-¿Está Ashly?- pregunto Ed mirándonos a ambas.

-Se encuentra en si habitación- respondió su madre- ¿te molesta que me lleve un momento a Ed?- la mujer me miró y yo negué con una pequeña sonrisa.

-Descuide, no hay problema, en realidad me gustaría ver a Ashly.- pedí amablemente.

-Por supuesto, sube cariño.- me sonrió la mujer al igual que Ed.

-Hasta luego.- susurró Ed y besó mi mejilla, mi corazón latió con fuerza.

Los vi salir de la casa. Con tranquilidad subí a la habitación de Ashly. Toque ña puerta un par de veces.

-¡Pasa!.- gritaron desde adentro.

Abrí la puerta y divisé a mi amiga sentada en su cama. Al verme corrió a abrazarme y yo correspondí, aunque no con la misma alegría.

-No esperaba tu visita.- sonrió ampliamente y me invitó a sentarme.

-He venido con Ed.- dije honestamente y ella me miró emocionada.

-¡Eso es genial!- hablo emocionada ante la noticia.

-Si, eso creo.- una sonrisa de lado se formó en mi rostro, ¿cómo hacía para estar siempre tan... feliz?

-¿Y qué tal? ¿Qué pasó con Ed?- se veía realmente emocionada.

-Nada, sólo hicimos cosas de amigos, porque somos eso, amigos.- respondí fingiendo desinterés.

-Tú no lo quieres como se quiere a un amigo.- mencionó y yo suspire.

-Si, tienes razón, pero lo he analizado y no hay ninguna posibilidad de que seamos algo más.- susurre, esa era la cruel realidad.

-¿Cómo estás tan segura de eso?- me miró levantando una ceja.

-Sólo mírame, doy asco.- dije con desprecio hacia mi misma.

-¡Claro que no!- gritó sin dejar de mirarme.

-¡Estoy gorda! ¡Tú no sabes lo que es mirarse y sentir asco de ti misma! ¡Tú eres bonita y delgada, jamás lo entenderías!- estaba molesta, no con Ashly, sino conmigo.

-¡¿Y qué si tienes un poco de peso de más?!- se puso de pie.

-Es que ni siquiera es solo "un poco", es demasiado.- me cubrí el rostro con las manos. Sabía que en cualquier momento mis lágrimas comenzarían a brotar.

Ashly nuevamente tomó asiento, pasó su brazo por mi hombro.

-Eres hermosa, así tal como eres- susurró- y si a los demás no les gusta, si a Ed no le gusta, que se jodan.- sonrió y me abrazó.

Nunca antes había sentido tanto apoyo. Le debía mucho a esa chica.

Nos quedamos en silencio un instante, Ashly miró hacia la nada, después me miró a mí.

-En el instituto todos piensan que soy una puta.- susurró, yo la miré sorprendida.

No sabía que decir, y al ver no que no respondía, la chica continuó.

-Una chica, mi amigo en ese entonces, inventó un millón de cosas sobre mí, todos le creyeron porque ella es la popular del instituto. Ahora todos me ven de esa manera y miles de chicos me dicen cosas obsenas.- se encogió de hombros y se dejó caer sobre la cama.

-¿Cómo es que lo dices tan tranquila?- la mire aun asombrada.

-Quizás es porque no me interesa lo que piensen ellos, yo se quien soy, yo me quiero, y eso es más que suficiente.- respondió mirando hacia el techo.

Me dejé caer sobre la cama, al lado de ella. Con la esperanza de que algún día, no me importara lo que los demás piensan de mí.

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