Capítulo 17

157 10 0
                                    

-¿Qué planean hacer tú y el pequeño granuja de Raphael? -fue lo primero que escuché por la mañana cuando por fin conseguí abrir los ojos.

Xemerius se encontraba sentado a los pies de la cama, frente a mí y me observaba con una mirada severa y los brazos cruzados. Si hubiera podido, definitivamente le habría tomado una fotografía; era demasiado mono.

-Gracias por los buenos días -le respondí mientras me volvía a tapar con las mantas hasta la cabeza.

-Hey, nada de volver a dormirse -voló hasta donde yo estaba y se sentó sobre mis piernas, donde sentí como si me hubieran echado encima algo mojado. Me senté de inmediato y lo miré consternada -. Ya todos se han levantado y te prometo que es mucho mejor que yo te saque de la cama a que venga Grace o Glenda. Además, aun no me has respondido.

-Estamos a mano -dije mientras me estiraba para desperezarme -. ¿Y por qué se siente mojado cuando te acercas?

-¿Es que nunca dejas de hacer preguntas? -replicó, desplomándose hacia atrás, entre el edredón, y negando con la cabeza en un gesto de clara desesperación.

-¿Tú alguna vez responderás sin hacer de todo algo complicado que me produce más preguntas? -contraataque.

-Touché -me señaló con una de sus diminutas garras -. Me agradas, aunque no eres muy encantadora por las mañanas que digamos.

-Oh cállate, tú tampoco eres el daimón más amigable del mundo.

-Eso dices ahora.

Volvió a emprender el vuelo esta vez hacia la puerta, eliminando repentinamente la extraña sensación que me había producido su contacto. Me estremecí notoriamente.

Hoy era domingo y no iríamos a la Logia hasta en la tarde, así que no tenía verdaderas razones para levantarme, pero Xemerius tenía razón con respecto a las preguntas: aún tenía muchas por hacer, y aquel era el momento adecuado, sobre todo porque mañana por la noche entraría a la Logia y mas me valía ir preparada para lo que fuera que pudiese pasar.

Me recosté otro par de minutos antes de por fin obligarme a salir de la cama y vestirme tan rápido como pude.

Cuando salí, todo estaba absolutamente vacío y silencioso. Gran momento era aquel para que Xemerius desapareciera.

-¡Xemerius! -susurré tan bajo como pude, tratando no llamar la atención de nadie, aunque lo suficientemente alto para que tal vez Xemerius me escuchara.

Nada.

Debía de estar en el segundo o primer piso, o aun peor, fuera de la casa; pero para averiguarlo tendría que recorrer los dos pisos restantes primero.

Regresé al viejo cuarto de Gwen, solo para asegurarme que el pequeño daimón no había regresado a él por la ventana: vacío, tal y como lo esperaba. La suerte no estaba siempre precisamente de mi parte.

Justo cuando iba saliendo hacia el cuarto de costura y luego a las escaleras, noté algo de pura casualidad que no había visto antes: unas estrechas escaleras que seguramente daban al tejado.

¿Tan distraída podía llegar a ser, en serio?

Estaba sola y aburrida, y no había ni rastro de Xemerius ni de los demás habitantes de la casa (por lo menos en este piso, hasta donde yo sabía), perfectamente podía intentar subir por ellas y admirar la vista de Londres durante un ratito; una idea bastante simple y normal, considerando la maraña de misterios en la que se había convertido mi vida.

Aun así descarté la idea de inmediato. Ya tendría tiempo de admirar la ciudad en otro momento, esperaba que pronto.

Bajé las escaleras lo más silenciosamente posible, incluso me sentía como en una película de espías o un poco como Xemerius (solo que por mucho más callada). En los dos días anteriores ya había podido comprobar que varios de los peldaños crujían y rechinaban bajo el peso de las personas, el problema era que mi memoria no tenía el alcance suficiente para recordar cuales eran esos condenados escalones, aunque por lo menos mis Converse no generaban ningún eco o taconeo cuando caminaba.

Piedras Preciosas. Una nueva generación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora