No Puedes Irte

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Irrumpió en su habitación salvajemente. Tenía que hablar con ella antes de que tomara una decisión precipitada.

—Hola, Jeff —saludó ella sin siquiera darse la vuelta. Estaba introduciendo sus escasas pertenencias a su vieja mochila. 

—¿Te vas a ir? 

—Sí.
—No deberías. 

—Pero lo haré. 

—Laughing no se siente bien. Yo no me siento bien.

Ella volteó y lo miró enternecida. Jeff era alguien muy especial, sólo había que presionarlo un poco y ser insistente para conocer su parte sensible. Ella le sonrió cálidamente. Se acercó a él y lo abrazó fuertemente. Él le correspondió enseguida.

—Éste no es mi lugar. Tú mismo lo dijiste aquel día cuando yo llegué aquí, ¿lo recuerdas? 

—Sí... 

—Tenías razón, pero yo era demasiado testaruda. 

—No, no, no. Yo estaba equivocado. ______ muchas cosas cambiaron desde ese día. 

—La decisión está tomada. 

—¿Al menos pensabas decírmelo?

Ella se encogió de hombros y apretó los labios.

—No quería hacer esto más difícil. Ya tengo suficiente con Jack. Pero supongo que Slender se los dijo para que trataran de hacer que me quedara. 

—¿Y qué harás? No tienes lugar a donde ir. 

—Me las arreglaré. No te preocupes por eso, Jeff. Después de todo el entrenamiento va a servir de algo. 

—¿Podré visitarte? 

—¿Quieres hacerlo? 

—Sí. 

—Entonces puedes visitarme cuantas veces quieras, Jeff.

Él asintió pesadamente. Se acercó a ella veloz y tomándola por sorprendiéndola la abrazó. Aquel abrazo era fuerte y reconfortante. Ella sonrió. Jeff no era malo, él solo era un niño asustado que necesitaba cariño.

—No puedes irte. No puedes dejarnos solos aquí.

Ella lo abrazó aún más fuerte. Lo quería mucho, pero eso no cambiaba la decisión. Ella se iría, comenzaría una vida normal. Dejaría todo en el pasado. Era el momento para seguir adelante.

Tomó su mochila y salió seguida de Jeff. En la puerta de la entrada se encontraba Slender.
Se acercó a ella y estrechó su mano cortésmente.

—Fue un placer haberte conocido. 

—Lo mismo digo, Slender. 

—Adiós niña nariz de pene —dijo Jeff riéndose.

Ella sólo sonrió. Así era él. Sólo era alguien con sentimientos cuando se encontraban solos.

—Adiós sonrisas.

Ella partió. Con un vacío en el pecho. Jack no había ido a despedirse, los ojos le picaban y estaba a punto de llorar.
Le dolió que él no estuviera ahí, pero sabía que si él asistía cambiaría de opinión y se lanzaría a sus brazos y jamás lo soltaría. 

El Enemigo [Laughing Jack Y Tu] (Book 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora