Capítulo 15

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No quería hablar con Frederick, desde que había descubierto que todos mis archivos habían desaparecido de mi computadora lo único que podía escuchar en mi cabeza era su voz regañándome por no haber hecho una copia de seguridad y llamándome débil

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No quería hablar con Frederick, desde que había descubierto que todos mis archivos habían desaparecido de mi computadora lo único que podía escuchar en mi cabeza era su voz regañándome por no haber hecho una copia de seguridad y llamándome débil. Lo que menos quería era pararme enfrente suyo y decirle que tenía razón, por lo que solo le iba a informar de este suceso una vez que descubriera la forma de solucionarlo. Pero no había calculado la posibilidad de que no hubiera ningún tipo de solución y efectivamente mis documentos se hubieran perdido para siempre, por eso el sábado estaba mordiéndome las uñas mientras estaba sentada en el sofá, esperando la llegada de Jules y mi tía mientras maldecía la existencia de mi hermana en mi cabeza.

Era irónico que Hellen hubiera destruido las cosas que iban a conseguir ayudarme a separarme de su sombra, como si el mundo intentara darme un mensaje de que eso nunca iba a ser posible, que jamás iba a conseguir sobresalir por mi misma. Pero los gritos de emoción de mi madre provocaron que dejara de sumirme en mis pensamientos y le prestará atención al mundo real, más específicamente a mi tía, la renombrada fiscal Teresa Cooper, y mi hermana menor, la futura bailarina que sería capaz de destronar a la compañía de Abby Lee.

Me levanté de mi asiento rápidamente para ir a saludar a ambas con una abrazo, el hecho de tener a mi tia en casa aunque sea por un par de meses me hacía sentir mucho mejor. Además de mí abuela, ella también era una de las pocas figuras adultas que apoyaban mi sueño, no solo de entrar al periódico escolar, sino en convertirme en una famosa detective en el futuro.

—Mira que pequeña estás, no creciste nada desde la última vez que te visité —se burló mi tía con una mano sobre mi cabeza.

—Te crees superior por esas botas que llevas, si te las sacas seguro que te paso más de cinco centímetros —protesté apartando su mano de mi cabeza para acercarme a abrazar a Jules, la verdadera chica que había crecido más de diez centímetros. Con sus apenas quince años ya me supera en estatura a mis diecisiete.

Luego de un almuerzo repleto de risas, anécdotas y alguna que otra discusión de mi madre con mi tía por su nula etiqueta de comportamiento en la mesa, recibí un mensaje de Frederick para recordarme que lo tenía que ir a buscar para ir a espiar a mi amiga, aunque se sintió más como si el demonio de mi habitación estuviera intentando jalarme las patas mientras dormía. No quería verlo y decirle que había perdido todo lo que llevábamos por culpa de mi incompetencia, necesitaba un poco más de tiempo para solucionar este problema, pero a la vez no quería dejarlo solo con todo este asunto de Cassandra, no quería que fuera acusada de algo en lo que claramente no estaba involucrada.

—Pareces estar apunto de morirte, ¿pasó algo, sobrinita? —preguntó mi tía mientras la veía lavar las preciosas ollas de mi mamá con la esponja de acero, alguien iba a morir esta noche.

Dejé rápidamente los vasos que tenía sobre la mesa y le quité la esponja de un tirón.

—Mamá te va a acuchillar si sabe que hiciste eso con su olla, guárdala en el horno y finge demencia —dije abriendo la canilla para que pudiera enjuagarla—. Ahora me tengo que ir a verme con Frederick, estamos investigando un caso.

Una investigación por BethWhere stories live. Discover now