Capitulo 12

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Andrew mira embobado su café, como si este contuviera el secreto del universo.

-Responde.- le exijo, sonando más hostil de lo que pretendía.

-No se, Marzia. Simplemente no se... Aparte de lo del bosque, ahora esto... Sólo quiero olvidarlo.

-...¿Eres gay?- pregunto de golpe. Siempre había querido preguntárselo, ya que a Andrew le sobraban las pretendientes, sin embargo, nunca tuvo nada con ninguna.

Él abre los ojos como platos.
-No... O sea, no me considero así, soy... pansexual.

Después de googlearlo disimuladamente y ver que era pansexual, suspiro y le doy un sorbo a mi café.

-No puedo creer que te hayas fijado en Jeff- le digo riéndome por primera vez desde que llegamos a la cafetería. Él suelta una risita nerviosa.

-No lo hice. Estaba borracho.- se justifica. Asiento.

-Haré como que te creo.- sonrió.

-Pero bueno, ya dejemos eso atrás. Ya no estamos involucrados con esas personas ni con lo que hagan, todo a la normalidad- asegura. Me río nerviosa, ¿que pensaría Andrew de mi si supiera la relación que Helen y yo mantenemos?

Y la verdad, no tenía la más mínima idea de lo que estaba haciendo, no quería dar la cara a que cada vez el hecho de que Helen estuviera involucrado en una masacre parecía más cercana.
Sin embargo, seguía haciéndome la de la vista gorda, ignorando el bosque, ignorando a Jeff.

Cegada por el cariño.

Y justo cuando pienso en eso me entran los nervios, esto estaba mal. Sólo quería que mi vida continuara con su rumbo.

Cuanto extraño a Cristal en estos momentos...

-Mar... ¿Estas bien?- me pregunta Andrew sigilosamente, sacándome de mi ensimismamiento.

-¿Eh?- balbuceo sorbiendome la nariz. -Sólo pensaba en Cristal.

Andrew se muerde el labio y toma mi mano con delicadeza.
-Mar... Gia y yo, más que nadie, sabemos como querías a tu hermana. Pero es tiempo de dejarla ir...

Entonces una ola de ira se estrella contra mi cara, alejo mi mano de la suya repentinamente.

-No la voy a olvidar. Y si tanto te jode que piense en ella o que la recuerde te puedes ir largando, Andrew.- le espeto. ¿Cómo podía pedirme aquello? Cristal... Mi hermana, mi amiga, mi confidente.

Andrew rueda los ojos.
-No puedo creer que te lo hayas tomado de esa manera.- se queja -Me refiero a que nos preocupamos por ti, entiéndelo, tememos que caigas en depresión.

-No te atrevas a compararme con mi madre.

-En ningún momento la nombre, otra cosa es que tu lo relaciones.- responde, con una mirada tan fría como el hielo.

-Suficiente.- me levanto de la mesa casi tirándola. Me daba igual si Andrew tenía que pagar por mi o si la gente se comenzará a quejar, agarro mi bolso y salgo del local hecha una furia.

Camino apurada y dando zancadas largas, aunque no se bien a donde me dirijo, las lágrimas comienzan a empañarme la vista.
¿Por qué no dejo de llorar?

Inconscientemente llego a una academia de ballet. Veo el nombre "Beauty Doll".

FLASHBACK:

Tapo mi boca con ayuda de mis manos, buscando que así los sollozos queden amortiguados, tenía que tener cuidado de que las demás niñas no me oyeran y descubrieran que estaba escondida en uno de los closets donde guardábamos los trajes, llorando como un bebé.

Las lágrimas siguen mojando mis mejillas y las voces de las niñas burlándose resuenan en mi cabeza.

"¡Miren, la Marziana se cayó!"

"¡La Marziana, la Marziana, la Marziana!"

Ese apodo. Y eso que yo sabía que marciana era con c, pero lo pronunciaban de tal forma que pareciera que la z de mi nombre estuviera por ley.
¿Por qué tenían que llamarme de esa forma?
Me restriego las lágrimas con mis dedos y frunzo el ceño.

Entonces la puerta que me ocultaba de la realidad se abre de golpe, arrancándome un grito.
Los ojos de mi hermana me ven sorprendidos.

-¿Marzia, que haces ahí?- me pregunta dulcemente. Cristal, a diferencia de mi, poseía una habilidad increíble para todo, incluyendo bailar ballet.

Sólo estaba en la academia por nuestra madre, que le hacia ilusión vernos como bailarinas. Pero lo que nunca le contamos es que nunca desarrolle el talento. Bailaba, sí. Pero no como lo hacían las demás niñas.
Como tampoco le conté sobre lo de "Marziana".

-Yo... yo...- balbuceo.

-¿Esas niñas de tu clase han vuelto a molestarte?-pregunta sería. Como Cristal tenía trece años y yo apenas nueve la tenían en una clase más avanzada, y por eso sólo se enteró de que me molestaban por sus amigas.

Muevo la cabeza frenéticamente hacia los lados negándolo. Cristal sonríe de lado y me tiende su mano.

-Ven acá.

Me saca de un tirón de entré la ropa y procede a soltarme la cebollita en que estaba peinado mi cabello rubio. Después, me hace una trenza y la amarra.

-Ahora, quiero que vayas y te muestres ante esas niñas, sólo haz eso.

-Pero... yo te dije que...- replico.

-Ya se. Pero aún así, sólo hazlo.

Miro fijamente a los ojos verdosos de Cristal y veo como empieza a hacer un puchero, suspiro y asiento.
Me doy la vuelta y camino de vuelta al salón.

Al verme, las chicas comienzan a reírse agudamente.

-¡Ya regresó la marziana!- chilla una, a lo que las otras se parten de la risa.

-¿Por qué no vuelves a tu planeta, marzianita? Porque por aquí no te queremos.- chilla otra.

Paso una mano por la trenza, que me llega hasta la cadera, acariciando las fibras doradas.
Mi cabeza apunta hacia el suelo.

-No me molesten más...- suelto con miedo.

Entonces el estruendo de sus risas hacen que retroceda, atemorizada y con las lágrimas amenazando con salir de nuevo.

Pero entonces, cesan.

Alzo la mirada por primera vez y me encuentro con Cristal parada a mi lado.

-Así que... ¿Le dicen marciana a mi hermana?- dice rompiendo el silencio, las caras de las niñas eran un poema.

Ellas permanecen en silencio, jalandose el tutu con nervios.

-¿Les digo qué?- suelta casi gritando -Marzia es el nombre de una princesa, es original, como mi hermana. En cambio, el de ustedes, simples plebeyas, es como el de la mitad de las niñas del país. Marzia es única, es una princesa.- finaliza agarrando mi mano, con una bella sonrisa en su rostro -Así que, como ella es de la realeza, la próxima vez que las sorprenda molestando a Marzia, las mandare al calabozo y no volverán a ver la luz del sol, ¿entendieron?

Sonrió con miedo pero con un agradecimiento sorprendente hacia mi hermana.

Entonces las niñas corren hacia la puerta, y apenas puedo oír como chillan. Abrazo a mi hermana, y mi oreja queda justo pegada a su pecho, suspiro aliviada, oyendo tranquilamente los latidos de su corazón.

-Siempre te protegeré, Marzia.

The Painting |Bloody P.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora